miércoles, 15 de diciembre de 2010

Duhalde y el imaginario progresista

Cuando asesinaron a Mariano Ferreyra, el gobierno nacional buscó responsabilizar a Duhalde, y no pudo. Hoy recurre a la misma estrategia. Hay indicios de que las ocupaciones pudieron haber sido incentivadas u organizadas por grupos políticos, pero de ahí a sugerir que Duhalde organizó los hechos desde las sombras, hay un salto que se basa en imaginarios y lugares comunes más que en evidencias. Es cuestión de poner en marcha el imaginario progresista, según el cual Duhalde representa "la mafia", "el narcotráfico", "la desestabilización". Ya algunos blogs empiezan a hacer eco: "la quieren bajar", "esto está armado", "estoy seguro de que Duhalde está detrás de todo esto". Está presente la idea de que este gobierno está afectando a "las corporaciones" y a "intereses muy poderosos", que no se van a quedar quietos. Cuando sucede algo que afecta al gobierno, se lo interpreta como una confirmación de esta premisa. Todo cierra perfectamente. No hace falta hablar de la inaficacia del gobierno para prevenir los episodios de violencia. La culpa la tiene otro.

Lo que es llamativo es la fuerza de ciertos imaginarios, y la capacidad de un discurso para volverse creíble solo a fuerza de presupuestos e ideas de sentido común. Como siempre, lo que se pierde es la capacidad de pensar, de analizar y de cambiar. Lo que se fortalece es la percepción de que estamos en lo correcto, y de interpretar todo lo que sucede como una confirmación de que siempre tuvimos razón.

sábado, 11 de diciembre de 2010

La Argentina está mal

La Argentina está mal. Con esto quiero discutir la idea que viene tratando de instalar el gobierno de que la Argentina es un país al que le va bien, y al que principalmente los intereses mezquinos de los medios de comunicación buscan persuadir de lo contrario. Como escribe Marcos Novaro, esto implica una mirada conformista de la situación del país, según la cual conviene centrarse en lo bueno y pasar por alto lo malo ya que, sino, nunca somos felices. El problema es que, como demuestran los hechos de Villa Soldati, que confirman problemas que ya se hicieron evidentes con las muertes de Mariano Ferreyra y de Roberto López en Formosa, lo malo, si no se soluciona, termina saliendo a la luz.

Como dije en el comentario anterior, la política de no represión está mostrando su fracaso. Pero lo más grave del episodio de Soldati no es eso, sino las reacciones de los gobiernos nacional y de la ciudad. Macri utilizó el recurso más básico y prototípico del populismo de derecha: culpar a la inmigración. Aprovechó de esa manera para asestar un golpe al gobierno nacional, precisamente por el lado por el cual el gobierno nacional quiere recibir los golpes: desde la derecha más tosca. De esa forma, detrás de la confrontación, hay una complicidad: ambos sectores, Macri y el gobierno nacional, se posicionan como los adversarios naturales uno del otro. Ahí es donde ambos se sienten cómodos, en un escenario de derecha contra izquierda, basado en consignas que nada tienen que ver con el entendimiento de lo que está pasando.

Que el gobierno es partícipe de esta estrategia quedó claro con el discurso de Cristina poco después de los incidentes. Derechos humanos, no a la xenofobia, pero ninguna acción concreta para evitar que continúen los asesinatos. Las madres de Plaza Mayo, sentadas detrás de Cristina, aparecen como un símbolo de legitimación moral que poco tiene que aportar a la solución del problema. Pero esto, al parecer, es lo menos importante: lo principal es aquéllo: la moral, los valores progresistas, los derechos humanos reducidos a juzgar viejos criminales, "no a la xenofobia". Nada de re-evaluar la política de "no represión", nada de pensar cómo hacer para que estos episodios no se sigan repitiendo.

Tampoco hay nada para pensar sobre el hecho de que la gente se esté matando entre sí. ¿No era que estábamos bien? ¿No era que la Argentina es un país de gente buena? Tal vez la tarea de un gobierno no sea convencernos de que estamos bien, sino manejar un Estado capaz de intervenir en aquellas cosas que están mal. El Estado tiene que estar presente porque sino no hay ley, y si no hay ley, el que está dispuesto a matar, mata. Y no es cuestión de dejar que la gente se mate y después investigar: el Estado que se precie de tal tiene que estar ahí, haciendo cumplir la ley, reprimiendo si es necesario. ¿O alguien se imaginó tal cosa como un Estado que no reprime?

La gente se mata, el gobierno nacional no hace nada, y Cristina y Macri, dos de los líderes políticos más importantes del país, aprovechan para posicionarse políticamente. Por ahora hay mucha plata de la soja, y gracias a eso, políticas sociales, guerra contra los medios, aumento de salarios, y demás. Pero en los últimos días hubo cuatro asesinatos en una zona liberada, a la vista de todos y sin que nadie haga nada. Eso, en mi opinión, es un indicio de que la Argentina está mal.

