jueves, 29 de diciembre de 2011

Nelson, por favor no

Me adelanto a pedirle a Nelson Castro que por favor no escriba ni diga nada respecto de cómo los problemas de salud de Cristina reflejan una ambición desmedida de poder, y que en consecuencia la presidenta debería escuchar y seguir sus consejos de resposo y alejamiento de la política.

Dale Nelson, copate.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Aclaración: Cristina y el Estado

Aclaro mi último comentario, a ver si se entiende mejor. Parto de señalar un absurdo: la máxima responsable del Estado, que es la entidad encargada de sancionar y hacer cumplir las leyes, llama a ser tolerantes con quienes trabajan en la informalidad, o sea, transgrediendo la ley. Ese absurdo puede tener muchas explicaciones; yo elegí la liviandad por el contexto y el tono de los enunciados. Lo cierto es que también puede expresar una convicción más profunda, que podríamos identificar como una concepción anti-estatista de la política. Si es lo segundo, correspondería una discusión más profunda. Si es, como yo pienso, lo primero, entonces creo que Cristina no mide bien las implicancias de lo que dice. Cuando desde la máxima autoridad del Estado se llama a la tolerancia con quienes transgreden la ley, y hasta se los elogia por su espíritu emprendedor, se menoscaba la propia idea de lo que es el Estado. Es como un Estado que dice "las leyes que yo sanciono son relativas, a veces hay que cumplirlas y a veces no".

Vale aclarar que no estoy pidiendo que se persiga al pobre tipo que vende ropa usada en la plaza. Si pido algo, es que el Estado sanciono leyes que valgan la pena hacer cumplir. Por ejemplo, ¿qué tal un decreto según el cual, hasta tal monto de ganancias, no hace falta ningún registro, ninguna boleta, nada? ¿No nos evitamos así, por ejemplo, las coimas a la policía? ¿No le decimos a los comerciantes formales que no tienen derecho a protestar, porque la ley dice que el tipo que vende en la puerta de su negocio sin pagar impuestos está actuando según la ley? En definitiva, ¿no es esto un Estado que se hace cargo de una situación social, en lugar de un Estado que mira para otro lado y le pide a la sociedad que se las arregle como pueda?

Cristina, liviandad

Cristina habla a veces con tanta liviandad que me hace desconfiar de sus capacidades como estadista. En este discurso, además de los usuales chistes que dan a la sesión un clima de reunión de amigos, Cristina llama a los ciudadanos a ser tolerantes con los comerciantes informales. O sea: la cabeza del Estado les dice a los ciudadanos que sean tolerantes con quienes no cumplen con las leyes que ese mismo Estado sanciona y, supuestamente, hace cumplir. No solo eso, sino que su discurso elogia a los productores informales, quienes según ella solo actúan por necesidad. La única forma de interpretar esto, creo, es la siguiente: el Estado reconoce que en ciertos casos es mejor no hacer cumplir las leyes él mismo que sanciona. Esas leyes, sin embargo, existen y son vigentes. El Estado considera, sin embargo, que hay casos particulares en los cuales esas leyes no se deben hacer cumplir. Ello implica, sin embargo, que no se trata de leyes, que por definición son generales.

Mi percepción, basado no solo en lo que Cristina dice sino en cómo lo dice, es decir, en el tono distendido y jocoso de sus palabras, es que Cristina no es lo suficientemente consciente de la posición institucional desde la que habla, y de las responsabilidades que esa posición conlleva. Ella dice lo que le parece como persona y como ser humano que opina, y al hacerlo pierde de vista las implicancias institucionales de los que dice. Entonces, terminamos en el absurdo de que el Estado nos dice que está bien transgredir las leyes.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Trapitos

¿Qué es un "trapito"? Alguien que extorsiona a quienes estacionan el auto (o sea, cobran a cambio de no dañar el vehículo). ¿Cuidan el auto? Puede ser que sí o que no; en cualquier caso, el dueño del auto no tiene alternativa. Yo nunca vi a nadie decirle a un trapito "dejá, no me lo cuides". La razón es que cuidar o no es algo secundario. Lo principal es el temor a que el propio trapito haga algo.

Siempre que haya un trapito, el mecanismo extorsivo es el mismo, no importa cuál sea la regulación. Las actividades extorsivas deberían ser prohibidas, no protegidas como alternativas laborales. En definitiva, me parecía más razonable la propuesta del PRO que la que se terminó aprobando.

martes, 6 de diciembre de 2011

Abal

Juan Manuel Abal Medina es una combinación de astucia, inteligencia y politiquería. Sin duda cuenta con una trayectoria profesional mucho más destacada que la del funcionario kirchnerista medio. También se destaca por su conocimiento académico de la política. Lo cierto es que Abal Medina siempre ha buscado articular su carrera académica con su carrera política, y ha sido hábil para moverse en cargos de gestión. Como Filmus, es una de esas personas que sin muchos más méritos que tener un perfil intelectual que escasea en los cargos públicos, ha hecho lo suficiente como para sobresalir entre sus pares. Reconozcamos, de todos modos, que si el contraste es con Aníbal Fernández, destacarse por el perfil intelectual no es tan difícil.

Politiquero de raza, Abal Medina no es una figura de peso propio. Como todos los funcionarios kirchneristas, ha ascendido a base de subordinación y sobriedad. Seguramente utilizará el cargo de Jefe de Gabinete para potenciar públicamente su figura, pensando eventualmente ganar una elección. Como buen realista de la política, Abal Medina no tiene una agenda ideológica; tiene ideas que, siempre que sea necesario, se acomodan y se amoldan a las necesidades de la carrera política.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Corporaciones... corporaciones...

¿Se acuerdan cuándo el gobierno estaba con los sindicatos y la oposición con las corporaciones? ¿O es que ahora es el gobierno es el que está con las corporaciones? Cuántas piruetas mentales van a tener que hacer los progres para seguirle los pasos a Cristina.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Discusiones imaginarias

Casi todos los comentarios en diarios y en blogs, tanto a favor como en contra del gobierno, mantienen una misma estructura: simular discutir. Esta estructura consiste en lo siguiente: se discute con una postura imaginaria que quien escribe le atribuye a un oponente genéricamente definido (por lo general "el gobierno" o "los medios hegemónicos"), sin que se entienda bien quién, cuándo y dónde presentó dicha postura. Por ejemplo, un periodista crítico del gobierno puede decir "los intelectuales afines al gobierno piensan que el periodismo debe subordinarse a los intereses del gobierno", sin presentar una sola cita; un periodista afín al gobierno, puede decir "los medios hegemónicos insisten en presentar toda medida que no sea el ajuste como la antesala de la hecatombe", sin dar un solo ejemplo al respecto. Imagino que en la mayoría de los casos esto se debe a la pereza intelectual: se discute con construcciones imaginarias porque las mismas se pueden simplificar y, por lo tanto, refutar con más facilidad. Y como no se menciona a nadie concreto que sostenga la postura mencionada, se evita la posibilidad de que alguien diga "yo no dije eso". Como resultado, cada uno puede construir su debate imaginario y participar del mismo sin correr el riesgo de hacerse responsable de nada.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Subsidios

Después de casi diez años de crecimiento casi constante, se abre una nueva etapa económica (y por lo tanto política) en la que hace falta ajustar. Hasta ahora, la cuestión era siempre qué parte del crecimiento se iba a llevar cada uno. El gobierno supo manejar bien esa cuestión: permitió que quienes más tienen, y por lo tanto tienen más capacidad de presionar económica y políticamente, se llevasen la mayor parte de los beneficios. A la vez, desarrolló una política asistencial que alivió a los que menos tienen, que además de ser los que más fácilmente se conforman, son los que menos capacidad tienen para defender políticamente sus intereses. Como resultado, casi todos los sectores sociales en estos últimos años tuvieron razones para sentirse satisfechos con su situación.

Por primera vez, parecería que ya no es posible que todos sigan mejorando linealmente su situación. Cuál será la magnitud del ajuste dependerá de cuánto haya que recortar el gasto público. Lo interesante por ahora es cómo el gobierno ha encarado la primera etapa. Primero que nada, hay que decir que las críticas del tipo "recién ahora se dan cuenta de que el Estado estaba subsidiando a los millonarios", si bien legítimas, no son demasiado relevantes políticamente. Dichos subsidios seguían una lógica política, tendiente a evitar los problemas administrativos y hasta legales que pueden surgir de recortes selectivos de subsidios (como los que están teniendo lugar ahora), y a no fastidiar a la siempre demandante y orgullosa clase media porteña. Más allá de eso, criticar lo que se hace porque no se lo hizo antes es poco conducente.

Es interesante, entonces, la modalidad. Primero se cortan los subsidios a barrios donde no debe vivir casi nadie que los necesite (el "casi" es importante, porque cada perjudicado injustamente tiene derecho a protestar). A continuación se "llama a la solidaridad" a la ciudadanía: el que no necesita subsidios, que renuncie voluntariamente. El gesto es claramente un primer paso simbólico, valioso como convocatoria a la toma de conciencia; económicamente es inconsecuente. Es también un gesto legitimatorio, porque el gobierno se muestra como queriendo evitar perjudicar a los que menos tienen, y la tira la pelota a la ciudadanía para que se haga responsable. La pregunta es: ¿cuál es el siguiente paso?

Creo que, inevitablemente, se tendrá que terminar en el sistema de "el que necesite un subsidio, que lo pida". Este sistema, que ya existe en otro países (por ejemplo, en Estados Unidos), puede generar bastantes complicaciones, es especial en un país con tantas operaciones económicas informales como la Argentina.  Posiblemente lo que pase es que muchísima gente solicite subsidios. Muchos casos serán situaciones dudosas, porque ¿cómo se decide quién "necesita" un subsidio y quién no? Más complicado aún: ¿cómo hace el Estado para verificar la situación económica de los que solicitan subsidios? En consecuencia: ¿cómo evitar un sistema arbitrario y distorsionado, repleto de subsidios conseguidos "por izquierda"? No tengo respuesta, pero en principio sospecho que habrá que evitar cualquier política de "caso por caso". Empezar por barrios me parece, en ese sentido, una buena idea.

En general, como tipo "progre" que soy, me parece bien que el gobierno ponga el acento en la cuestión equitativa: que el ajuste lo paguen los que más tienen. Como suelo mencionar, sin embargo, desconfío de los gestos ideológicos que no van respaldados por soluciones técnicas sustentables. El gesto ya está, me gusta, estoy de acuerdo. Ahora, a ver cómo solucionamos el problema.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Marx, Argentina y Miguel Bein

Estas últimas semanas vengo leyendo a Marx. No me considero un marxista, pero hay algo que dice Marx que tiene mucho sentido y es bueno tener presente: no se pueden comprender los procesos políticos sin tener en cuenta los procesos económicos. Más específicamente: no se puede comprender lo que los actores políticos dicen y hacen, si se pierde de vista la estructura económica. Esto, por supuesto, no agota el problema de cómo palabras y acciones políticas se relacionan con estructuras económicas. Pero el punto es éste: si debatimos ideas políticas sin mirar qué pasa en la economía, perdemos capacidad de comprensión.

A esta lectura de Marx se superpuso este excelente programa de Argentina para armar. Todos los panelistas hicieron buenas contribuciones, buscando explícitamente salir del molde de "kirchnerismo" y "anti-kirchnerismo". Pero lo más interesante fue lo de Miguel Bein.

