miércoles, 15 de febrero de 2012

La causa Malvinas

Hace varios días que vengo siguiendo el tema Malvinas, buscando tomar una posición favorable o contraria a la nueva estrategia del gobierno sobre el tema.

Me pongo en el lugar de quienes acuerdan con la estrategia del gobierno. Digamos que el objetivo de obtener la soberanía de Malvinas es una política de Estado que es bueno sostener. Sobre esa base, podemos pensar que la estrategia del gobierno es la mejor posible. Puesto que los británicos se niegan a negociar, la Argentina puede presionar haciendo su relación con las islas lo más difícil y costosa posible. A su vez, la Argentina busca aliados entre los países latinoamericanos, en un contexto de relativa fortaleza, para perjudicar la posición internacional del Reino Unido. A la larga, esto podría llevar a que el Reino Unido revalúe su política de no negociación. Pero aunque no lo haga, la Argentina afirma su posición y sale bien parada. Un elemento importante en este sentido es la afirmación permanente de la voluntad de encarar el tema pacíficamente, para que todo elemento bélico quede del lado británico.

Ahora bien, pensemos un poco más afondo esta cuestión de la "causa Malvinas". Efectivamente se trata de una "causa" antes que de una "política" porque lo que está en juego no es eminentemente un interés, sino una cuestión simbólica. A la Argentina las Malvinas le son casi indiferentes desde un punto de vista material, pero tienen un peso simbólico muy importante. Es decir que lo que está en juego en la causa es más que nada una cuestión de identidad e ideología nacional. Los argentinos consideramos que la islas nos fueron arrebatadas injustamente, y vemos en la reparación de esa injusticia una afirmación de nuestra identidad.

Esto tiene consecuencias muy importantes. Si las Malvinas son una causa antes que una política, entonces los gobiernos tienen menos incentivos para implementar políticas que efectivamente tiendan a obtener la soberanía de las islas, que para demostrar y poner en escena esta afirmación del orgullo nacional. Algunos dicen, por ejemplo, que la política más efectiva respecto de Malvinas sería tratar de integrarlas, construyendo vínculos con sus habitantes. Sea esto cierto o no, la cuestión es que en términos ideológicos esa política no sería consecuente con la causa, que, de nuevo, no busca un objetivo material sino una afirmación simbólica. O sea: lo importante no es obtener la soberanía por el medio que sea, sino denunciar la injusticia cometida y reclamar su reparación.

Si la política argentina respecto de Malvinas es, entonces, una puesta en escena ideológica antes que una gestión, lo que está en juego es menos una cuestión de política exterior que de movilización interior. Las gestiones externas se desarrollan con el fin de afirmar una identidad interna. Por eso fue tan bien recibido el bloqueo a los barcos con bandera británica por parte de otros países latinoamericanos; contribuya eso o no al objetivo final, lo principal es que constituye una victoria simbólica sobre el Reino Unido. Para el gobierno, lo importante es afirmar una posición, y por eso evalúa sus éxitos en términos de batallas simbólicas, cuya conexión con objetivos concretos son difíciles de ver.

La siguiente pregunta sería: ¿es positiva esta política de afirmación nacional? Creo que no, por varios motivos. El primero es pragmático: en el caso de Malvinas, donde toda solución por la fuerza es imposible para la Argentina, la "causa" muchas veces contradice el objetivo concreto de obtener la soberanía de las islas. No siempre lo más efectivo en términos de afirmación identitaria es lo más efectivos en términos de política exterior, y en este caso creo que cuanto más confrontativa se muestra la Argentina, más contribuye a endurecer la posición de Gran Bretaña y de los isleños. Por este motivo, cuanto más se agita la cuestión Malvinas interiormente, menos efectiva tiende a ser la política exterior al respecto.

Ahora bien, supongamos que todos aceptamos que recuperar las islas no nos interesa y que lo único que importa es la cuestión identitaria. ¿Es entonces positiva la estrategia del gobierno? Sigo pensando que no. Primero que nada, porque la afirmación identitaria construida sobre pasados míticos (y, sea cual sea la realidad, para casi la totalidad de los argentinos la idea que se tiene un derecho sobre las islas se basa en mitos) es negativa y peligrosa. Negativa porque tiende a afirmar estereotipos ("los argentinos somos pacíficos", "los ingleses son militaristas") y a apuntalar prejuicios ("la Argentina tiene derechos geográficos e históricos sobre las islas"). Peligrosa porque, siendo que lo que para el gobierno es un estrategia de movilización es para la población una verdad, se cultiva una idea cuyas consecuencias son impredecibles. Para el gobierno puede ser obvio que las Malvinas no importan más que para afirmar la identidad nacional, pero para mucha gente esta distinción no es tan clara y, a la larga, puede dar lugar a la idea de que "hay que recuperar las islas por cualquier medio". Este camino es en parte el que abrió la puerta a la aventura de 1982.

La estrategia del gobierno sobre Malvinas recae en todos los lugares comunes de una auto-celebración identitaria. Las palabras de Cristina exculpando a los argentinos por su abierto y decidido apoyo a la ocupación de 1982 son ilustrativas en ese sentido. Se combinan con la exaltación de los medios pacíficos, como si ello fuese una cuestión de superioridad moral y no de diferencias de poder militar. Lo que queda es la pureza identitaria: "los argentinos afirmamos nuestros derechos mediante la paz, mientras los británicos utilizan la fuerza". Estos lugares comunes auto-celebratorios fomentan una cierta estupidización, que consiste reproducir una noción reconfortante de nosotros mismos antes que desafiarnos a repensar y cuestionar nuestra posición. Me pregunto: ¿sería perjudicial abrir un debate histórico y jurídico sobre la legitimidad de nuestro reclamo sobre Malvinas? ¿Es la pureza de la causa más beneficiosa que una auto-reflexión sobre nuestra propia posición?

