miércoles, 12 de diciembre de 2012

¿Justicia o economía?

Estaría bueno organizar el debate. Si el kirchnerismo avanza para que la justicia sea menos independiente del poder político, y a la vez implementa medidas para mantener el nivel de empleo y salarios alto, más AUH, ¿se lo vota? ¿Se lo apoya?

jueves, 29 de noviembre de 2012

Política de la verdad

Más allá de lo bueno y de lo malo del kirchnerismo (estoy lejos de negar cosas buenas, como la generación de empleo, las políticas redistributivas, las críticas a los medios), lo que me aburre es lo absurdo del discurso. Discursivamente, el kirchnerismo es prácticamente nulo, en el sentido de que casi nada de lo que surge de él (o sea, de Cristina, los principales funcionarios, y los intelectuales que acompañan al gobierno) se presta a la discusión y el debate. El kirchnerismo piensa a través de clichés, algunos fácilmente refutables y otros directamente carentes de conexión con la realidad. Eso hace que criticarlo sea una tarea repetitiva y carente de propósito. Digamos que es algo así como les pasa a los kirchneristas cuando leen a Majul, que sería como su espejo. Sólo queda la burla, la indignación o la resignación. La otra opción sería la "política de la verdad", o sea, convocar a la gente a romper con la gansada y buscar decir las cosas como son. Pero esto requeriría un esfuerzo, un talento y una voluntad que pocos tienen en conjunto. Mientras tanto, para los que odiamos los clichés, solo queda la alienación del mundo: "sigan repitiendo idioteces, tengo cosas más importantes que hacer que perder el tiempo respondiéndolas".

Pero el mundo se resiste, y uno abre un blog.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

¿Qué tiene de malo mentir?

Cristina y los medios para-oficiales mienten abiertamente. En eso creo que no hay discusión. Los kirchneristas por lo general ignoran el tema, pero creo que hay tres justificaciones: a) Mentira y verdad son principios difusos, que dependen de la óptica de quien los utilice, por lo que su clasificación en esos términos es siempre relativa y discutible; b) Cristina dice cosas que no son estrictamente verdaderas, pero las dice para transmitir ideas que sí lo son o que están más allá de la distinción entre mentira y verdad, por lo cual la "mentira" es un mal menor en vistas a un bien mayor; c) Cristina miente y eso es malo, pero en el balance general de su gobierno, los beneficios compensan esa deficiencia.

A la primera posición le respondería que sin la distinción entre verdad y mentira no es posible el diálogo entre personas libres e iguales. A la segunda, que subordinar la verdad de los hechos cotidianos a "verdades últimas" o "principios últimos" destruye las verdades compartidas sin las cuales no es posible una sociedad de iguales. A la tercera, que para mí la verdad en el espacio público es uno de los principales valores de la existencia comunitaria y que, por lo tanto, estoy muy poco dispuesto a negociarlo y sacrificarlo a cambio de otros bienes deseables.

martes, 6 de noviembre de 2012

Explicación prestada - 8N

Alguien explica, acá, por qué va a participar del 8N:

Es por la inflación más alta del mundo, por los cincuenta y un muertos de once, por querer culpar al perejil que manejaba y por el despido con aplausos del funcionario responsable, porque destruyeron el INDEC y las estadísticas públicas, porque mienten la inflación, por el juicio penal a las consultoras, por mentir el crecimiento y dibujar la encuesta permanente de hogares, por la inconvertibilidad del peso y por saber que en el medio del cepo cambiario hay algunos amigotes que se están haciendo un festín, por bastardear lo que queda del MERCOSUR, por las trabas caprichosas y arbitrarias a las importaciones, porque el capricho llevó a que falten hasta pañales, remedios oncológicos o material quirúrgico, por la maquinara de propaganda estatal, la pauta oficial y el avance sobre los medios bajo pretexto de la “teoría de los dos demonios mediática”, por 678 que pagamos todos, por la cooptación y privatización del estado por el partido que gobierna, por el nuevo prólogo del Nunca Más, por esos Qom, Ferreyras e indoamericanos que se le escapan al relato, por la utilización de la AFIP para acallar opositores, por el abuso de las cadenas nacionales y los escraches a los Tosellis de este mundo que ya no se animan a hablar en público por miedo a represalias, por la persecución a Graciela Bevacqua, por la Campora privatizando las políticas sociales, las colectas de campaña “voluntarias” entre los empleados de las administración pública y los camporitas en las escuelas primarias, por Ciccone y la maldita impunidad de un vicepresidente corrupto que se llevó puesto un juez, un fiscal y al Procurador de la Nación, por los Daniel Reposo, las Beatriz "no hay fuga de capitales. De eso no se habla" Paglieri y los Guillermo “acá no se vota” Moreno, por bastardear el acto electoral adelantando elecciones, con candidaturas testimoniales o el oportunismo del voto a los 16, por la ley antiterrorista, la bolsa de Felisa, por Skanska, los sueños compartidos de Schoklender, los feedlots de Echegaray, por la complicidad K en el vaciamiento de YPF que no se borra con el relato emancipador de la estatización, por la política energética y de transporte y el derroche en subsidios y los viajecitos de Jaime y por esos diez años de crecimiento que no logran evitar que los trenes descarrilen y choquen o que al menos uno de cada dos chicos termine la secundaria, por los terrenos de Calafate fiscalizado por la hija de Alicia, por esos plazos fijos en dólares que les dieron 12% de interés, por la modificación tributaría entre gallos y medianoche para evitar que los deudos de Nestor Kirchner paguen impuesto a la herencia, por la valija de Antonini y las de Southern Winds, por los fondos de Santa Cruz, por esos tres asesinados en la ruta de la efedrina que financiaron la campaña, por el “blanqueo/lavado” de 2008, por los “Vamos por todo, por todo!”, Por la connivencia con la delincuencia organizada del futbol que financiamos entre todos, por las salidas culturales de Vazquez a dos días de haber sido condenado por prender fuego a su esposa…

sábado, 20 de octubre de 2012

Clase media

Me parece políticamente positivo que la clase media se movilice y proteste pacíficamente por las restricciones a la compra de dólares. Principalmente, porque más allá del efecto concreto de las medidas, las mismas están siendo implementadas de una forma tan desordenada y poco clara que pone en evidencia un desinterés por parte del gobierno por los afectados. El gobierno podría haber desdoblado el tipo de cambio o prohibido abiertamente la compra de dólares, pero en cambio decidió elegir a quién vender dólares caso por caso sin parámetro claros. La consecuencia es que nadie sabe muy bien si puede comprar dólares en el banco central o debe en cambio recurrir a un mercado "ilegal". Cada persona que quiere comprar dólares queda en medio de un vacío legal intencionalmente creado por el gobierno. Esto debería ser, desde mi punto de vista, inaceptable para la ciudadanía. En un Estado de derecho, los ciudadanos tienen derecho a exigir reglas claras para orientar sus acciones.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Ley de medios

Uno de los efectos de la ley de medios será disminuir la influencia de un único actor privado en el mercado de la información. El otro será aumentar el del Estado. El motivo es que el Estado cuenta con numerosos recursos formales e informales para influir en este mercado que, al no contar con actores privados poderosos, quedará más expuesto a la influencia estatal. Se me ocurren dos ejemplos. Primero: un grupo multimediático tiene más posibilidades de ser autosustentable y, por lo tanto, independiente de la pauta estatal que un pequeño diario o una pequeña radio, que pueden depender más del favor del Estado. Segundo: siendo que la información se convierte en un negocio poco rentable, los privados tienen menos incentivos para ingresar en ese mercado, dejándolo más liberado a que sea ocupado por el Estado a través "privados" que funcionen como sus vicarios. El efecto de la ley será la disminución de la participación del grupo Clarín en el mercado de medios en favor del aumento de la participación estatal. En la práctica, no veo por qué habría una aumento en la pluralidad de medios, entendiendo por "pluralidad" medios cuyas fuentes de financiamiento no estén determinadas por un único actor.

sábado, 29 de septiembre de 2012

Pibe de Harvard

Sigo con la seguidilla de comentarios sobre Cristina en Harvard.