¿Qué dijo Bein? La Argentina está cambiando económicamente y, por lo tanto, va a cambiar políticamente. Económicamente, se están acabando los años de crecimiento desenfrenado. En términos de ciclos económicos, diez años no es un período tan largo, y entre rebote de la crisis de 2001 y coyuntura internacional favorable, las circunstancias hicieron posible un crecimiento fenomenal. ¿Qué significó eso políticamente? Con marchas y contramarchas, acumulación de poder y políticas unilaterales. ¿Quién querría ceder capacidad de decisión y, principalmente, rédito político, con todas las variables a favor? En los próximos años, la coyuntura va a ser distinta. La recuperación económica está encontrando ciertos límites y va a ser necesario hacer ajustes, que necesariamente generarán tensiones sociales, ganadores y perdedores, y cierto malestar. ¿Podrá y querrá el gobierno mantener la estrategia unilateral y la concentración del poder? Sea que sí o sea que no, el escenario política será diferente. Lo importante es que la política que va desde 2003 hasta la actualidad está vinculada a una situación económica que está cambiando; entender esa vinculación puede ayudarnos a entender los escenarios que se vienen.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Tolerancia

Hoy leí esta columna de Lanata. Me preocupan estos episodios de gente agrediendo a periodistas. No porque simpatice con los periodistas argentinos en general, sino porque la idea de que está bien ejercer la violencia verbal o física contra alguien que piensa de una determinada manera menoscaba los principios de la democracia. Esta idea no la inventó el gobierno; es prácticamente una constante en la historia política argentina. Lo cierto es, sin embargo, que este gobierno no muestra interés por modificar dicha constante. Estaría bueno que Cristina, quien aprendió que es políticamente más inteligente mostrarse como conciliadora antes que como confrontativa, repudiase estos episodios. Estaría bueno porque, además de profundizar un perfil que ha sido fructífero políticamente, contribuiría a democratizar la cultura política argentina. Ya hubo gestos en ese sentido, cuando reprochó a Horacio González haber pedido que Vargas Llosa no inaugurase la Feria del Libro, y cuando pidió a su público que no silvara a la oposición. Es un camino que merece ser continuado.

martes, 1 de noviembre de 2011

Imaginarios y realidades

El otro día pensaba en la distinción entre imaginarios y realidades. Pensaba que un imaginario es la manera mediante la cual personas que no conocen una realidad se forman una representación de la misma, a partir de información fragmentaria y mediada. Una realidad, en cambio, es aquello que conocen las personas que tienen contacto directo con lo que está pasando. Esta distinción me vino a la mente a partir de varias conversaciones que tuve con personas que se sienten identificadas con el gobierno. Estas personas suelen expresar ciertas percepciones sobre cosas que están pasando, pero no pueden justificar esas percepciones, o pueden hacerlo de forma muy vaga y superficial. Estas percepciones serían "imaginarios" y no "realidades".

Venía pensando en eso y hoy me encontré con este comentario de Nicolás Tereschuk en el blog filo-kirchnerista Artepolítica. Tereschuk toma fragmentos de una entrevista a uno de los principales sociólogos argentinos, Javier Auyero, quien se especializa en temas de clientelismo, en los cuales sostiene, entre otras cosas, que "hoy los sectores populares viven peor que hace 15 o 20 años". Rompiendo con la lógica de defender el imaginario contra los embates de la realidad, Tereschuk llama a los kirchneristas a dejar de conformarse con rebatir a Mariano Grondona y a Magdalena Ruiz Guiñazú, y a tomar en cuenta las duras palabras de Auyero, así como las de otras voces calificadas. Es un pedido audaz, que puede traducirse así: dejemos de conformarnos con imaginarios, empecemos a pensar en la realidad.

Más allá de ese llamado, me quedo pensando en cómo los imaginarios suelen tener más peso que la realidad. Me quedo pensando en cómo personas cuyo conocimiento de la vida de los pobres es entre extremadamente escaso y nulo, pueden convencerse de que los pobres hoy viven mejor, en base a una política (la Asignación Universal por Hijo) cuyos alcances y méritos son todavía poco conocidos. Me quedo pensando en cuán poco importa lo que diga un especialista como Auyero (seguramente muchos ya lo estarán tildando de gorila reaccionario). Parecería que frente a un buen imaginario, poco importa la realidad.

jueves, 27 de octubre de 2011

Los tres ganadores del año electoral

-Cristina Kirchner. No hay mucho que agregar a lo que ya se sabe: la economía crece, no hay conflictos sociales graves, generó identificación tras la muerte de Néstor, mostró astucia y capacidad de aprendizaje para adaptarse una nueva coyuntura, y enfrentó a una oposición fragmentada y carente de ideas.

-Mauricio Macri. Los resultados electorales en la Ciudad y a nivel nacional demuestran que su decisión (de mantenerse en la Ciudad) fue correcta. Su buena performance lo preserva como un candidato importante de cara al futuro, y su cargo como Jefe de Gobierno le permite aguardar un decaimiento del buen momento del kirchnerismo desde una posición estratégica.

-Hermes Binner. En su primera elección nacional, tomó buenas decisiones, salió segundo, y se perfiló como uno de los principales referentes opositores. Además, inició la construcción de una fuerza política que, en principio, parece ideológicamente cohesionada y cuenta con figuras potencialmente relevantes de cara al futuro.

viernes, 21 de octubre de 2011

Los medios hegemónicos no convencen a nadie

Pregunta: si Cristina va a ganar las elecciones con más del 50% de los votos, el mayor porcentaje desde el retorno a la democracia, ¿no es absurdo hablar del discurso "hegemónico" de los medios de comunicación? Si los medios de comunicación son tan determinantes en las preferencias del electorado, ¿cómo puede ser que en medio de la mayor confrontación entre un gobierno y los principales grupos mediáticos, éste reciba semejante respaldo electoral? O acá hay una contradicción, en cuyo caso o bien Cristina no obtuvo más del 50% de los votos (imposible) o bien lo que dicen los medios de comunicación no es tan significativo políticamente. Salvo que que pensemos que el gobierno sacaría una cantidad de votos mucho mayor (digamos: 70%) si no fuera por los medios de comunicación. Eso, en base a la evidencia de los procesos electorales en todos los países, es extremadamente improbable.

O tal vez sea así: los medios nunca fueron tan determinantes políticamente como se dice, y si lo fueron, fue porque los demás actores les dieron ese lugar.

No es que no entienda que los discursos políticos admiten sin problemas la contradicción. El problema es que al final mucha gente termina confundiendo discurso político con realidad, que es mucho más selectiva con las contradicciones que los políticos.

jueves, 6 de octubre de 2011

Estabilidad, ¿corto o largo plazo?

Dice Nicolás Tereschuk:

¿Es inestable el sistema en la Argentina? ¡Es es-tabi-lí-si-mo! Acá y en toda América del Sur. El último intento de desestabilización fallido en Ecuador habla bastante de cómo está la región con ese tema.

Veo en este razonamiento un problema presente en muchos de los análisis de politólogos que simpatizan con el gobierno: el cortoplacismo. Pensar procesos políticos en períodos cortos (digamos, entre cinco y quince años) tiene sus beneficios, siempre y cuando no nos haga perder de vista que hay estructuras y procesos muchos más amplios. Hoy en día los sistemas políticos en América del Sur parecen estables, aunque habría que ver cuánta de esa estabilidad responde a la coyuntura económica favorable. Sin embargo, hace apenas diez años Argentina atravesó un colapso del sistema partidario, crisis de la autoridad estatal y discontinuidad institucional. Hace diez años que todo va bien, ¿pero eso significa que la estabilidad dejó de ser una cuestión central? ¿No podemos pensar procesos más amplios? No digo trescientos años, pero cuarenta o cincuenta. O más precisamente: procesos y estructuras que sobrevivan cambios coyunturales, especialmente económicos.

Un empresario

¿Qué es un empresario? ¿Todos los empresarios son tipos que quieren ganar guita a cualquier precio? ¿Los empresarios son necesariamente egoístas? ¿Puede la Argentina llegar a tener empresarios como éstos?:

http://www.youtube.com/watch?v=HHkJEz_HdTg&feature=player_embedded

lunes, 26 de septiembre de 2011

Más allá del cambio de discurso

En un comentario anterior mencioné un cambio en el discurso de la Presidenta que, en principio, me parece positivo: correrse de la descalificación permanente a quienes critican al gobierno para centrarse en los méritos concretos de la gestión. Ese cambio discursivo parece ser efectivo en términos electorales, ya que permite a la gente disfrutar del buen momento económico y restarle importancia a la confrontación política.

Esto no implica, sin embargo, que el gobierno haya modificado integralmente sus estrategias de descalificación, e incluso intimidación, a quienes lo critican. Existe, por un lado, una red de medios desarrollada y solventada por el gobierno con recursos estatales, dentro de la cual se expresan los sectores más virulentos e intolerantes del kirchnerismo. Si bien Cristina se ha alejado discursivamente de estos sectores, su gobierno sigue financiando sus canales de expresión. Por otro lado, continúan las estrategias para-legales destinadas a intimidar a consultoras y, ahora, a periodistas que contradigan la versión oficial sobre los índices de inflación.

Me pregunto, entonces, si el cambio discursivo de Cristina es efectivamente positivo para el país o si, en cambio, no es más que una estrategia electoralmente exitosa que sirve para esconder los aspectos más negativos de su gestión. Porque si el gobierno agrede e intimida a quienes lo critican, ¿no sería al menos más transparente que la Presidenta expresara esa estrategia en sus discursos? ¿No es esta nueva Cristina más distendida y alegre en alguna medida una forma de esconder parte de lo que su gobierno expresa? No son preguntas retóricas.

martes, 20 de septiembre de 2011

¿Por qué crecemos?

¿Por qué la Argentina crece sostenidamente, sin sufrir los impactos de la crisis en las principales economía del mundo? Tiro una respuesta superficial y simplificada que, sin embargo, creo que es más realista que cualquier apelación a las virtudes de "el modelo".

Por sus características naturales, la Argentina es un país que puede producir mucha soja. La soja es un producto cuyo precio ha aumentado enormemente en los últimos años, principalmente (pero no únicamente) debido a la demanda china. Como la soja está cara, sus productores ganan mucho dinero. Y como la economía argentina es simple y poco diversificada, el Estado puede apropiarse de parte de esas ganancias para, mediante subsisdios y transferencias, controlar que las demás variables económicas se mantengan bajo control. Puesto que la capacidad de producir soja está determinada por características geográficas, no hay (por ahora) que competir con otros países en este rubro. Puesto que la producción de soja es un proceso simple, es decir, que no requiere muchos insumos, no hay demasiados riesgos en cuanto a los costos de producción. Esencialmente, mientras el precio de la soja se mantenga estable, el dinero seguirá entrando. Y mientras el dinero entre, el Estado podrá seguir financiándose con esos recursos.

