jueves, 29 de marzo de 2012

Más no es necesariamente mejor

La política argentina suele manejarse en base a una idea que debería ser revisada. La idea es que si se destina más dinero a un área, este área producirá mejores resultados. Esta idea parecería ser de sentido común, en gran medida porque nuestra vida cotidiana nos expone repetidamente a la situación de querer cosas que no podemos tener por el solo motivo de que nos falta dinero. Pero más allá de los motivos, es evidente que en general los gobiernos pretender demostrar la mejoría de un área en términos de cantidad de inversión: "se destinaron tantos millones de pesos a educación", "se otorgaron tantas miles de becas de investigación", "se construyeron tantos hospitales", etc. La premisa es siempre que más es mejor.

Esta forma de razonar es bastante engañosa. Muchas veces los resultados de un área tienen que ver con su funcionamiento y no con sus recursos. Por ejemplo: si los maestros están mal capacitados, no van a mejorar porque se les aumente el salario; si el presupuesto de salud está mal distribuido para favorecer a ciertas áreas geográficas, un aumento del presupuesto total incidirá marginalmente en las áreas menos favorecidas. El punto es que si no se determinan los objetivos y se diagnostican los problemas, el aumento presupuestario puede servir para poco. Por eso, sería mejor demandar a los gobiernos resultados antes que presupuesto.

Claro que demandar resultados muchas veces es peligroso para quienes demandan más presupuesto: si yo soy un maestro mal calificado, seguramente voy a tener más interés en que aumento el presupuesto sin importar más nada, que en que alguien se ponga a averiguar por qué mis alumnos no salen bien en los exámenes. Por ese lado, el problema no está solo en los políticos sino también en la sociedad civil.

jueves, 22 de marzo de 2012

Subsidios

El otro día hablaba con un amigo que investiga el tema de los subsidios. No quiero revelar identidades, pero créanme que sabe de lo que habla. Además, lo que me dijo no es demasiado sorprendente. Dos cosas principales:

1) Cada año, los subsidios son mayores. Lógica pura: los precios generales aumentan, pero los servicios y el transporte no. Ergo: el Estado pone más plata para mantener los precios bajos. Hay entonces una carrera entre la capacidad recaudadora del Estado y el incremento de los subsidios. Lo segundo va más rápido que lo primero, lo cual significa que en los próximos años pasa una de dos, o una combinación de ambas: a) se recortan los subsidios, como ha comenzado a hacerse tibiamente; b) se buscan nuevas fuentes de financiamiento.

2) El sistema de subsidios genera situaciones "perversas". Un claro ejemplo es el de los trenes: el Estado los financia pero no está a cargo de la gestión. Eso significa que quien los gestiona no tiene, más allá de su buena consciencia, ningún incentivo para mejorar el servicio. Desde el punto de vista económico, solo tiene incentivos para reducir costos. Lo "perverso" de esto es que el Estado es de hecho el responsable de mantener el servicio, pero formalmente el responsable es "la empresa". Las consecuencias están a la vista: cuando hay problemas, nadie asume la responsabilidad.

Es común en la historia argentina sostener el crecimiento acumulando distorsiones que, cuanto más se prolongan, más difícil se hace abandonarlas, tanto económica como políticamente. Lucas Llach llama a esto "populismo": crecer hoy a costa de problemas futuros. Los kirchneristas lo piensan de otro modo: los tiempos económicos deben ir de la mano de los tiempos políticos, y no subordinarse a los mismos. El problema es que "políticamente" siempre hay buenas razones para postergar los ajustes económicos, lo que hace que, a menudo, haya que hacer todo de golpe a último momento.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Más información y menos excusas

Voy con una sugerencia breve y concreta. Tiene que ver con una de esas áreas que al kirchnerismo, desde el más dogmático al más reflexivo, lo tiene sin cuidado: la comunicación y la transparencia de la gestión de gobierno.

Si luego de un accidente en el que mueren 51 personas Cristina explica lo difícil que es llevar a cabo reformas en el Estado (para mejorar los trenes, en este caso), ¿no sería preferible para la ciudadanía que, además de enumerar en cada discurso pública una seguidilla de logros, explicase los desafíos y problemas de cara al futuro? La postura actual me parece la del irresponsable: te repito una y mil veces que todo va bien, y cuando estalla algo que está mal te explico por qué no lo mejoré. Es como un mal empleado que, en vez de plantear los problemas de entrada, trata de ocultarlos y luego, cuando ya no puede, pone excusas.

No es un misterio que la gestión estatal es compleja y suele demandar tiempos más extensos que los deseables. Tampoco es un pecado imperdonable aceptar que hay problemas que todavía no se pudieron resolver. Sería saludable para la relación entre la ciudadanía y la política que haya más transparencia en estas cuestiones. Sería mejor que la política triunfalista que repite lo bueno, ignora lo malo y da explicaciones solo cuando las cosas estallan.

domingo, 4 de marzo de 2012

¿Viento de cola o mérito del gobierno? ¡Sí, por favor!

Leo acá en Artepolítica que "a esta altura hablar de viento de cola es ingenuidad o mala fe". Como suele pasar, reducir ciertas cuestiones a la dicotomía kirchnerismo/anti-kirchnerismo esconde su sustancia, sus complejidades y sus matices. Tanto la afirmación "la Argentina crece debido a circunstancias económicas favorables que no tienen nada que ver con la política del gobierno", como "la Argentina crece debido a las políticas del gobierno más allá de las circunstancias favorables", son inconducentes. Por un lado, es obvio que la Argentina viene atravesando una coyuntura económica estructuralmente favorable hace varios años; coyuntura que no fue creada por los Kirchner. Una clara evidencia de ello es la situación de América Latina en su conjunto, de la situación económica de cada país más allá de sus políticas concretas. Por otro lado, es igualmente obvio que una situación económica favorable puede ser acompañada o perjudicada por decisiones políticas. En un país particularmente imprevisible e inestable como la Argentina, no es evidente que tal situación favorable conduzca automáticamente a un período de crecimiento prolongado.

La metáfora "viento de cola" me parece entonces bastante acertada. Digamos que si uno vuela en avión y hay viento de cola, se avanza más rápido, lo cual no implica que el piloto no tenga que hacer bien su trabajo, que no haya turbulencias, y demás. Desde mi punto de vista, el debate tiene que partir de la base de que este viento de cola existe y centrarse en qué se está haciendo con él, cuánto se lo está aprovechando para generar un crecimiento sustentable, en qué medidas las políticas del gobierno lo potencian o lo socavan, qué transformaciones sociales se están generando, y demás. Los debates son productivos cuando se sustentan en datos de la realidad, y estos datos demuestran tanto que hay viento de cola como que el viento de cola no alcanza para crecer estable y prolongadamente.