Cuando esuché la respuesta de Cristina al pibe que preguntó sobre el "cepo cambiario", me dio pena por el pibe. Me dio pena por dos motivos. Uno, porque creo que se debe haber dado cuenta de que utilizar la expresión "cepo cambiario" fue un error que lo dejó mal parado. La misma pregunta con la expresión "control de cambios" hubiese sido mucho más efectiva. Pero lo que me más  me quedé pensando es que el pibe se iba a quedar con miedo, porque Cristina se ofendió y lo agredió. Me imagino que para un pibe joven que está acostumbrado a los modales cordiales y rutinarios de la academia norteamericana, ese trato lo debe haber golpeado. Pero más que eso, y a esto voy, el pibe debe haber pensado: "¿y ahora qué pasa si voy a Argentina?".

La Argentina se está moviendo en una dirección respecto de la libertad de expresión que no es la del liberalismo clásico. En Estados Unidos, "libertad de expresión" significa que uno puede decir lo que se le antoje sin que el gobierno pueda penalizarlo con ningún mecanismo. En Argentina, "libertad de expresión" empieza a ser entendida como la libertad para que uno diga lo que se le antoje, siempre y cuando esté dispuesto a hacerse responsable por lo que dijo y afrontar las consecuencias; que pueden incluir un escrache presidencial por cadena nacional, una serie de ataques por parte de la prensa para-oficial, o incluso un seguimiento cercano por parte de los organismos oficiales. La "libertad de expresión" implicaría entonces que uno puede decir lo que se le antoje siempre y cuando tenga todo en regla y esté dispuesto a sobrellevar ataques a gran escala en el espacio público.

Pensaba entonces que si yo estuviese en el lugar de este pibe, me aseguraría de tener todo en orden cuando voy a Argentina; más que el ciudadano medio. Estaría preocupado si voy a entrar algún bien importado sin pagar impuestos, o comprar dólares en el mercado negro. Porque quién sabe si no va a haber alguna instrucción de seguirme de cerca para asegurarse de que cumplo con la ley y estoy por lo tanto a la altura de lo que digo.

viernes, 28 de septiembre de 2012

Preguntas

No paro de leer comentarios resentidos contra los estudiantes de Harvard. Tengo la impresión de que es un resentimiento similar al que muchos expresan contra Cristina. En general la crítica es que los estudiantes hicieron preguntas impropias, producto más de su aversión al gobierno que de su vocación por pensar los problemas centrales de la Argentina. A mí las preguntas en general no me parecieron geniales. Yo esperaría más de gente que está en Harvard. Pero tampoco me parecieron desubicadas. Es cierto que son preguntas que surgen de sectores cuyas visiones son muy diferentes a las de las grandes mayorías. ¿Y? ¿Está mal preguntar por qué en Argentina hay restricción a la compra de dólares y en otros países de la región no? ¿Está mal preguntar por un crecimiento patrimonial difícil de explicar? Me gustaría ver qué preguntas proponen los que critican, a ver qué genialidad se les ocurre.

Una buena

Entre paréntesis. Para los que se quejan que veo solo lo malo. Lo de "no me corresponde como Presidenta hacer un comentario que interfiera en la política de otro país" pero "ustedes se imaginan lo que pienso" fue muy bueno. Inteligente.