¿Significa esto que el crecimiento económico no es un mérito del gobierno? Sí (no es mérito del gobierno): la Argentina crece por una coyuntura favorable que no responde a ninguna política del gobierno. ¿Entonces el gobierno no tiene nada que ver con el bienestar económico que vive el país? Sí (tiene que ver): el crecimiento económico puede y suele generar tensiones sociales y pujas distributivas que inciden en el reparto de lo que gana el país y potencialmente en el crecimiento mismo. O sea: el crecimiento económico no es mérito del gobierno, pero sí lo es: a) haber traducido ese crecimiento en una situación que la mayor parte de la ciudadanía encuentra satisfactoria; b) haber controlado los conflictos sociales y las variables económicas de forma tal que el crecimiento se mantenga por un período prolongado.

martes, 6 de septiembre de 2011

Fundamentalistas kirchneristas, hoy en día minoritarios (por suerte)

El kirchnerismo es muchas cosas. Una de las cosas que forman parte del kirchnerismo es el sector de la llamada "batalla cultural". Es el kirchnerismo de la clase media progre, de los intelectuales y universitarios. Es el kirchnerismo que me vuelve a mí más anti-kirchnerista. Creo, por suerte, que es una parte del kirchnerismo que se ha vuelto minoritaria; casi accesoria. Hoy el kirchnerismo como tal tiene mucho menos que ver con una batalla cultural que con una sensación generalizada de bienestar. Ese cambio hace que yo sea menos anti-kirchnerista. Porque cuando veo informes de 678 o escucho hablar a los intelectuales de Carta Abierta, pienso que el kirchnerismo es una nube de fantasías auto-complacientes. Este informe sobre Tato Bores, por ejemplo, es deprimente. No porque piense que Tato Bores, de quien sé poco, sea una figura intocable. Sino porque si vamos a hablar de complicidades civiles con la dictadura, deberíamos hacerlo con el cuidado y respeto que merece la dignidad de las personas. Auto-congratularse por el debate que uno inicia sobre otra persona en base a supuestos y apreciaciones genéricas, se parece más a una casa de brujas que a un intento de pensar el pasado. Felicitarse por sugerir al pasar que otra persona puede haber sido cómplice de hechos aberrantes es poco ético. Porque, entiendo, el principio de que uno es inocente hasta que se demuestre lo contrario no aplica solo legalmente, sino que es un bien social. Espero, entonces, que este sector fundamentalista del kirchnerismo siga en proceso de ser cada vez más minoritario y carente de influencia.

domingo, 28 de agosto de 2011

Cómo criticar al gobierno

Hace rato que los economistas opositores al gobierno vienen sosteniendo que su estrategia económica se está agotando. Desconfío de estos análisis por dos motivos. Uno, porque se vienen equivocando desde hace mucho tiempo. Dos, porque parecen ignorar la capacidad y voluntad del gobierno para sostener ciertas variables económicas a través de intervenciones heterodoxas y en gran medida imprevisibles. Esto último es esencial y es la marca de "peronismo económico" de este gobierno: el gobierno no sigue ninguna línea concreta para lograr objetivos macroeconómicos (superhábit externo, superhábit fiscal, inflación dentro de ciertos límites, desempleo, y demás), lo cual hace difícil prever el rumbo de la economía. Cuando algo parece ir mal, el gobierno interviene con medidas focalizadas para contener o revertir la situación. Para bien o para mal, esta estrategia económica viene dando resultados desde hace mucho años, más de lo que muchos pronosticadores económicos creían posible.

Entonces, tal vez sea mejor dejar de asumir que la economía se viene abajo en cualquier momento y considerar la alternativa de que esto no suceda. Digamos que los precios de la soja (esto sí: condición indispensable para el sostenimiento de la coyuntura económica) se mantienen. Digamos que el gobierno sigue conteniendo o solucionando los problemas económicos que surjan mediante medidas heterodoxas. Digamos que, siendo así, el escenario político se mantiene: sin grandes cambios en la estructura social, el electorado sigue percibiendo que la situación es mejor que la que podría llegar a ofrecer cualquier otro gobierno. Si este escenario efectivamente se produce, entonces quienes son críticos del gobierno (como yo) tendrán que modificar el foco de las críticas.

Mi sospecha es que es necesario modificar una ecuación muy arraigada en el imaginario político, que establece: buen gobierno = éxito económico; mal gobierno = malos resultados económicos. Un breve repaso histórico serviría no solo para dejar en claro que este razonamiento es errado, sino que muchas veces es contraproducente: frecuentemente los peores gobiernos se asientan en coyunturas económicas favorables, y otras veces los mejores gobiernos no sobreviven coyunturas negativas. En la actual coyuntura argentina habría que preguntarse dos cosas: una, en qué medida es mérito del gobierno la buena situación económica; dos, cuán eficaz es el gobierno en traducir esta situación en reformas estructurales que mejoren la calidad de vida de los ciudadanos.

Mi percepción es que los principales déficits del gobierno están en estos puntos. No es tanto una cuestión de que el gobierno no esté haciendo lo suficiente para que la situación económica se sostenga (aunque no descarto esta posibilidad), sino que, por un lado, la situación económica no es el producto de las políticas del gobierno y, por el otro, esta situación no se ha traducido en reformas significativas de la estructura social. Esto, por supuesto, amerita largos debates. Mi argumento es esos son los debates que quienes criticamos al gobierno deberíamos dar.

lunes, 15 de agosto de 2011

Análisis del resultado electoral

Como en cualquier elección, analizar un resultado lleva tiempo. En este caso, sin embargo, sin entrar en cuestiones más profundas, queda claro que la amplia victoria de Cristina refleja un clima político general que, salvo eventos imprevistos, dará lugar a un triunfo sin segunda vuelta en octubre. Este clima político responde a dos variables relativamente sencillas: una, el crecimiento económico que va de la mano de una sostenida capacidad de consumo; otra, la ausencia de una alternativa política de envergadura. Es difícil imaginar a muchos votantes que, en la actual coyuntura, deseen que Duhalde o Alfonsín (nombres que, con lo bueno y con lo malo, traen recuerdos de un pasado que casi todos prefieren dejar atrás) reemplacen a Cristina en el gobierno. Binner y Rodríguez Saa son figuras menos conocidas.

Lo que ha pasado no es políticamente sorprendente, y si en algún momento pareció que la situación podía ser otra fue por las duras derrotas políticas que golpearon al gobierno hace algunos años. Pero, por un lado, nadie supo capitalizar esas derrotas y, por el otro, el gobierno aprendió de ellas y supo enderezar el rumbo. Hoy el gobierno, si bien mantiene su espíritu confrontativo, se dirige al electorado en términos más conciliadores e inclusivos. A su vez, evita situaciones de tensión que generen malestar social. Eso contribuye a que la capacidad de consumo se traduzca en un clima de bienestar general. Los errores del pasado, como lo demuestran los votos del campo, han quedado perdonados u olvidados.

Este discurso es a la vez una fortaleza y una debilidad. Es sin duda una fortaleza para las perspectivas electorales del gobierno, pero es una debilidad ideológica. El "triunfo del amor" puede entusiasmar a muchos y caer simpático a la mayoría, pero revela una carencia ideológica. Sin duda muchos partidarios del gobierno interpretarán la elección como el triunfo de un "proyecto", pero lo cierto es que el kirchnerismo carece de un armado ideológico que lo convierta en algo más que una serie de ideas genéricas. El "triunfo del amor" es el triunfo de un momento de alegría y optimismo, el mismo momento que permitió el triunfo de Macri en la Ciudad de Buenos Aires y de Scioli en la provincia. Ideológicamente, el kirchnerismo es débil y, por lo tanto, tiene pocos elementos para perdurar más allá del clima político coyuntural.

Entre la oposición, los que mejor han quedado posicionados son Macri y Binner. Macri sin duda acertó políticamente al retirarse de la contienda presidencial y permanecer en la ciudad, a la espera de una coyuntura nacional más favorable. Binner no quedó lejos del segundo lugar, pero con una diferencia respecto de Duhalde y Alfonsín: su candidatura no priorizó el triunfo electoral inmediato, sino la construcción de un espacio político sustentable. De poder mantener esta línea, su figura puede crecer con esta elección y posicionarse hacia el futuro, lo que parece ser el único beneficio que un opositor puede obtener en estas elecciones. Otro gran ganador es Scioli, que también acertó en mantenerse dentro del espacio de Cristina sin arriesgar su propia figura. Si, al igual que Macri, está esperando una mejor coyuntura para su lanzamiento nacional o, sencillamente, está cómodo donde está, se sabrá en el futuro.

La masiva adeción electoral a Cristina, si se confirma en octubre, convierte a su gobierno en en uno de los más poderosos desde 1983. Con "poderoso" quiero decir que es el gobierno que cuenta con mayor margen de maniobra para actuar políticamente, disponiendo masivamente de dos recursos esenciales: apoyo electoral y fondos públicos. ¿Qué está haciendo y qué hará el gobierno con este poder? Es un tema al que me refiero a menudo en otros comentarios, y que no está directamente relacionado con la coyuntura electoral.

Es necesario, sin embargo, tener en cuenta un importante matiz: según la Constitución, Cristina no puede aspirar a otro mandato. Esto implica de por sí una debilidad para su siguiente mandato, ya que abre un horizonte en el que no ella, sino algún otro, será presidente. Pero el escenario es complejo, puesto que si el clima político-electoral se mantiene, muy probablemente Cristina buscará una reforma constitucional que el permita mantenerse en el gobierno.

viernes, 12 de agosto de 2011

Apoyo a Binner

Este blog apoya la candidatura presidencial de Hermes Binner.

-Binner es un político vinculado a la buena gestión. A diferencia del Néstor, Cristina y sus principales seguidores, es poco adepto a las grandes consignas. Sus discursos presentan un progresismo más concreto, vinculados a planes específicos.

-Su carrera política, así como la de su espacio, demuestra perseverancia, coherencia y vocación de trabajo. Sus éxitos electorales tienen poco que ver con estrategias de aparatos político. Sus estrategia electoral rechazó los cálculos a corto plazo por una construcción a mediano plazo. Sus seguidores tienen una trayectoria más coherente y menos oportunista que la que caracteriza a los partidos mayoritarios.

-Su espacio político demuestra pluralidad y consistencia. Bonfatti le adjudicó el triunfo en Santa Fe, y Binner mismo no abandonó a Luiz Juéz tras su derrota en Córdoba. Binner viene demostrando capacidad de liderar un espacio plural sin basarlo en la subordinación.

Ver el artículo de Beatriz Sarlo sobre el tema.

martes, 9 de agosto de 2011

Ni Zaffaroni ni Hebe son santos

Un santo es, según la definición de Kant, aquél que actúa motivado exclusivamente por hacer el bien. Los seres humanos, aclara Kant, nunca actúan exclusivamente motivados por hacer el bien. O sea que los seres humanos no son ni pueden ser santos. O sea que, siguiendo a Kant, no importa cuánto bien haya hecho un ser humano, podemos asumir que: 1) no lo hizo únicamente motivado por hacer el bien; 2) no necesariamente hará el bien en el futuro. De nuevo: solo los santos actúan motivados exclusivamente por hacer el bien, y actúan siempre bajo el mismo principio.

Salvo que creamos que hay seres humanos que son santos, no cabe justificar las acciones de una persona apelando a otras de sus acciones. De ningún ser humano puede decirse: "como en una ocasión realizó esta acción (o acciones) que es indudablemente buena, se asume que no hay mala intención en esta otra acción". Tanto desde el punto de vista lógico como desde la observación empírica, este argumento es insostenible y potencialmente perverso, pues abre el camino a justificar cualquier cosa. Para ponerlo de una forma bien coloquial: el o la que se manda una cagada, tiene que responder por ella, sea quien sea, haya hecho lo que haya hecho. Salvo, claro, que sea un santo o una santa.

domingo, 7 de agosto de 2011

Una nueva víctima de la campaña mediática

Como viene pasando pasando con numerosos hechos políticos en los últimos años, pareciese que cada intervensión pública tuviese que posicionarse según la dicotomía "gobierno vs. grandes medios de comunicación". Lo mismo, como bien señala Gargarella, ocurre con el episodio de Zaffaroni. Estoy de acuerdo en que, en términos generales, se percibe un manejo político de la información, aunque con diversas magnitudes entre los diferentes medios. Claramente no es lo mismo el amarillista Perfil que La Nación. En ese sentido, me parece bien criticar cómo los principales medios tratan la noticia. Pero de ahí a ignorar el contenido de la misma, como si todo el problema pasase por el uso político que se hace de la noticia, es pasar al otro extremo; siguiendo con la lógica de que a un mal hay que contraponerle otro mal.