Política de zonas liberadas

Los incidentes de Villa Soldati están reflejando, a mi juicio, el fracaso de la política de "no reprimir", que se empieza a parecer a una política de zonas liberadas. Si en un momento evitar el accionar policial pudo haber sido una medida positiva para prevenir nuevos episodios de violencia, está quedando claro que, en el mediano y largo plazo, esa política da lugar a otro tipo de violencia. A la larga, hay que buscar la forma de que el Estado pueda estar presente e imponer la ley sin excesos ni violación de derechos. Ya se ha dicho una y mil veces: donde no hay ley, el más fuerte gobierno a discreción. Así que desde el progresismo, sería bueno dejar de enorgullecerse tanto por no reprimir, y empezar a trabajar en una política más sustentable frente a la protesta social. Desentenderse de los problemas no es, hasta donde yo sé, una virtud política.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Macri

La evidente mediocridad, tanto a nivel discursivo como a nivel de gestión, mostrada hasta ahora por Mauricio Macri, representa un grave perjuicio para el sistema político argentino. Quienes no nos identificamos, en términos generales, con las ideas que el partido de Macri representa, no podemos ignorar que hay importantes sectores de la ciudadanía que sí lo hacen. La Argentina necesita que las demandas y las visiones de ese sector social sean políticamente representadas. Cuanta mayor coherencia, prolijidad, innovación, competencia técnica, y demás valores que suelen considerarse como positivos para un espacio político de cualquier signo ideológico, pueda presentar una propuesta de ese tipo, mejor será para el país. Al menos si partimos de la base de que lo mejor a lo que puede aspirar un país, es a que una pluralidad de espacios políticos representativos de la ciudadanía sea lo mejor posible. El sueño progresista de un país sin derecha política es un sueño incompatible con la democracia contemporánea.

Desde que llegó al gobierno porteño, Macri ha decepcionado en por lo menos dos aspecto. En primer lugar, ha desarrollado una gestión mediocre, con problemas muy evidentes en el ámbito educativo y en lo que tiene que ver con el Teatro Colón. Esas falencias no han sido compensadas por méritos significativos en las áreas en las que Macri había hecho hincapié durante su campaña, y en los inicios de su gestión, principalmente en los que tiene que ver con la reforma del Estado porteño en una dirección más eficiente y racional. En segundo lugar, Macri no ha desarrollado un discurso superador del populismo al que alega cuestionar. Sus palabras son toscas, superficiales, más tendientes a buscar el efecto inmediato que a lograr una mejor comprensión de los problemas. Discursivamente, Macri está lejos de la aproximación técnica a los problemas que dice defender, y cerca del populismo que dice rechazar.

Hoy, esta característica se ha hecho evidente en las declaraciones del PRO respecto de una "inmigración descontrolada", a la que se vinculó con la delincuencia y el narcotráfico. El punto no es que la Argentina tenga o no una política inmigratoria adecuada; hay margen para el debate al respecto. El punto es que, en un tema sesnible como es la inmigración de países cercanos, las frases simplistas son un signo de demagogia bastante poco afín a los valores democráticos y republicanos que Macri dice defender. Si hay datos que permitan sostener que la política inmigratoria del país genera problemas para la gestión de la ciudad, habrá que discutir en base a esos datos. Si no, el gobierno de la ciudad no hace más que incurrir en las consignas demagógicas que tanto suele cuestionarle (con bastante razón, a mi juicio) al gobierno nacional.

El país necesita un discurso discurso de derecha que se tome en serio los valores que dice defender: racionalidad, moderación, respeto por las normas, y demás. Cada vez más se hace evidente que Macri, y al menos gran parte de su espacio político, no está a la altura de esa tarea.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Más sobre "estilo" y "sustancia"

Quiero volver al tema del "estilo" y la "sustancia". Desde hace algún tiempo, el Poder Ejecutivo del Estado argentino se ha convertido en una maquinaria dedicada a descalificar a todo aquél que no está de acuerdo con el gobierno. Esa, por ejemplo, es la tarea que cumplen los funcionarios del gobierno cuando hablan en público, en lugar de dedicarse a explicar y justificar su gestión. Lo mismo hace el aparato mediático desarrollado por el gobierno, pequeño en términos cuantitativos pero sumamente intenso y cada vez más penetrante en ciertos sectores de la opinión pública.

Decir que es una cuestión de "estilo", o una manifestación de tensiones sociales más profundas, ambos argumentos defendidos por José Natanson, es insostenible. Como muy bien saben los ideólogos del gobierno, lo que aquí está en juego es una estrategia, e incluso una ideología, que consiste en magnificar los conflictos a tal punto que las diferencias pasan a ser irreconciliables. Esta semana, por ejemplo, el programa 678 presentó un informe bajo el título "Clarín y La Nación contra la Argentina"; presentando así a los adversarios políticos en enemigos de la comunidad. Ese tipo de discurso no debería ser adoptado con liviandad, pretendiendo que todos se hagan los tontos. Se trata de una ideología muy concreta, con antecedentes históricos muy precisos, de la cual los kirchneristas que se consideran al menos en alguna medida preocupados por la existencia del pluralismo y la tolerancia, deberían dar cuenta y asumir cierta responsabilidad.

Lo que me parece un síntoma de extrema irresponsabilidad e irreflexividad por parte de los kirchneristas moderados (asumo que los más extremistas saben bien lo que están haciendo), es no dar cuenta del tema. Me refiero a esconder bajo el rotulo de "estilo", preocupación de viejas de barrio norte, republicanismo al serivicio de los poderosos, y demás, cuestiones que en realidad son bastante serias. Porque cuando el Estado se convierte en una maquinaria para deslegitimar a quien piensa distinto, las propias reglas de juego del sistema democrático están en cuestión. Y esas son cuestiones serias, que hacen a la sustancia de la vida social.