Agregado

Sigo leyendo a gente muy tonta en internet repitiendo prejuicios: los que van a Harvard son todos privilegiados nenes de papá. Con la idiotez no se puede discutir.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Méritos y privilegios

Una corta, por si hace falta. Entrar a la Kennedy School de Harvard no es fácil; no al menos para la mayoría. Algunos serán hijos de familiar acomodadas y entrarán por los contactos del padre. Otros tienen que hacer una variedad de méritos (no vale la pena enumerarlos) para que un comité de admisión los elija entre cientos de personas. Eso me parece respetable. La idea de que "si vas a Harvard no podés hablar" implica igualar méritos con privilegios. Me parece mal.

sábado, 15 de septiembre de 2012

La marcha del otro día

Creo que la marcha del otro día fue un hecho positivo. Más allá de varias consignas injustas e incluso ofensivas, el tono en general fue pacífico y democrático. Nadie exigió renuncias ni cambios forzados. Hasta los kirchneristas sensatos reconocieron que es positivo para la democracia que la gente se manifieste y exprese su punto de vista. Por supuesto, siempre están los fanáticos que ven en cualquier cuestionamiento al gobierno una avanzada fascista, especialmente cuando proviene de gente de buena posición económica, pero creo que esa voz no prevaleció.

Desde el punto de vista analítico, concuerdo con quienes leen la movilización como una consecuencia de la crisis del sistema político. Ante la ausencia de alternativas electorales claras que canalicen la ideas e intereses de ciertos sectores sociales, los mismos creyeron que valía la pena tomar la iniciativa. Es un escenario potencialmente preocupante, que se debe en gran medida (pero no únicamente, como algunos creen) a la ausencia de figuras opositoras con capacidad de canalizar el descontento con el gobierno. Para una democracia, no es bueno que haya mucha gente que no se sienta representada, sea porque esa gente se impacientará y buscará formas de acción por fuera de las normas democráticos, o porque se resignará a la irrelevancia política dejando en consecuencia una sociedad y un sistema político menos vital.

jueves, 13 de septiembre de 2012

AUH

Esto realmente es muy bueno. Se actualiza el monto de la AUH y se anuncia como una medida del gobierno en favor de los que menos tienen. Réditos políticos inesperados de la inflación, habría que decir. Otra curiosidad: es mucho más redituable políticamente ajustar la AUH cada períodos largos (para que el monto sea significativo) que indexar mes a mes, aunque lo contrario sería mucho más beneficioso para quienes la reciben. Pero claro: sacrificar algo del bienestar material de los pobres es un costo aceptable por fogonear el orgullo progre.

AHU y derechos

Algunos hablan de un proceso de ampliación de derechos en la Argentina. El único ámbito donde tal fórmula tiene sentido es en el de los derechos civiles, principalmente con la habilitación del matrimonio homosexual. Nada de lo que está ocurriendo en términos sociales, por más bueno que sea, se parece a una ampliación de derechos. Por ejemplo: Cristina anuncia por cadena nacional un aumento del 26% en la AUH. En un país con alta inflación, es claro que esto no significa que quienes la reciben amplían su poder de compra 26% respecto del monto original. En realidad habría que decir: el Estado decidió corregir parte de la pérdida de valor de la AUH. ¿Por qué ese monto y no otro? ¿Por qué no una ley que ajuste el monto por inflación? Una respuesta: porque la AUH no es un derecho sino una medida que el gobierno implementa periódicamente.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Crecimiento y distribución vs. desarrollo

La siguiente es una afirmación que, creo, hasta los partidarios del gobierno compartirían: el gobierno no tiene un proyecto de desarrollo. Por desarrollo entiendo la generación de estructuras productivas competitivas y sustentables en el mediano y largo plazo. Cualquiera puede notar que los méritos del gobierno tienen que ver con cuestiones de distribución y de crecimiento: la gente, incluyendo los sectores más pobres, tiene mayor poder de compra en los últimos años. Pero estos méritos tienen un costo, precisamente, en desarrollo: con mano de obra cara y regulaciones económicas imprevisibles, la Argentina es un lugar poco atractivo para invertir e innovar. Por ahora, de todos modos, el crecimiento y la redistribución se financian mayormente con producción primaria. En consecuencia, la Argentina puede darse el lujo de crecer y redistribuir sin desarrollarse; o incluso, como parecen mostrar algunos indicadores, retrocediendo un poco en su desarrollo (reduciendo la participación de productos industriales en la producción total).