Que en varios departamentos puestos en alquiler por Zaffaroni funcionasen prostíbulos y negocios afines no lo desacredita como juez de la Corte Suprema. No hay motivos para pensar que él estaba al tanto de lo que sucedía, ni que tuviera relación directa con dichas actividades. La explicación de que los alquileres estaban en manos de una inmobiliaria, que es la que trataba con los inquilinos, es creíble.

Esto no significa, sin embargo, que el episodio sea en sí mismo insignificante. Cuando una persona ocupa un cargo de gran responsabilidad institucional, es esperable que esa persona sea particularmente cuidadosa con sus actividades y su entorno. Esto es así porque no solo esta en juego su vida privada, sino también su figura pública. Que en varios departamentos propiedad de un juez de la Suprema Corte funcionen prostíbulos no es solo un problema para Zaffaroni, sino para la propia imagen de la Suprema Corte. Aunque el episodio no sea tan grave como para ameritar una renuncia, sí es un episodio público que corresponde que sea aclarado. Por eso, no alcanza con enumerar los méritos académicos y judiciales de Zaffaroni, como si ellos por sí mismos despejasen toda crítica. En el mejor de los casos, Zaffaroni fue descuidado con sus negocios, y eso por sí mismo merece una cierta atención. Que en muchos casos los medios realicen un manejo político de la información no implica que la información en sí misma sea producto de una mala intención. La acusación respecto de la existencia de "una campaña mediática" parece ya un mecanismo genérico mediante el cual los partidarios del gobierno buscan sacarse cualquier problema de encima (Recordemos: ¿Schoklender se robó millones de pesos destinados a obras sociales? Campaña mediática contra Hebe).

En conclusión, es un error posicionarse ante el episodio de Zaffarani en términos "Zaffaroni vs. grandes medios". Se puede criticar el manejo que los grandes medios realizan de la información sin por ello dejar de lado la relevancia del hecho.

martes, 2 de agosto de 2011

New York Times

En medio de uno de los momentos más recalentados e inciertos de la política norteamericana, el diario de The New York Times publica en la primera plana la imagen de un niño desnutrido somalí (ver nota acá), en referencia a una nota sobre la catástrofe humanitaria en el continente africano. Desde mi punto de vista, un ejemplo de responsabilidad, calidad e innovación periodística. ¿No era que en Estados Unidos los medios de comunicación responden en cadena a los intereses de las grandes corporaciones? ¿No era que los medios privados administran la información que publican en base a los intereses corporativos a los que responden? Muchos de los que adoptaron la causa contra los "medios hegemónicos" podrían salir un poco de los dos principales diarios de la Argentina. Por ahí encuentren ejemplos casos que escapen a la dicotomía "medios que responden a intereses empresarios vs. medios que defienden los intereses del pueblo".

martes, 19 de julio de 2011

El ADN y la causa

Dos cosas:

1) No creo en la victimización de los hijos de Ernestina Herrera de Noble. Su nacimiento y adopción nunca fue una cuestión meramente personal, ya que se trata también de esclarecer el paradero de los niños nacidos en cautiverio. Si hay motivos para pensar que ellos pueden serlo, corresponde verificarlo. Que la causa haya cobrado gran difusión pública por ser hijos de la propietaria del principal grupo multimediático del país, en medio de una confrontación con el gobierno, no quita que la cuestión deba ser resuelta. Que una persona en la posición social de Herrera de Noble no contribuyese a que ello ocurra de la forma más rápida posible es cuestionable y sospechoso. Si sus hijos son víctimas, ella es en gran medida la victimaria. Más aún, es preocupante que la propietaria del principal grupo multimediático del país sea una persona que demuestra tan poco interés en esclarecer la verdad.

2) Abuelas ha cometido un error hacia su causa que les está costando gran parte de su credibilidad. Ellas han decidido vincularse políticamente al gobierno nacional, respaldando sus políticas en general, y no solo aquéllas vinculadas específicamente a su causa. De ese modo, Abuelas decidió dejar de ser una organización dedicada específicamente a los derechos humanos, para pasar a ser, hasta cierto punto, una organización política en términos más amplios. De ese modo, su causa quedó ligada a cuestiones que no están necesariamente vinculadas con ella. Por eso, hoy en día a Abuelas se le hace muy defícil desvincular la cuestión del origen de los hijos de Herrera de Noble de la confrontación entre Clarín y el gobierno, la cual se basa fundamentalmente en otras discusiones.

lunes, 18 de julio de 2011

Opiniones progres simpáticas

El otro día escuchaba hablar a Cristina sobre la inmigración. Sus palabras eran amenas al progresismo: los inmigrantes contribuyen al desarrollo del país, no quitan el trabajo porque hacen cosas que los argentinos no quieren hacer, y otras afirmaciones que no recuerdo. Son afirmaciones que, aunque imposibles de verificar, son simpáticas. Son, al menos, mucho más simpáticas para un progre como yo que las de Macri, igualmente inverificables, respecto de que hay una inmigración descontrolada. Sin ser los dichos de uno necesariamente más verdaderos que los del otro, los efectos inmediatos de hablar bien de los inmigrantes son más cercanos a mis preferencias ideológicas que los de criticarlos. En ese sentido, me gusta que la Presidenta elija ese camino, es decir, que busque generar aceptación hacia los inmigrantes, frente a la política oportunista siempre atenta a los prejuicios discriminatorios.

A pesar de ello, creo que cuando las afirmaciones ideológicas no buscan una cierta adecuación con los hechos de la realidad, se corre el peligro (casi inevitable) de que caigan en el vacío. Quiero decir: está bien que la Presidenta busque generar aceptación hacia los inmigrantes, pero lo cierto es que sus palabras no se sustentan en ningún análisis de la realidad, en ningún dato. La Presidenta parece hablar desde su sensibilidad, lo cual genera muchas veces identificación por parte de quien la compartimos; en este caso, una sensibilidad por una sociedad abierta y no discriminatoria. Pero tratándose de una Jefa de Estado, es de esperar que esa sensibilidad esté acompañada por un análisis concreto de la situación de la inmigración en la Argentina. Porque las opiniones generales, no importa cuán amigables sean en un contexto determinado, están siempre sujetas a climas de opinión inestables. Hoy se dice que los inmigrantes contribuyen al desarrollo del país, mañana se dice que contribuyen a su estancamiento; lo cierto es que, más allá de lo amigable o antipático de ambas consignas, ninguna tiene más sustento que la otra.

Entonces, está bien la ideología progre, la comparto, y es mejor en muchos sentidos que la ideología no progre. Hace falta más: pensar los temas con mayor profundidad y neutralidad (no "objetividad absoluta", que es otra cosa), analizar la situación, darle un cierto sustento fáctico a las ideas. Es la única forma en la que dichas ideas pueden pasar de ser opiniones coyunturales a verdades compartidas.

domingo, 17 de julio de 2011

Elogio a la consistencia

Muy buen artículo de Victoria Donda. Muchos intelectuales y periodistas podrían aprender a expresar sus ideas con consistencia y síntesis. Me parece una manera de respetar al lector y a las propias ideas. Yo, cuando leo artículos de opinión, no quiero que quien escribe me pasee por sucesiones de recursos retóricos, ideas secundarias, construcciones estéticas, interpelaciones emocionales, y demás. Quiero que me expliquen ideas con la mayor claridad y síntesis posible, lo cual me da más tiempo a leer otras cosas.

(Aclaro por las dudas: no es que el estilo telegráfico del artículo de Donda sea un modelo que todos deberían seguir. Pero es un buen contraejemplo para el estilo excesivamente indirecto y adornado de mucho de lo que se escribe).

miércoles, 13 de julio de 2011

You make me sick

Lo digo así, cortamente: hay que tener pocas luces para pensar que la columna de Fito Páez aporta algo al debate político, como están sosteniendo algunos. No sé si vale la pena aclarar por qué. Puedo entender que la gente que no piensa mucho sobre la política y que está medio resentida, se sienta feliz de que alguien haga clamar su bronca. Es como una puteada: sirve para descargar. Convertir esa descarga en un aporte constructivo al debate político es tonto, es no saber diferenciar la puteada de la reflexión.

Así que acá va mi aporte: ¡me dan asco!

martes, 12 de julio de 2011

Los dos kirchnerismos y su reacción

Hace rato que vengo notando dos kirchnerismos: uno delirante y otro pragmático. El primero es el de los "intelectuales" y los artistas, gente que de política concreta entiende entre poco y ni un pomo, y solo habla de las ideas, de la batalla cultural, del lenguaje político, y cosas así. Este kirchnerismo es intolerante y piensa que solo las personas egoístas pueden pensar diferente a ellos. Entonces reaccionan a la victoria de Macri como Fito Paez u Horacio González: con despecho, despotricando, despreciando, imaginando que el voto refleja una cierta condición moral.

El kirchnerismo pragmático se interesa por la política concreta. Sabe que la política está atravesada por muchas dimensiones, que la moral es solo una de ellas, y ni siquiera la más importante. Son estrategas y así interpretan la victoria de Macri: analizando los distintos tipos de votantes, los errores propios, las posibles estrategias para el futuro, y demás. Saben que la política es así y regulan su mala sangre.

No es que suela estar de acuerdo con los kirchneristas pragmáticos, pero cuánto más cuerdos son que los delirantes.

lunes, 11 de julio de 2011

Por qué ganó...

Se me ocurren estos tipos de votantes de Macri:

-El de clase media o media baja que dice "el gobierno se ocupa de los más pobres, pero para mis problemas concretos no ofrece nada" (como lo describe bien Eva Row).
-El de clase media alta al que no le gusta el discurso populista del kirchnerismo y se identifica con la estética y las prioridades ideológicas de Macri.
-El que no es muy ideologizado y tiene la percepción de que las cosas en general están bien, y por eso vota oficialismo, sea Macri o Cristina.

El kirchnerismo como tal tiene poco para ofrecerle a la ciudad (no solo a Buenos Aires, sino a otras). Su estética, sus consignas y su espíritu triunfalista no son para los votantes porteños más que una percepción genérica de que las cosas andan bien. Eso alcanza para votar a Cristina, pero no para identificarse con su fuerza política. Ahí hay una fuerte equivocación por parte del kirchnerismo, que cree estar transformando la mentalidad de los argentinos, recuperando valores perdidos, reflotando las convicciones políticas, y demás. Y no: con que las cosas en general anden bien, alcanza.

Macri ofrece una estética que seduce al electorado porteño. Su gestión tiene pocos méritos, pero también, a los ojos del votante medio, pocos déficits. La ciudad no ha mejorado mucho, pero se han arreglado algunas esquinas y algunos parques. Además Macri pudo achacar lo que está mal al gobierno nacional, que es el principal encargado de la seguridad. Pero principalmente, Macri y sus allegados son gente bien, que habla correctamente, baila. Es una estética que seduce, en un clima general de consumo y optimismo que da margen a la "buena onda" macrista, así como a la kirchnerista.

