lunes, 27 de mayo de 2013

Mocca y el pasado

Interesante respuesta de Emilio de Ipola a esta columna de Edgardo Mocca. De Ipola no responde al análisis de Mocca sobre el progresismo argentino (léase: el progresismo no kirchnerista), ya que, como señala, es una mirada "a vuelo de pájaro" y, por lo tanto (según creo), carente de argumentos sólidos que valga la pena discutir. En cambio, se refiere a algo mucho más concreto: Mocca ataca severamente al progresismo en su conjunto sin mencionar que, hasta hace pocos años, él mismo adhirió de lleno al ideario que ahora critica. Lo que sorprende a de Ipola son las condiciones psicológicas (o ideológicas) en base a las cuales alguien puede escribir como si su pasado no existiese. Y lo que le molesta, sospecho, es la falta de vergüenza y consideración para con quienes (como el propio de Ipola) compartieron ese pasado. Ante esto, de Ipola parece replicar "no acepto que borres ese pasado común".

De Ipola concluye que este borramiento del pasado está ligado a la pretensión del kirchnerismo de presentarse como un comienzo absoluto en la historia argentina. Claro que este ideario del nuevo comienzo no es exclusivo del kirchnerismo, sino que tiene una larga historia en la Argentina. Yrigoyen, Perón, en cierta medida Alfonsín y Menem (por no mencionar gobiernos militares), se caracterizaron por presentar sus gobiernos como el inicio de una nueva era que modificaría los principios sociales fundamentales del pasado. Esta operación ideológica hace que la relación con el pasado se vuelva complicada para aquéllos cuya actividad política es previa a la nueva era que se dice inaugurar. Eso da lugar a las auto-interpretaciones más extrañas. Algunos, como Mocca, apuestan al olvido. Otros, como Orlando Barone (quien también apostó al olvido, pero fracasó debido a la molesta memoria de los demás), expresan una suerte de reconverción y "mea culpa", mediante la cual limpian sus pecado e ingresan prístinos a la nueva era. Finalmente están aquéllos como Víctor Hugo, que interpretan su pasado como una suerte de anticipación del momento fundamente que vive el país (Víctor Hugo alega que él hizo dinero resistiendo la hegemonía del Grupo Clarín, siendo así una especie de precursor en la guerra contra el mismo).

Para quienes no nos identificamos con esta idea refundacional, todas estas narrativas son difíciles de procesar. El pasado no es solo la antesala del presente, sino también su suelo, es decir, lo que le da cierta estabilidad. El sentido de las acciones pasadas no se reduce a su relación con el momento presente, porque esas acciones tuvieron sus propias circunstancias. Reconocer la autonomía del pasado, pensarlo como un conjunto de experiencias compartidas que contribuyen a definir quiénes somos más allá de dónde estamos posicionados hoy, es condición necesaria para que el presente tenga un sentido más sólido, más creíble y más estable que el que determinan las circunstancias políticas del momento.

viernes, 24 de mayo de 2013

Corrupción

A veces aburre decir lo obvio, pero cuando la confusión general es tan grande es difícil evitarlo. La corrupción no es un tema reducible a la justicia. La idea de que todo el mundo debe ser considerado inocente de actos ilícitos mientras no haya una corroboración judicial es insostenible en política como en todos los órdenes de la vida. La presunción de inocencia es una cuestión legal, no práctica. En general, las personas son consideradas más o menos confiables en base a indicios que poco tienen que ver con evidencias jurídicas. Manejos sospechosos y no transparentes pueden no ser suficientes para una condena judicial, pero no tienen por qué ser irrelevantes para evaluar el desempeño de las personas en sus cargos.

Ayer lo escuché a Forster protestando a los gritos porque el periodismo habla de la presunta corrupción kirchnerista sin pruebas, a la vez que cuestionaba que no se hable Amalita Fortabat y la patria contratista. Como decía Freud, los argumentos contradictorios son la manifestación del deseo inconsciente. Por suerte algunos kirchneristas son más lúcidos y exponen la ideología kirchnerista con mayor transparencia: la corrupción es tolerable en un gobierno que implementa medida a favor de los sectores populares.

martes, 21 de mayo de 2013

Capitalismo a medias

El problema de tener un capitalismo a medias es que a la larga se genera un mal capitalismo. La idea del progresismo en general es la siguiente: el socialismo es un sistema ideal, pero por el momento inaplicable en la práctica, y por lo tanto lo mejor posible es un capitalismo con control del Estado que modere las consecuencias negativas. Todo bien, pero la economía es una estructura con una dinámica propia. Si la inversión está en manos privadas y el Estado expropia empresas, entonces es probable que haya menos inversión. Si la intervención estatal "en favor de los sectores populares" desalienta la inversión en eficiencia y productividad, a la larga la economía en general se verá perjudicada. Los empresarios que prevalezcan serán aquéllos que se dedican a actividades rentistas y al acomodo político. El círculo vicioso termina siendo que cuanto más se desconfía de las reglas del capitalismo y de su principal agente (los empresarios), más se contribuye a generar un capitalismo y un empresariado ineficiente y rentista.

martes, 7 de mayo de 2013

Economía

Hoy escuché esta entrevista de Víctor Hugo a Federico Sturzenegger. Víctor Hugo mezcla señalamientos atinados con disparates. Diría que para no tener ninguna formación económica, defiende bastante bien la posición del gobierno. Lo que no deja de llamarme la atención es la propensión a hablar con total soltura de lo que uno no sabe, ante alguien que sabe. Es una idea bastante difundida en la Argentina que la política y la economía son cuestiones que se resuelven a través de la ideología y el sentido común. El problema es que esto es en parte cierto, pero no del todo. La economía no es meramente técnica, porque involucra decisiones éticas respecto de la distribución de recursos. Pero sí tiene aspectos técnicos en el sentido de que ciertas variables se relacionan entre sí de modos que escapan al sentido común. Si uno no es economista, debería argumentar sobre las cuestiones éticas y dejar los aspectos técnicos a los expertos. Caso contrario entramos en la sanata.