Para otro comentario queda otra cuestión importante: ¿qué crece y qué se distribuye? Según esta nota, se distribuye ingreso, no riqueza. En otras palabras: se nivela la capacidad de consumo, no las reservas de valor. Si hablamos de pautas culturales, ahí hay un tema central. Curiosamente, la Argentina es una sociedad de hiper-consumo, en la cual se ahorra y se invierte poco y casi todo el ingreso se destina al consumo.

martes, 4 de septiembre de 2012

El desarrollo, verso

Hace un tiempo comenté sobre la superficial y cada vez más fácilmente desmentible idea de que América Latina atraviesa un proceso de integración regional. Algo similar pasa con el tema del desarrollo industrial y tecnológico del país: ningún indicador objetivo demuestra que tal cosa esté ocurriendo, sino en todo caso lo contrario. El gobierno gasta guita en instalar esa idea, y quienes la acompañan son cómplices de la propaganda oficial.

martes, 28 de agosto de 2012

¿Nunca tanta como ahora?

Hace poco alguien me dijo, repitiendo a Cristina, que en la Argentina nunca había habido tanta libertad de expresión como hoy. Disiento: http://blogs.lanacion.com.ar/ciencia-maldita/?p=7533&preview=true.

sábado, 25 de agosto de 2012

Carta Abierta

Me puse a leer la nueva carta abierta sobre reforma constitucional. No pude pasar los dos primeros párrafos porque, sencillamente, no entiendí nada. Seguramente sus autores dirían que ellos no se someten a los cánones convencionales de la comunicación, que buscan nuevas formas de escritura que expresen nuevas subjetividades, y cosas por el estilo. Para mí eso es una forma de justificar la falta de claridad de ideas y la pereza que implica no buscarla. Escribir con palabras difíciles y fórmulas poéticas es, creo, mucho más fácil que expresar una idea en forma clara y concisa.

Acá van los dos párrafos que llegué a leer:

El actual gobierno mantiene una diferencia que se hace notoria cuando crece la espesura de hechos que son portadores de cierta turbación y ambigüedad. Pero en las innumerables tensiones de la hora, permanece siempre un sentido decisorio ligado a un círculo efectivo de protección de las grandes reformas introducidas en la vida social, en la economía de los sectores populares, en las acciones que involucran al Estado asumiendo responsabilidades colectivas indelegables. Y, desde luego, en el tejido de la memoria nacional, como lo demuestran los juicios que siguen ensanchando las fronteras de la democracia activa, hijos del hiato que significó la decisión de que los símbolos del terrorismo de Estado caigan de las paredes del Colegio Militar en donde superponían la historia aciaga del pasado con las historias nuevas que debía vivir el país.
 
Así, el kirchnerismo es un implícito y explícito sentido de la historia basado en el igualitarismo político, social y de género; en el desarrollo nacional compartido con nuevas políticas ambientales, lo que aún debe perfilarse con vigor e imaginación nueva; en la modernidad basada en críticas pertinentes a la globalización; en el autonomismo de los movimientos sociales, aun cuando entre ellos y el Estado todavía deben generarse posibilidades más ricas de interrelación; en la promoción científica y técnica bajo el doble resguardo de la soberanía nacional y la autonomía del pensamiento crítico; en un latinoamericanismo activo que se inspire en los legados más que centenarios y pueda concretarse en el siglo XXI en nuevas sociedades mancomunadas sobreponiéndose a las acciones desestabilizadoras que son un acecho permanente, como lo demuestra el caso del Paraguay. Y tantos otros hechos, operantes en la memoria pública, que no se pueden oscurecer por los tropiezos y obstáculos que se ciernen en el horizonte. Pero el kirchnerismo es también una actuación posible, necesariamente creativa, en un mundo capitalista en quiebra, que como decían viejos y respetables escritos, surge y crece con sangre entre sus poros, arrastrando a los procesos populares, muchas veces, en su ordalía de decadencia y servidumbre.