Creo que la superposición del voto a Macri y a Cristina es la principal novedad de esta elección.

domingo, 10 de julio de 2011

A votar

Es lamentable que la principal alternativa al kirchnerismo en la ciudad de Buenos Aires sea Macri. La gestión de Macri es deprimente. En primer lugar, porque no ha estado a la altura de su propia propuesta de encarar los problemas de la ciudad desde un punto de vista técnico. Se esté de acuerdo o no con esta propuesta, lo cierto es que el gobierno de Macri ha sido extremadamente ineficiente en solucionar los diversos problemas de la Ciudad, no solo en lo que respecta a las demandas típicamente progresistas como salud y educación, sino también en lo que respecta al tránsito y la seguridad, e incluso al Teatro Colón. Lo mismo ocurrió con su propuesta de reformar la administración pública porteña y de mejorar la eficiencia del trabajo de los empleados públicos. Políticamente, Macri se mostró más inclinado a dejar los principales cargos de gobierno en manos de conservadores retrógrados que en profesionales con probada experiencia en las diversas áreas. En resumen, lo que se proponía como una respuesta eficiente y profesionalizada a las mediocres gestiones progresistas, terminó siendo una gestión mediocre con un signo ideológico diferente. Podría decirse: un populismo de derecha para hacer frente a un populismo de izquierda.

Filmus, por su parte, encarna una suerte de pacto implícito: ustedes vótennos (al kirchnerismo), y nosotros los beneficiaremos con los abundantes recursos nacionales. Ya se vio lo que pasó la elección anterior: Filmus proponía la transferencia de la policía con sus respectivos recursos, perdió la elección, y esa propuesta quedó desdicha en los hechos.

jueves, 30 de junio de 2011

"Nunca menos", fiesta y problemas sociales

Me parece bien que, después de los 90, el discurso político y las políticas públicas hayan recobrado valores como la política social, la asistencia a los que menos tienen y la defensa del interés general por parte del Estado. Creo también que, en ese aspecto, este gobierno muestra una ventaja frente a otros candidatos, quienes no muestran una preocupación igualmente activa en ese sentido. Lo que me preocupa es que, después de ocho años de kirchnerismo en un contexto de crecimiento económico importante e ininterrumpido, la cuestión social siga siendo encarada casi exclusivamente como un tema de asistencia estatal. Porque, hasta donde yo sé, la asistencia social contiene situaciones de emergencia o, como está ocurriendo cada vez más, le facilita a gente de bajos recursos adquirir bienes de lujo. Pero no integra a las personas que reciben la asistencia al proceso económico, ni les da elementos para estar mejor posicionados social y económicamente cuando la coyuntura cambie y el Estado no cuente con la misma capacidad asistencial.

En ese sentido, me parece que este gobierno no es ni tan progresista ni tan de izquierda como algunos sostienen. Las políticas progresistas, creo yo, tienen que ver con objetivos más estructurales y con transformaciones más a largo plazo. Hoy en día, no se sabe bien qué está pasando con la estructura social porque el gobierno ha deshecho los indicadores confiables sobre la pobreza, lo cual menoscaba cualquier discusión seria sobre el tema. Sabemos que hay políticas sociales y que el flagelo de la desocupación es menos grave que en el pasado. Pero no sabemos bien los efectos generales de ese panorama. Sí sabemos que gran parte del empleo generado es en negro, y muchas de las mejorías de los sectores más carenciados provienen de políticas asistenciales dependientes del buen momento económicos, que a su vez depende del precio internacional de las materias primas.

Durante la presidencia de Néstor Kirchner, el discurso era "estamos tratando de salir del infierno". Era un discurso acorde a un país con los problemas sociales de la Argentina, y con muy amplias políticas asistenciales para los sectores carenciados. Luego se pasó a una especie de fiesta y al actual "nunca menos", que convirtió a lo que era un paliativo frente a los problemas sociales en una especie de bienestar general que se debe preservar y profundizar. Gran parte del progresismo aceptó ese discurso, posiblemente tentado por la confrontación con sectores de derecha, con los medios de comunicación, y por la política de derechos humanos. Pero, objetivamente, hay pocos motivos para pensar que este gobierno esté haciendo otra cosa que paliar problemas sociales estructurales que, ante un cambio de coyuntura económica, difícilmente puedan ser sobrellevados como ocurre hoy.

martes, 28 de junio de 2011

Chequeado

Recomiendo mucho este sitio: www.chequeado.com.

Un sitio que demuestra que, aunque la objetividad absoluta sea imposible, se pueden tratar cuestiones políticas con neutralidad y rigurosidad.

lunes, 27 de junio de 2011

¿Otra reforma constitucional?

Leo lo siguiente, escrito por un bloggero relativamente reconocido dentro del progresismo kirchnerista:

¿Por qué aquellos dos presidentes, que se mantuvieron poco menos de seis y algo más de diez años en el poder, respectivamente, tuvieron la posibilidad de plasmar su visión en un texto constitucional y no podría impulsar un debate similar el actual oficialismo, en caso de que la ciudadanía lo habilite a quedarse en el poder durante tres períodos consecutivos?

Si Cristina Kirchner es reelecta y decide poner en debate un texto constitucional, no haría más que avanzar en una línea que, durante estos últimos años, han puesto en práctica otros países latinoamericanos.

La justificación de siempre: si otros lo hicieron, ¿por qué nosotros no? Que esconde, por supuesto, la discusión de fondo: ¿no es preferible cambiar la práctica de que cada nuevo gobierno instala una nueva constitución y, por supuesto, la reelección? La consecuencia: en los hechos la Argentina no es plenamente una república ni tiene plenamente una constitución. Digamos que una constitución a la cual cada gobierno busca reformar, no es estrictamente una constitución.

Otra cosa: el kirchnerismo es extremadamente anti-republicano. Sencillamente, los kirchneristas no creen que las instituciones sirvan. Cuando hablan de instituciones o de "institucionalización", se refieren a la capacidad de sostener una política coyuntural por un tiempo prolongado. Eso no es una institución, es más bien el reemplazo que cubre su ausencia. En lo que respecta a reglas de juego que todos los actores aceptan y respetan voluntariamente, el kirchnerismo no tiene interés. Conclusión: la Argentina es un país donde, más allá de las relaciones de poder coyunturales, no hay reglas fundamentales claras y estables que permitan imaginar cómo serán las cosas en el futuro.

jueves, 23 de junio de 2011

El debate en TN

El otro día me contaron sobre la propuesta de Filmus de dar un debate abierto a todos los medios en la UBA. Me pareció una muy buena idea. Después fui cambiando de opinión, más que nada a partir de los argumentos que plantea hoy Beatriz Sarlo en esta columna. Algo que no había tenido en cuenta es lo siguiente:


Filmus, lo más tranquilo, puede decir que no va a debatir en TN después de haber ocupado constantemente las pantallas de los programas periodísticos de ese canal. Quien sólo mire TN ha visto a Filmus muchas veces. Sin ir más lejos, en uno de los programas de la noche ocupó casi media hora, hace quince días; allí recibió uno de los tratamientos más joviales, considerados y tolerantes a los que puede aspirar un candidato. Pero ahora Filmus, que en 2007 no tuvo inconveniente en debatir en TN (y ya estaba el juicio sobre los hijos adoptivos de Ernestina Herrera de Noble y ya el Grupo Clarín era tan grande como lo es hoy, en parte gracias a Kirchner), alega que no está dispuesto a reforzar ese monopolio con otro monopolio circunstancial del debate, en el caso de que la señal original pueda ser retransmitida por otros canales. Su apoderado no firmó el acta de acuerdo que se había discutido durante varias reuniones. ¿Para qué fueron a las reuniones si sabían que estaban discutiendo con TN y no con un abanico de medios manejados por Mariottto?

(...)

¿Estaría Filmus dispuesto a debatir en la sede de la Universidad de Buenos Aires, que le ofreció el rector Hallú? Por supuesto. Ese es un territorio cuya ocupación por sus partidarios juveniles es imposible de evitar. La UBA nunca detiene el ingreso de militantes. El recinto del Consejo Superior fue ocupado decenas de veces; se impidieron sesiones. La cultura de la UBA es, en este sentido, hiperdemocrática o anárquica, como se quiera. Es difícil imaginar que la UBA establezca medidas restrictivas para el acceso de público. Si se compromete a hacerlo, es difícil que pueda hacerlas cumplir en presencia de grupos dispuestos a entrar, ya que una de las decisiones que no concuerdan con su valiosa tradición de independencia es llamar a la policía.

Los debates se han venido dando en TN y han funcionado bien, y esta vez el canal ofrece abrir la señal para que la transmisión llegue a los canales de aire. El único que quiere cambiar de escenario es Filmus, que forma parte de un frente nacional cuya máxima referente nunca ha dado debates, ni conferencias de prensa, y que utiliza el monopolio de la cadena nacional para transmitir sus mensajes. Por lo tanto, la legitimidad de Filmus para poner condiciones al debate es inexistente. Como si fuera poco, la alternativa que propone es técnicamente mala y políticamente interesada. Siendo que ningún otro candidato ha puesto condiciones, TN parece hasta ahora el ámbito más propicio para el debate.

miércoles, 22 de junio de 2011

Tres cositas

1) ¿Qué sentido tiene que la Presidenta hable de "democratizar" los medios de comunicación mientras utiliza abiertamente la cadena nacional para su campaña política?

2) Macri bien podría, si le conviniese electoralmente, no dar debate en la ciudad. Si la Presidenta no lo da a nivel nacional, Filmus no tendría argumentos para cuestionarlo.

3) Salvo algún acontecimiento imprevisto, todo indica que Cristina gana cómoda, en primera vuelta. A ir pensando en 2015.

lunes, 20 de junio de 2011

Causa Malvinas e identidad nacional

Uno de los mejores libros sobre la cultura política argentina escrito en los últimos años es, a mi juicio, Sal en las heridas. Las Malvinas en la cultura argentina contemporánea, de Vicente Palermo. El argumento del libro es claro y convincente: la causa nacional respecto de las Islas Malvinas ha estado más orientada, durante por lo menos los últimos cincuenta años, a reforzar una cierta identidad nacional que a recuperar efectivamente las islas. Por eso los gestos de la Argentina al respecto tienden a ser grandilocuentes e ideologizados, al punto de que muchas veces no solo no aportan nada al objetivo de la recuperación sino que incluso lo dificultan. Por eso Cristina, que en este punto ha mostrado continuar con la misma tradición respecto de Malvinas, se expresa públicamente sobre el tema con palabras que expresan una ideología de resentimiento frente al Reino Unido. Curiosamente, la Presidenta pretendió darle a este país una lección ética sobre el tema, algo a lo que la Argentina debería haber renunciado luego de la ocupación de 1982.

Muchos piensan que, más allá de la cuestión diplomática (donde los derechos argentinos sobre las islas son mucho más ambiguos de lo que el sentido común nos indica), la causa Malvinas expresa un ser nacional que nos aglutina. Se suele otorgar a la misma un carácter unificante y expresivo de la identidad nacional. Ello lleva a los políticos a buscar aprovecharla con fines electorales, siendo que, en principio, la causa Malvinas se presenta como algo que une a todos y frente a lo cual nadie está en desacuerdo. Poco parece haber cambiado al respecto con la fracasada ocupación del 82.

Esta forma de pensar reproduce una forma de pensar la identidad nacional que es cuestionable y, pienso, anticuada (algo a lo que se refirió Hilda Sábado en este artículo). Presentar la causa Malvina como una cuestión de orgullo nacional induce, en primer lugar, a una errónea interpretación de la historia, cuyas potenciales consecuencias negativas para el país quedaron en evidencia en el 82. Este error consiste en pensar que las Islas Malvinas pertenecen a la Argentina por algún tipo de derecho natural o adquirido que el Reino Unido viola con alevosía. En segundo lugar, ligar la identidad nacional a una causa anti-imperial y, como si fuese poco, territorial, difícilmente nos ayude a pensar el lugar de la Argentina en el mundo en términos más abiertos y dinámicos, acordes a un mundo donde la propia idea de "identidad nacional" está cada vez más en cuestión.