Vale la pena destacar la instrumentalidad política que la causa Malvinas presente cada nuevo gobierno, y que éste parece dispuesto a aprovechar como nunca desde 1982. El discurso de Cristina, convocando a todos los sectores sociales a escucharla, fue una puesta en escena de unidad nacional. Lo cual no sería en sí mismo negativo, si no fuese porque esta unidad se presenta en términos jerárquicos, con la líder representando a la nación y todos los actores mostrando silenciosamente su consenso. Se evita así la posibilidad de pensar la unidad nacional en términos de convergencias plurales, por ejemplo mediante una invocación a consensuar una política de Estado que vaya más allá de una estrategia coyuntural. Con la invocación al consenso silencioso, el gobierno plantea un escenario donde las alternativas son la adhesión a su estrategia o la traición a la causa. De nuevo: la pureza de la causa se traduce en la escenificación de la pureza identitaria.

En definitiva, pienso que todo este revivir de la cuestión Malvinas, con sus éxitos simbólicos, reproducen imaginarios retrógrados. Estos imaginarios son redituables políticamente y nos brindan una cierta satisfacción comunitaria. Pero poco nos sirven para avanzar en la gestión sobre Malvinas (si tal cosa existe) y, lo que es más grave, reafirman lugares comunes sobre nosotros mismos que difícilmente sean beneficiosos de cara al futuro.

6 comentarios:

  1. Sin embargo, es la única estrategia posible. Igualmente desarrollas tu reflexión a partir de afirmar que "efectivamente se trata de una "causa", de lo cuál no estoy seguro, porque si se han tomado medidas ciertas y diplomáticas al respecto, con lo cual es una política de Estado, y tal vez también una causa, (no creo que ambas cosas sean excluyentes).
    Yo no he tomado ninguna posición. Lo que si pienso es que el gobierno debería hablar de soberanía económica, en relación a los derechos sobre Malvinas, en vez de buscar exacerbar una especie de cruzada patriótica, que como vos decís, solo engrosa estereotipos y se vale de lugares comunes. Un salydo.
    Pablo

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  2. Pablo, yo tampoco que la causa y la política sean mutuamente excluyentes, sino que la causa está antes que la política. Con esto quiero decir que lo que orienta la política no es un objetivo concreto sino una manifestación simbólica (o sea, una causa).

    No veo por qué la actual estrategia sería la única posible. Una alternativa sería un acercamiento a las islas que, en el muy largo plazo, podría llevar a que los isleños dejen de odiarnos y consideren las ventajas de pertenecer a un país más cercano geográficamente. Otra alternativa sería seguir manteniendo el asunto en un segundo plano, como hizo el gobierno hasta ahora. Una tercera sería mantener la estrategia pero sin toda la puesta en escena ideológica. En definitiva, creo que en la cuestión hay muchos caminos posibles.

    Saludos.

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  3. Soy de aquellos que sienten esa ambiguedad respecto a Malvinas. Causa/ política o mas bien sentimientos vs raciocinio.
    Por mas vueltas que le de, el raciocinio supera al sentimiento y la recuperación está relejos.
    Y mas aun con esta política, del agravio y la chicana. Orientada a victorias simbólicas y nada mas.
    La recuperación pas por la paciencia y la inteligencia. No tenemos ninguna de las dos.

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  4. Mas torpemente escribí:
    http://observadorcomprometido.blogspot.com/2012/02/pensando-las-malvinas.html

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  5. Según entiendo las islas fueron ocupadas en 1833, es decir, casi unos 50 años antes de la consolidación del Estado y es por este hecho que hay que dejar de repetir "fueron nuestras y nos las quitaron",(es más, la Banda Oriental-Uruguay- fue cercenado 40 años después, de lo que luego fue Argentina) desde entonces que se habla inglés en las islas y han tenido su desarrollo histórico totalmente ajeno al argentino. Aún así, desde criterios geográficos (fijados en los albores del siglo XX, mucho después de la ocupación)en los que hay consenso mundial, deberían "pertenecernos", pero estos criterios lesionan la impronta imperialista de Inglaterra y ellos siendo parte del consejo de seguridad de la ONU, pueden vetar decisiones de la "democracia planetaria", en fin es una empresa estéril la diplomática. Otra alternativa tampoco es viable, ellos no me parece que quieran pertenecer a Argentina ¿y por qué querrían hacerlo, por proximidad geográfica, salteando grandes diferencias culturales?, Quizá lazos de otro tipo nos acerquen, pero, desde mi perspectiva, "repatriarlas" es una empresa inútil, una cortina de humo, es causa y política exterior que busca una reacción fuera y dentro del país, siempre simbólica, claro y además está dando resultado en ambos planos al gobierno. La oposición de acuerdo y el bloque regional también, con sus consecuencias favorables para el Estado.
    Hernán

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  6. No podemos recuperar las malvinas porque nunca fueron nuestras.

    Las "tuvimos" por solo 13 años, durante los cuales un numero aproximado de 100 "argentinos" las habitaron (entre comillas porque aun no existia el estado nacional)

    Comapara eso con las generaciones de -miles- de britanicos que vivieron en las islas.

    No tenemos base para reclamar esas islas.

    Me encantaría que fueran nuestras, más que nada por el petroleo, pero no lo son.

    Quienes las habitan no se sienten argentinos ni quieren ser argentinos. No se independizaron de inglaterra porque no quieren dejar de ser britanicos, algo asi como un Puerto Rico a menor escala.

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