viernes, 24 de agosto de 2012

Devaluación de palabras

Leí recién en twitter un comentario sobre la "devaluación de las palabras"; palabras políticas como progresismo, republicanismo, nazismo, etc. Supongo que se refiere al efecto de utilizar estas palabras según lo demanda la ocasión sin respetar su significado sustancial. El resultado es que las mismas pierden su valor semántico, pues ya nadie sabe bien qué significan. Si tuviese que arriesgar una definición, diría que esto es el populismo: una forma discursiva que devalúa las palabras. Esta definición es bastante cercana a la esbozada por Ernesto Laclau, solo que, en su caso, con un sentido positivo: el populismo subvierte el sentido de las palabras dando lugar a nuevas configuraciones de poder (que, si tenemos suerte, son de izquierda). Yo pienso que el populismo no subvierte el sentido sino que lo diluye. O sea, las palabras no se acomodan a un nuevo contexto, sino que son permanentemente reacomodadas según necesidades de corto plazo. El efecto no es una subversión sino una devaluación: las palabras quieren decir poco, porque ya no hay acuerdo respecto de su significado. Es como decía Hannah Arendt sobre la verdad: si la misma cambia todos los días, el resultado no es una nueva verdad sino la pérdida de la propia noción de verdad. Lo mismo, pienso, se aplica a las palabras: si las mismas cambian de sentido todos los días, el resultado no es un nuevo sentido sino una pérdida de sentido.

Con "populismo" no me estoy refiriendo solo al gobierno. Si me atengo a mi propia definición, diría que vivimos en un mundo bastante populista, desde el kirchnerismo al partido republicano en Estados Unidos, pasando por las tecnocracias europeas. Algunos resisten: Barack Obama es un anti-populista a ultranza, un creyente tan ferviente en la claridad conceptual que a veces pierde de vista la propia lucha por el sentido que la política implica.

martes, 21 de agosto de 2012

Aguinis

Escribe Marcos Aguinis:

Las fuerzas (¿paramilitares?) de Milagro Sala provocaron analogías con las Juventudes Hitlerianas. Estas últimas, sin embargo, por asesinas y despreciables que hayan sido, luchaban por un ideal absurdo pero ideal al fin, como la raza superior y otras locuras. Los actuales paramilitares kirchneristas, y La Cámpora, y El Evita, y Tupac Amaru, y otras fórmulas igualmente confusas, en cambio, han estructurado una corporación que milita para ganar un sueldo o sentirse poderosos o meter la mano en los bienes de la nación.

A veces cuesta no volverse kirchnerista.

viernes, 17 de agosto de 2012

Mocca

El argumento de Mocca en este video, que creo que refleja el de muchos kirchneristas, puede sintetizarse así: apoyar a un gobierno provincial que permite el asesinato de miembros de comunidades originarias es un costo aceptable a pagar por el sostenimiento en el poder de este gobierno. No afirmo que eso esté bien o mal. Solo intento aclarar los términos.


sábado, 4 de agosto de 2012

¿Somos libres para expresarnos?

Hace unos días alguien me dijo que, más allá de todo lo que se le pueda criticar al gobierno, hasta el momento éste no ha vulnerado las libertades individuales. Mi respuesta fue que eso no era totalmente cierto. En primer lugar, el gobierno sí vulneró la libertad de expresión cuando castigó a las consultoras que publicaron índices de inflación diferentes a los del INDEC. En segundo lugar, sin necesidad de hacer uso de aparatos represivos, el gobierno cuenta con numerosas formas de utilizar el poder del Estado para presionar a quienes expresan públicamente opiniones que lo perjudican. Se me ocurren, en este momento, tres mecanismos: 1) Reducir la pauta oficial en aquellos medios no afines al gobierno; 2) No dar trabajo en la cadena de medios estatales y para-estatales (aquellos que no dependen formalmente del Estado pero cuya existencia depende de sus fondos) a quien no comulgue con el gobierno; 3) Investigar la situación legal de quienes emiten opiniones que perjudican al gobierno para denunciarlos públicamente y penalmente. Todos estos mecanismos contribuyen a disuadir a quienes desean expresar opiniones no afines al gobierno. Un ejemplo claro: si un individuo quiere hablar bien del gobierno y no tiene las cuentas en orden, puede estar tranquilo de que sus dichos no harán que el Estado lo investigue. Si el mismo individuo quiere decir algo que al gobierno no le gusta, sabe que corre el riesgo de que el Estado lo investigue.