La causa Malvinas es hoy una cuestión ideológica interna antes que un tema internacional, si tenemos en cuenta que la recuperación de las Islas es inimaginable en un plazo razonable. Por eso, repensarla sería una forma repensar la identidad nacional en su conjunto, tal vez más acorde a un mundo que ha cambiado mucho en los últimos cincuenta años.

miércoles, 15 de junio de 2011

Intelectuales curas

Sigo las diferentes reacciones de los kirchneristas frente al episodio Schoklender. Los bloggers K, más atentos a la realidad sociopolítico que a las batallas culturales, eligen el silencio. Asumo que reconocen las falencias del gobierno y de la fundación de Hebe que quedaron expuestas, y que siendo que ellos escriben a favor del gobierno, conviene callar. Los "intelectuales" K, siempre los más fundamentalistas, han optado por exaltar la santidad de Hebe con un fervor literalmente religioso. Esta columna escrita hoy por Forster bien podría haber sido escrita por un cura sobre Cristo.

Pensé en cuestionar lo que allí estaba escrito. Después pensé que no tenía sentido. Sería como cuestionar un sermón. Qué país aburrido para debatir.

lunes, 13 de junio de 2011

¿Cómo se gasta la guita?

Creo que uno de los grandes temas a partir de lo de Schoklender, en base a los que ya se sabe y quedando por delante mucho por investigar, es con qué criterio el gobierno maneja el gasto público. Porque si Hebe fue engañada en su más absoluta buena fe, podrá no ser corrupta, pero sigue quedando demostrada su absoluta incapacidad para manejar fondos públicos. Eso no debería sorprender a nadie, siendo una persona cuya trayectoria y la de su fundación está vinculada a una cuestión que nada tiene que ver con la construcción de viviendas, y que, uno se imagina, poca experiencia tiene gestionando cientos de millones de pesos. ¿Qué criterios utilizó entonces el gobierno para otorgarles tantos recursos con tan poco o tan ineficaz control? ¿Qué nos dice esto en general sobre el manejo del gasto público? ¿Qué nos dice sobre las virtudes de los criterios políticos sobre los criterios técnicos? A ver si alguien dice o escribe algo.

Debate para los pocos, consignas para los muchos

Leo estas dos declaraciones

Hoy existe libertad, se nos enrostra desde el poder oficial como si se tratara de una concesión generosa del gobernante. Efectivamente: existe libertad, pero se castiga la opinión. ¿Pero quién tiene ganas de verse expuesto a las burlas, los insultos y las descalificaciones de aquellos que ostentan poder, o utilizan los medios del Estado para insultar o ridiculizar a los que piensan de manera diferente? La estrategia de la descalificación personal, el insulto, la burla, ha sido sumamente eficaz como censura, ya que al cancelar el debate plural se impide que se configure el espacio público de las opiniones, ese pacto verbal, fundamento de la democracia. Ser honesto, decir lo que se piensa, se ha convertido en un acto de coraje, lo que revela una sociedad amedrentada.
Norma Morandini, citada en esta nota de Perfil.

[El artículo de María Pía López] revela una encomiable voluntad de “apertura” y de pensamiento crítico dirigido no solo al adversario, sino como reflexión honesta sobre el propio lado, sin “limar la criticidad de lo que incluye”, para usar sus propias palabras, y de esa manera propone empezar a quebrar la inercia de un “sentido común” (concepto gramsciano si los hay), y ciertamente “hegemónico”, que pretende que la sociedad argentina de hoy está dividida en dos bloques nítidamente delimitados por la adhesión u oposición incondicionales e in toto a un gobierno.
Eduerdo Grüner, Página /12.

Hay un contraste que me hace pensar lo siguiente: en los círculos intelectuales más restringidos, el kirchnerismo muestra una módica capacidad de disenso y autocrítica, mientras que en los espacios más "populares" muestra uniformidad y vocación confrontativa (es algo absurdo sostener que el debate público no está polarizado sobre la basa de dos artículos de difícil lectura publicados en un diario de poca circulación). Quien habla para unos pocos puede disentir y mostrar autocrítica, pero para el gran público solo queda la consigna cerrada. En ello está mucha de la vocación del "intelectual militante", que resguarda sus espacios de debate y disenso pero prescinde de ellos cuando interviene en el debate público.

El debate público y el debate académico son, podría decirse, irreconciliablemente distintos. La pregunta, en este contexto, es: ¿qué efectos tiene la separación así planteada para la política argentina? Queda para otro comentario.

sábado, 11 de junio de 2011

Schoklender... ¿y ahora qué?

Para el kirchnerismo progresista, el episodio Schoklender plantea un dilema ideológico. Las Madres de Plaza de Mayo eran, en su discurso, algo así como las representantes del bien absoluto y, por lo tanto, estaban más allá de toda crítica o duda. Ahora que sale a la luz que una parte de los muchos millones que el gobierno le entregaba a la organización de Hebe para construir viviendas eran apropiados por uno de sus más íntimos allegados, se plantea una encrucijada ideológica: seguir protegiendo la santidad de Hebe a toda costa ("Hebe es inensuciable", "hay que ser mal parido para criticar a Hebe"), presentándola como alguien traicionada en su más pura buena fe, o dejar de lado el manto de santidad que la rodea y aceptar que las Madres de Plaza de Mayo no están más allá de la crítica y de desaciertos. Creo que ya se está viendo que esta segunda opción irá predominando, lo cual planteará el problema de cómo reacomodar ciertas consignas. Porque se abrirá un vacío de legitimidad que deberá ser reemplazado por algún otro elemento o por una rearticulación de los elementos ya existentes.

martes, 7 de junio de 2011

Un poco de 678

Yo crecí viendo y escuchando a Nelson Castro, Magdalena Ruiz Guiñazú, Marcelo Bonelli, Jorge Lanata, Pepe Eliaschev, Mariano Grondona y algunos otros. Menciono estos nombres porque son algunos de los que pregominaron en las últimas décadas. Salvo Eliaschev, nunca me pareció que ninguno de ellos fuese muy buen periodista, y hoy en día creo que ninguno lo es. El periodismo argentino es muy mediocre, y en él proliferan la soberbia, la pobreza argumental, el moralismo, la falta de formación y de profesionalismo.

Hoy vi unos minutos 678. Algunos dicen que 678 hace lo mismo que TN solo que con un signo político distinto. Esto es evidentemente falso. Ningún otro programa de televisión importante en la Argentina apela a la repetición, al recorte y al archivo tanto y tan sistemáticamente como lo hace 678. Ningún otro programa cuenta con tanta gente criticando al unísono a una persona ausente, y ninguno lo hace sistemáticamente con la virulencia que lo hacen en 678. La parcialidad y la falta de profesionalismo que caracterizan a los principales medios de comunicación no es equiparable a lo que ocurre en 678, donde hay segmentos con extensos informes audiovisuales (basados en el recorte y la repetición), seguidos por comentarios de 6 ó 7 panelistas abiertamente ligados al gobierno, destinados a criticar a los periodistas y políticos opositores.

678 expresa un moralismo fundamentalista característico de la clase media, en este caso de izquierda. Su lógica es que hay personas tan malas que deben ser desenmascaradas, aunque ello requiera a veces jugar un poco con los dichos y las palabras. La idea es que hay principios tan fundamentales que cualquiera que los transgreda merece una condena moral absoluta, que lo exponga como una persona malvada en su totalidad. En el informe de hoy, por ejemplo, se muestra a Lanata criticando a Hebe, junto a una frase sacada de contexto y malinterpretada, según la cual Madres de Plaza de Mayo vienen siendo cooptadas desde los 90. Luego se escuchan unas palabras de Eduardo Aliverti (frecuente invitado al programa) preguntándose retóricamente si el largo compromiso de Lanata con la tarea de Madres de Plaza de Mayo no fue en realidad "oportunismo transgresor". La conclusión parece ser: criticar a Hebe implica ser una persona malvada, cuyas motivaciones son siempre interesadas, no importa lo que haya hecho en el pasado (aunque en otros casos, algún hecho del pasado remoto deviene evidencia de la maldad, más allá de lo que pase ahora).

Yo, personalmente, no quiero vivir en un país donde en el espacio público prevalezca el estilo de 678. No estoy de acuerdo con quienes piensan que 678 es positivo porque contrarresta en parte el discurso periodístico predominante, ya que, en mi opinión, lo hace de una manera cuyos efectos generales sobre el debate público son negativos, incluso destructivos. Creo, por lo tanto, que a través de ese programa el gobierno está contribuyendo a generar un espacio público más cargado de distorsiones, estigmatizaciones y condenas morales.

lunes, 6 de junio de 2011

Populismo y tecnocracia en Argentina y Estados Unidos

Una breve observación. Es curioso cómo en la política de Estados Unidos el eje izquierda-derecha y el eje populismo-saber neutral (o tecnocracia, como gustan denominarla los populistas) se relacionan de manera inversa a como se relacionan en la política argentina. En la Argentina, quienes defienden políticas "de izquierda" adhieren en general a una forma populista de la política, en el sentido de hacer hincapié en demandas y consignas populares, y cuestionan al conocimiento neutral "tecnocrático", al que vinculan con el neoliberalismo. Quienes defienden políticas "de derecha" lo hacen por lo general apoyándose en un cierto conocimiento neutral de la política y la economía, y cuestionan al populismo por defender consignas demagógicas pero carentes de sustento en el mediano plazo. En Estados Unidos, en cambio, quienes defienden políticas "de derecha" son los más apegados a ciertas consignas populares, a las que dicen defender de la politiquería y la tecnocracia. Son quienes defienden políticas "de izquierda" los que suelen priorizar el conocimiento técnico por sobre las consignas populares.

Lo dicho. Una observación nada más.

sábado, 4 de junio de 2011

"Hebe es inensuciable"

Leo en esta entrevista a Gustavo Santaolalla lo siguiente:

Las Madres son “inensuciables”, porque las atrocidades que se cometieron en nuestro país no tienen calificativo y la forma en que estas mujeres se organizaron, con sus versiones diferentes... Porque están las Madres de Hebe, las Madres Línea Fundadora, las Abuelas de Estela–, y cada una tiene su punto de vista. Hebe, siendo la más controversial de todas, jamás en la vida podré pensar que ella esté metida en un tema de corrupción.

La declaración me recuerda un poco al análisis de Foucault de la verdad (parousia) en la Antigua Grecia. Foucault alega que, en la Grecia pre-socrática, la verdad está ligada al carácter de quien la expresa. Por eso Sócrates tiene que aceptar su muerte en aras de la verdad: solo quien afronta los riesgos que su verdad conlleva otorga credibilidad a sus dichos. Solo más adelante, con la difusión de la filosofía platónica, la verdad se convertiría en algo más parecido a lo que conocemos hoy: algo objetivo e independiente de quien la enuncia.

En el caso de Hebe y el episodio de Schoklender no está únicamente en juego una verdad, sino la persona misma de Hebe. Para muchos, tanto afines como críticos del gobierno, este carácter está de antemano fuera de duda y, por lo tanto, no es posible que Hebe supiese siquiera lo que estaba pasando. Prueba de ello es la propia historia de Hebe, su valentía en la lucha por los derechos humanos, entendidos como el esclarecimiento de la desaparición de personas perpetrada por la dictadura. Esta historia parece haberle otorgado a Hebe un carácter del cual no se puede dudar, así como, en la Grecia pre-socrática que analiza Foucault, quien realiza ciertas acciones debe necesariamente decir la verdad.

Creo que esta forma de ver las cosas es equivocada. No creo que nadie pueda, realizando ciertos actos, demostrar que está exento de cometer hechos ilícitos o antiéticos. Más aun, creo que Hebe ha tenido un comportamiento en los últimos años y una reacción ante el episodio Schoklender que no hacen tan difícil imaginar que pudiese tolerar un episodio de corrupción en su propia organización.

Sobre el primer punto, creo que sobran los ejemplos de personas que, por un lado, demuestran heroísmo y nobleza mientras que, por otro, demuestran, si no falta de ética, al menos desinterés por apegarse a criterios éticos. Nadie es totalmente ético ni totalmente inmoral, ni está demostrado que una serie de atributos nobles no puedan estar combinados con otros atributos que no lo son. Pienso, por ejemplo, en el caso de un policía que murió salvando la vida de una persona frente a unos delincuentes, y del cual luego se descubrió que estaba involucrado en numerosos episodios de corrupción. Es un error, por lo tanto, adjudicarle a una persona incapacidad de realizar acciones no éticas en base a haber realizado otras acciones ejemplarmente éticas.

Pero además, en el caso de Hebe, se trata de una persona que ya desde hace tiempo viene expresando desinterés por cuestiones vinculadas a la legalidad y a la ética pública. Su fundación, por ejemplo, fue la que contrató a Felice Micheli ni bien ella tuvo que dejar el cargo sospechada de corrupción. Esta forma de razonar fue confirmada cuando se refirió al episodio de Schoklender como "una pelotudés". Nada de esto significa, por supuesto, que Hebe sea corrupta. Sí significa que, para ella, las cuestiones que tienen que ver con la ética pública son, al menos, poco importantes. Y en esto Hebe no es diferente a muchos otros, con la diferencia de que, como sucede a menudo, ella es sumamente sincera al respecto. Pero siendo así, y formando parte de un gobierno y de un espacio político que ha despreciado y degradado la preocupación por la corrupción, ¿es imposible imaginar que ella misma pueda concebir ciertos actos ilícitos como tolerables, incluso como un mal menor justificado por un bien mayor? ¿No es éste, acaso, un razonamiento posible entre quienes, como Hebe, adjudican a su acción política un bien tan absoluto que a menudo justifica transgredir ciertas reglas de menor importancia?

Con esto no pretendo juzgar la vinculación o no de Hebe al episodio de Schoklender. Mi argumento es que tal vinculación no debería ser descartada de antemano en base a la lucha de Hebe por el esclarecimiento de los crímenes de la dictadura. El razonamiento según el cual ciertas personas están más allá de la crítica y la sospecha es errado y tiende a generar más expectativas que las que la realidad puede cumplir.

lunes, 30 de mayo de 2011

Sarlo

Beatriz Sarlo es, en alguna medida, un referente para aquéllos que nos consideramos críticos del gobierno sin adherir por ello a ninguno de los principales sectores opositores. Sarlo no defiende ningún programa político específico, lo cual le ha valido numerosas críticas desde el kirchnerismo (del tipo "es fácil criticar, ¿pero qué proponés?"). Más bien, ella expresa una preocupación por muchos de los procesos culturales que se están viviendo, y se dedica a discutir la valoración que de ellos realiza la intelectualidad kirchnerista. Es, además, una persona que debate, es decir, una persona que presenta argumentos y busca justificarlos. No es poca cosa, en un espacio público donde prevalecen la repetición de consignas, la estigmatización y la condenación moral. Por otro lado, se trata de alguien cuyos méritos intelectuales le otorgan credibilidad en el ámbito de las discusiones intelectuales.

Lo que diferencia a Sarlo de otros intelectuales como ella es su publicidad. Mientras que el kirchnerismo cuenta con numerosos intelectuales provenientes del ámbito académico de gran presencia mediática, prácticamente ningún académico crítico del gobierno, salvo Sarlo, ha adoptado tal presencia en el debate público. En realidad, ya desde antes de adquirir un perfil más definidamente crítico del gobierno Sarlo comenzó a dedicarse al análisis de la cultura en la prensa escrita. Pero es llamativo como, lejos de retraerse ante un escenario cada vez más reactivo a sus opiniones y perspectivas, Sarlo se instaló en la posición de la única intelectual académica crítica del gobierno con una presencia importante en los medios de comunicación.

Sarlo es importante tanto por lo positivo que representa como por lo negativo que revela. Su participación pública es positiva en el sentido de dar expresión a una crítica académica del gobierno que existe pero que en su mayoría elige, con buenos motivos, no darse a conocer demasiado. Sarlo recuerda, contra lo que muchas veces se sostiene desde el discurso oficial, que no todas personas inteligentes y formadas son partidarias del gobierno. Pero su soledad revela al mismo tiempo el retraimiento de ciertas voces académicas y el consecuente empobrecimiento del debate intelectual. O tal vez haya que revertir la causalidad, y sea que las voces académicas se retraen a causa de un debate intelectual empobrecido.

Esto último es algo que Sarlo pone en evidencia en cada una de sus intervenciones. Lo pone en evidencia cuando sus columnas desatan respuestas insultantes en medios afines al gobierno, respuestas que revelan incapacidad de discutir ideas y, consecuentemente, una absoluta propensión a la condena moral. Lo pone también en evidencia cuando asiste al programa 678 y tiene que discutir con ocho personas que piensan radicalmente diferente a ella, quienes diariamente se dedican a acordar unos con otros, y cuyos méritos intelectuales son insignificantes en comparación con los de ella. Pero también lo pone en evidencia a través de sus propias limitaciones, de sus propios errores y falencias, propios tal vez de una soledad que la lleva a cubrir más temas de los que ella está sólidamente calificada para tratar.

Sarlo, después de todo, ha hecho su carrera en el ámbito de la literatura y el estudio de la cultura. Sería necio poner en duda que es una intelectual sumamente calificada para comprender muchos de los procesos políticos que la Argentina está atravesando. Pero también es cierto que, por la complejidad del mundo moderno y los avances del conocimiento académico, es cada vez más necesario que los debates sobre las diversas áreas los den especialistas en las mismas. Y es necesario que la crítica al kirchnerismo comprenda dimensiones específicamente económicas, específicamente políticas, específicamente sociológicas, y demás. No es el caso, por supuesto, que estas críticas no existan entre los académicos y los especialistas. El caso es que no logran la visibilidad que sería necesaria para que la crítica académica al kirchnerismo tenga una presencia importante en el debate público, una presencia que demuestre que es posible criticar al gobierno desde una posición distinta a la de los prejuicios y la superficialidad que caracteriza a los principales medios de comunicación.

Lo cierto es, sin embargo, como señaló Hannah Arendt, que el conocimiento tiende a llevarse mal con lo público; a pesar de que, en cierta medida, se necesiten uno al otro. Sarlo ha dejado el aislamiento académico para intervenir en el debate público, dispuesta a afrontar la mediocridad y la violencia con las cuales son recibidos sus puntos de vista. Su ejemplo probablemente consiga seguir disuadiendo a otros académicos de seguir su camino.

martes, 24 de mayo de 2011

Respuesta acertada

Me parece muy acertado este comentario de María Esperanza Casullo sobre la dirección que debe tomar la candidatura de Filmus en la ciudad. Yo no lo votaría, porque no quiero respaldar al gobierno nacional, pero como respuesta a la pésima gestión de Macri me parece adecuada. El principal fracaso de Macri no pasa por su diferenciación entre política y gestión, la cual fue en cierta medida novedosa para el contexto en el cual surgió. Pasa más bien por sus pésimos resultados en el plano de la gestión, que supuestamente habría de ser su fuerte. La respuesta, por lo tanto, no debería ser un retroceso a una política que enfatiza las consignas progres por sobre los problemas específicos de la ciudad, sino una política que, desde el progresismo, pueda generar una gestión más efectiva y eficiente.

lunes, 16 de mayo de 2011

Corporaciones

Hace un tiempo escribí un comentario sobre el uso del término "corporaciones" para calificar a ciertos grupos o sectores sociales. Creo que el discurso de Cristina del otro día en parte confirmó lo que escribí y en parte lo corrigió. Confirmó que "las corporaciones" no son grupos sociales predefinidos, es decir, no hay grupos sociales que son en sí mismos "corporaciones" y otros que en sí mismos no lo son, como muchos suelen creer. Corrigió porque ello no implica que no haya actitudes "corporativas" y, por lo tanto, una cierta propensión de ciertos grupos a devenir "corporaciones". Cristina, que aprende más rápido que los supuestos intelectuales que la apoyan, ha explicado entonces que una corporación no es un atributo, sino una forma de actuar. La misma se define, según ella, por buscar el beneficio propio por sobre cualquier otra consideración respecto del bien común o de principios éticos. En otras palabras, una corporación es aquella que orienta sus acciones únicamente en torno de sus intereses (o incluso ideas) particulares.

Que los sindicatos en la Argentina son corporaciones no es una novedad. Tampoco es el caso, claro está, que los sindicatos hayan desarrollado recientemente actitudes corporativas. Los sindicatos han sido corporaciones desde los inicios del kirchnerismo, y su alianza con el gobierno hasta este momento se basó en la atención de los intereses corporativos de esos sindicatos. Esa satisfacción siempre ha implicado lo que Cristina remarcó el otro día: excluir a los trabajadores no sindicalizados y asentar las desigualdades al interior de los trabajadores; así como, y esto no fue mencionado por Cristina, respaldar una estructura y una dirigencia sindical abiertamente no democráticas.

Una de las lecciones prácticas del conflicto y potencial ruptura del gobierno con la CGT es la siguiente: no se debe asumir que los grupos sociales tienen atributos naturales e inmutables. Los actores sociales cambian según el contexto, o el contexto cambia de forma tal que la posición de los actores es transformada. Es un error atribuir a los actores sociales características inherentes, pensando que algunos están naturalmente ligados al bien común y otros naturalmente confrontados con el mismo. La política revela, antes que nada, que toda posición está determinada por un contexto permanentemente cambiante.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Zaffaroni contra los medios

Leo esta nota en Página/12. El juez de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni acaba de publicar un libro titulado La palabra de los muertos. El argumento presentado por el libro, según la nota, es el siguiente. Existe una "criminología mediática" que "pinta un mundo amenazado exclusivamente por el delito común y el terrorismo" y está "al servicio del poder y de un modelo de 'Estado gendarme' o 'policial' de raíces estadounidenses". Esta criminología esconde las matanzas perpetradas por el propio Estado, no solo en los casos de genocidio, sino más cotidianamente en las cárceles y en el uso irresponsable del poder policial. Por eso, en contraposición a la "criminología mediática", Zaffaroni propone una "criminología cautelar", cuyo objetivo es "'preservar la vida humana' y propiciar una 'sociedad inclusiva' corriendo el foco de 'la exaltación del poder punitivo'".

La descripción de la presentación del libro en la Feria del libro deja en claro que el evento fue, más que una búsqueda de reflexión especializada, una toma de posición en el conflicto entre el gobierno y los medios de comunicación. Salvo León Arslanián, los invitados (también estaban Víctor Hugo Morales y el abogado y militante de la Comunidad Homosexual Argentina Pedro Sottile) no eran particularmente versados en el tema en cuestión. Todos ellos, sin embargo, comparten una alineación abierta con el gobierno en el conflicto con los medios de comunicación. Las declaraciones tomadas por la nota dejan en claro que el evento se enmarcó en esta alineación.

El argumento del libro, tal como es descripto por la nota, es curioso. Se califica como "criminología mediática" a una criminología que, según Zaffaroni, oculta crímenes cometidos por el Estado. El objetivo sería, de alguna manera que no queda clara, sostener un cierto modelo socioeconómico. Pero lo que no se entiende es por qué, si es el Estado el que comete los crímenes, esta criminología sería eminentemente "mediática", y no "estatal". La definición parece demasiado forzada para ajustarse al clima político del momento.