Como estos mecanismos no responden al imaginario de lo que habitualmente se considera "censura estatal", a la cual se la suele asociar con centros de detención e intervenciones policiales, prevalece la idea de que en la Argentina reina una libertad de expresión absoluta. Como siempre que la palabra "libertad" entra en juego, la distinción entre qué es "libertad de expresión" y que no lo es es imposible (los estoicos, por ejemplo, creían que uno puede ser libre viviendo encadenado). Para que la discusión, si a alguien le interesa, tenga algún sentido, en necesario buscar acuerdos generales. Por ejemplo, yo propondría que lo que una persona dice públicamente (sea lo que sea) no sea un criterio para que el Estado investigue su situación legal. Si esa condición se cumple, pienso yo, hay más libertad de expresión que no se cumple. Por eso, en parte, sostengo que hoy en la Argentina hay menos libertad de expresión que en otros momentos, tal vez menos que en cualquier otro momento desde 1983.

El problema, como yo lo veo, es que la libertad de expresión nunca es un interés popular. La mayoría de la gente no opina públicamente, ni aspira a que su voz llegue a oídos del gobierno. Son en general las élites intelectuales las que, en algunas sociedades, sostienen el interés por la libertad de expresión. Por una diversidad de motivos, que no cabe analizar aquí, éste no es el caso con las élites intelectuales en la Argentina, que tienden a poner la libertad de expresión por detrás de otros elementos. Como consecuencia, la misma queda librada a la buena voluntad de los gobiernos, y a su capacidad de encontrar mecanismos de presión que eludan ciertos imaginarios que buena parte de la ciudadanía encontraría inaceptable. De todos modos, puesto que los procesos políticos tienden a modificar valores y creencias, no sería inimaginable que llegue el día en que alguien vaya preso o pierda su negocio por haber dicho algo, sin que nadie se escandalice.

miércoles, 11 de julio de 2012

Intimidar

Una persona hace declaraciones sobre su actividad comercial en un diario opositor al gobierno, y la presidenta lo castiga haciendo pública una cuestión legal por cadena nacional. La Argentina es un país donde el poder estatal es utilizado para intimidar a ciudadanos que no comulgan con el gobierno.

lunes, 9 de julio de 2012

La estrategia de la confusión y la persecución

Tanto en el tema inflación como en el tema del dólar, el gobierno sostiene una estrategia de confusión y, hasta cierto punto, persecución. La confusión se basa en mantener una política cuyas razones y funcionamiento permanecen un misterio para el público. En el tema inflación, esto ocurre cuando el INDEC manipula los índices al punto de que se carece de datos oficiales creíbles. Nadie sabe muy bien por qué el gobierno hace esto, o sea, cuál es el criterio y los objetivos de esta medición que casi todos reconocen como no fidedigna. El resultado, sin embargo, es la confusión misma: nadie sabe cuál es la inflación. En el caso del dólar, se inicia una restricción con el claro objetivo de frenar la pérdida de dólares por parte del Banco Central, pero camuflada como una verificación de la legalidad de los fondos. Hoy en día, ya nadie duda de que lo primero es el objetivo, pero existe una gran confusión, puesto que individualmente nadie conoce los motivos por los cuales la AFIP le permite o le prohíbe comprar dólares. El gobierno prefiere mantener la ambigüedad sobre los objetivos de la medida; posiblemente con el objetivo de justificar un discurso de persecución.