Que el libro es más un intento de intervención política que un estudio académico lo deja en claro el propio Zaffaroni, quien dijo que escribió el libro en un lenguaje coloquial "para que lo pueda leer cualquiera". Es curiosa la idea de que un libro lo puede leer cualquiera solo por utilizar un lenguaje coloquial, como si no hubiese ciertos temas que requieren conocimiento especializado y son, por lo tanto, de difícil acceso para el público general.

Todos estos elementos ponen en duda la idoneidad de Zaffaroni para el cargo que ocupa. Un juez de la Corte Suprema es, por definición, alguien que no debe intervenir en los debates de la coyuntura política, mucho menos alineándose abiertamente con alguna postura. Siendo que un juez debe apegarse lo más cercanamente posible a la ley y ser lo más neutral posible frente a las partes en disputa, un juez políticamente activo despierta dudas sobre su idoneidad para ser neutral ante ciertos casos. Más aún cuando su intervensión política afecta temas judicializados en los que debe intervenir como juez: ¿puede Zaffaroni ser neutral frente a la ley de medios cuando defiende abiertamente la postura del gobierno en este tema? Si Zaffaroni quiere ser un intelectual público que toma posición en la coyuntura política, debería renunciar a la Corte Suprema, que es el órgano que, por su propia naturaleza, debe ser el más a-político y el más independiente de la coyuntura.

Si la descripción realizada por Página/12 es correcta, no deja de llamar la atención la mediocridad intelectual de Zaffaroni. Primero, porque la presentación parece más una fiesta de chistes e ironías políticas que una presentación de libro serio. Segundo, porque dicha presentación se realiza con gente que piensa lo mismo de antemano, evitando así contrapuntos de ideas. Tercero, porque se invita a gente cuya capacidad de aportar al tema en cuestión es dudosa. Cuarto, porque Zaffaroni alega que por el solo hecho de recurrir al lenguaje coloquial, el libro es legible por cualquiera. Una serie de elementos que no se ajustan al rigor académico que debería caracterizar a uno de los máximos especialistas en derecho del país.

martes, 3 de mayo de 2011

El debate detrás de Siderar

En el último comentario escribí sobre la visión que el kirchnerismo tiene de la economía. La cuestión parecería ser así: el kirchnerismo no cree en un economía con reglas generales claras que orienten el comportamiento de los actores privados. Por el contrario, si bien considera necesario establecer selectivamente ciertas reglas en ciertas áreas, el kirchnerismo prefiere un Estado que intervenga coyunturalmente para sintonizar a la actividad privada con el bien general. Esto significa que, salvo en ciertas áreas, hay poca confianza por parte de los empresarios en que las reglas permanecerán estables a lo largo del tiempo.

El episodio de Siderar es revelatorio en este sentido. Lamentablemente el gobierno ha elegido esquivar el debate convirtiéndolo en una cuestión de sospechas, es decir, enfocándose en "qué estará ocultando Siderar" para resistir la ampliación de la participación estatal. Lo más importante del caso es, sin embargo, la relación entre el Estado y la actividad empresaria.

Siderar tiene razón en que la medida implica una modificación de las reglas del juego. El motivo es el siguiente. Una parte significativa de las acciones de Siderar pertenecían a las AFJP, cuya participación en el directorio de las empresas estaba limitada por ley (por motivos que aquí no vienen al caso). Al estatizar los fondos de jubilación privados, el Estado se hace cargo de esas acciones, pero sigue atado a la restricción respecto de su participación en el directorio. Al remover posteriormente esa restricción, el Estado se habilita a sí mismo a aumentar su participación en el directorio. De ese modo, una sucesión de medidas por parte del Estado le permiten al mismo convertirse en un actor activo dentro de Siderar, sin que la empresa pudiera preverlo ni hacer algo al respecto.

La clave de la cuestión es que el Estado no es un actor económico como cualquier otro. Un actor privado busca por lo general maximizar la rentabilidad de sus activos, es decir, de las empresas en las que participa. El Estado, por supuesto, también tiene interés en que sus activos sean rentables, pero tiene además otros intereses que podrían interferir con aquél. Por ejemplo, el gobierno podría estar interesado en mantener bajo el precio de un determinado producto, por considerar que de ese modo se beneficia a la economía en su conjunto. Esto podría, claro está, afectar negativamente a la rentabilidad de la empresa, la cual es el único interés de los accionistas privados. O sea: la presencia del Estado en una empresa afecta la orientación general de la misma. Una empresa privada solo busca, en principio, rentabilidad, mientras que una empresa pública busca además defender el bien público.

La cuestión es, entonces, que si a los propietarios privados de una empresa se les impone, sin poder preverlo y sin capacidad de decisión, una cierta participación estatal en la misma, se está alterando la naturaleza de dicha empresa. Puesto que el Estado no es un accionista más, sino un accionista con características particulares, su imprevista participación en el directorio de una empresa implica una modificación de las reglas del juego. Por supuesto, la situación sería diferente si las acciones hubiesen sido vendidas directamente al Estado, sin ninguna ley que restrinja su participación en el directorio. Pero en este caso no ocurrió ninguna de las dos cosas.

Para poner un ejemplo tonto. Imaginemos que tres amigos ponen una empresa. Después de un tiempo, uno de ellos vende, con la aprobación de los otros dos, su parte de la empresa a un tercero. La ley dice que este tercero, por tener ciertas características, no puede participar del directorio de la empresa. Después de un tiempo, el Estado decide que todos los activos del comprador de esas acciones le serán transferidos. Poco después, decide remover el tope de la participación en el directorio de la empresa para este tipo de acciones. Un tercio de la capacidad decisoria de la empresa queda, de ese modo, en manos del Estado. Los dos amigos, que habían puesto una empresa manejada solo por privados, deben ahora forzadamente compartir la empresa con el Estado (que, como ya hemos dicho, puede perseguir fines incompatibles con la rentabilidad de la empresa).

Todo esto solo para decir que el argumento de Siderar de que la medida del gobierno representa un cambio en las reglas del juego es legítimo. El debate, por lo tanto, no puede reducirse a que el Estado sencillamente se está haciendo cargo de lo que naturalmente le corresponde. El gobierno ha tomado una decisión que responde a una cierta visión de la economía, según la cual el mantenimiento de las reglas en las cuales se enmarca la actividad privada está en alguna medida supeditada a las consideraciones estratégicas del Estado. Esta tensión entre medidas coyunturales por parte del Estado y la perdurabilidad de las reglas es uno de los puntos más conflictivos de la política económica del gobierno.

sábado, 30 de abril de 2011

Clarificación sobre "el modelo"

Me pareció muy útil este artículo de Alejandro Bonvecchi para entender hacia dónde se dirige el "modelo" kirchnerista, un tema al que me referí recientemente.

Bonvecchi hace referencia al PRI mexicano que, como se recuerda, gobernó democráticamente México durante 70 años. Según Bonvecchi, la relación entre Estado y mercado desarrollada por el PRI fue la de un "capitalismo selectivo". El mismo consiste en garantizar ciertas reglas indispensables para la inversión privada en ciertas áreas de la economía, aún en un contexto general donde prevalece la incertidumbre y la discrecionalidad estatal. En otras palabras, el Estado garantiza las reglas del juego mínimas para la existencia del capitalismo en aquellas áreas donde considera beneficioso que exista capitalismo, e interviene discrecionalmente en aquellas áreas en donde considera que el capitalismo no es necesario. De ese modo, aún en un clima general de incertidumbre sobre las reglas del juego, existen ciertos espacios donde el sector privado tiene la suficiente confianza en la permanencia de las reglas como para desarrollar la actividad.

Bonvecchi clarifica con este ejemplo la concepción que el kirchnerismo tiene, aunque sea vagamente, de la economía. El kirchnerismo no cree en reglas del juego universales que orienten la iniciativa privada en un sentido acorde al interés general. Más bien, considera que la iniciativa privada es en general contraria al interés general, y que por lo tanto la misma debe ser contrapesada con acciones estatales que corrijan sus efectos negativos. De ese modo, en vez de fijar reglas generales a partir de las cuales los actores privados puedan orientar su acción con un cierto margen del previsibilidad, el gobierno tiende a implementar medidas coyunturales que menoscaban la confianza en la estabilidad de las reglas.

Pero, puesto que el kirchnerismo considera que el Estado no debe manejar la economía en su conjunto, y que es en principio beneficioso que ciertos negocios estén en manos privadas, se sostienen ciertos espacios donde el gobierno busca generar confianza en que las cosas seguirán siendo como son. De ese modo, ciertos empresarios en ciertas áreas continúan su actividad al amparo del gobierno, en una alianza estratégica que, según el gobierno, favorece los intereses del Estado.

lunes, 25 de abril de 2011

La vulgar embestida de The Wall Street Journal

Estoy impresionado con este artículo sobre la Argentina publicado hoy en el prestigioso diario conservador norteamericano The Wall Street Journal (mencionado hoy por La Nación). El artículo despliega una virulencia y una falta de rigor analítico que supera lo que suele leerse en los principales medios de la Argentina. Lejos de sostener un argumento, prolifera en calificaciones taxativas que se dan por sentadas. La que más me llamó la atención fue la de Perón como un "fascista". En términos más generales, el artículo da por sentado que el gobierno de Cristina es demagógico y autoritario y, sin mayores explicaciones, se pregunta si la democracia argentina podría sobrevivir cuatro años más de esa manera.

Este artículo le da credibilidad al argumento de que cierto periodismo, aún el que cuenta con cierta trayectoria y cierto pretigio, no es más que propaganda ideológica encubierta.

Debatamos. Cerrá el pico

Horacio González alega que su "torpeza" (la de pedir que Vargas Llosa no participara en la inauguración de la Feria del Libro) tuvo la virtud de dar inicio a un debate. A modo de respuesta, extraigo un fragmento de la nota de Susana Viau:

El director de la Biblioteca trató de sobrellevar con elegancia su rendición incondicional y escribió una contratapa dirigida a Vargas Llosa, al que llamó “el Marqués”, o, simplemente, “Vargas”. Proponía allí, con tono zumbón, “darle largas a Vargas” y lo desafiaba a polemizar. “Vargas” no le respondió. Tampoco lo hizo en el discurso del miércoles.

González tuvo suerte. Luego de las declaraciones de Aníbal Fernández le hubiera sido difícil seguir sosteniendo que “donde usted, Vargas, ve barbarie hay civilización”. Fernández había llamado “estúpidos” al Nobel y al filósofo Fernando Savater. “Dan vergüenza ajena”, dijo, y le pidió al vasco “ocúpate de tu vida, so capullo (…) Cerrá el pico, papi (…) Metete en lo tuyo y andá a opinar a España”. Es curioso: durante la dictadura, el “capullo” (para los españoles la manera doméstica de decir “imbécil”, “boludo”) Savater fue un vocero habitual de las denuncias que formulaba el exilio argentino, y el exilio argentino le agradeció que hablara y pusiera su prestigio al servicio de los que no podían hacerlo, que se interesara por el destino de los que estaban a miles de kilómetros, en otro continente, en un país ajeno. Eran los militares los que entonces condenaban las intromisiones de los extranjeros e imprimían stickers ofendidos con la leyenda: “los argentinos somos derechos y humanos”. Es cierto, este Savater, como Vargas Llosa, ya no es el que era ni emplea las mismas herramientas para descifrar la realidad, así y todo sería de una enorme deshonestidad reprocharle ahora lo que antes se recibió con gratitud. Aníbal Fernández no está obligado a conocer estas historias, lo imperdonable es que no sepa que el jefe de Gabinete compromete a todos los argentinos y a la propia Presidente en sus guarangadas.