La estrategia de persecución se basa en atacar a quienes no se ajustan a los objetivos de la política. En el caso de la inflación es muy claro: el gobierno multa a quienes publican índices alternativos, presentándolos como operadores malintencionados. De ese modo, aunque nadie confíe en los índices oficiales, el gobierno se arroga la potestad de censurar a quien lo contradiga. En el caso del dólar, la persecución es, por ahora, eminentemente discursiva. Al camuflar la prohibición de compra como una verificación de legalidad, se erige la sospecha de que quien no puede comprar tiene ingresos ilegítimos, y de que quien recurre al mercado ilegal utiliza dichos fondos en contra de los intereses del país. Ello permite al gobierno estigmatizar a quienes compran dólares, que del mismo modo que quienes elaboran índices de inflación, quedan expuestos a restricciones gubernamentales "para salvaguardar los intereses nacionales".

miércoles, 4 de julio de 2012

¿Qué nos dejan nueve años de crecimiento?

¿Qué nos dejan para el futuro nueve años de crecimiento de entre 7% y 9% anual, ahora que la Argentina entra en recesión? ¿Se hicieron reformas que perduren más allá del ciclo económico? Hasta donde yo sé, ni los kirchneristas afirman otra cosa que esto: estos nueve años de felicidad valieron por sí mismos, y ahora hay que ver cómo hacer que la recesión nos haga lo menos infelices posible. Mientras tanto, los pobres siguen dependiendo de asistencia social y redes clientelares, los más afortunados de empleos precarios e informales, y la aristocracia obrera del poder de presión de sus sindicatos. La educación, la salud y el transporte no han cambiado. El país exporta productos primarios y sostiene industrias ineficientes a base de proteccionismo. El nivel de empleo depende de empleo estatal ficticio.

Lejos de introducir transformaciones estructurales, el kirchnerismo utilizó la bonanza para, por un lado, mantener la bonanza lo más posible y, por el otro, para que muchos argentinos tuviesen más o menos lo que esperaban tener. Lo que era un problema sigue siendo un problema, solo que ahora habrá menos margen para que no se sienta.

domingo, 1 de julio de 2012

Regionalismo material vs. regionalismo ideal

Marx decía que las contradicciones en la base material se resuelven en el plano de las ideas. Su ejemplo clásico es la religión. Simplificando un poco los términos, Marx planteó que bajo ciertas condiciones el trabajador no consigue reconocerse en el proceso de trabajo, lo que significa que en dicho proceso ocurre algo que escapa a la consciencia del trabajador. Esta es una de las fuentes de la célebre "alienación", que sería precisamente esta no identificación con las condiciones materiales de existencia (digamos, el trabajo). La religión, según Marx, es la resolución en el plano de las ideas de esta contradicción. Como el trabajador no se reconoce en el proceso de trabajo, imagina ese reconocimiento en un plano trascendente (el paraíso después de la muerte, digamos). Esta construcción imaginaria no es una pura abstracción, sino que la misma sostiene las condiciones materiales que generan el trabajo alienado, pues al postular una reconciliación trascendente, se incrementa la tolerancia a la no reconciliación inmanente, o sea, en el mundo material.

Me quedo con la distinción contradicción material / reconciliación ideal. Voy a América del Sur 2012. Gobiernos de tinte regionalista hablan de integración, de un nuevo clima de época, de respuestas conjuntos frente a los "países ricos", y demás. El progresismo se entusiasma con el clima de época, cree que todo cambió, y que la voluntad de estos gobiernos cambiará el escenario político regional. En la base material, medidas proteccionistas y desacuerdos de política cambiaria menoscaban los acuerdos comerciales existentes (ni hablar de la posibilidad de construir nuevos acuerdos). Pienso que lo que se dice no es una vía para alcanzar lo que se desea, sino una resolución ideal (en el plano de los gestos, de las convicciones, los ideales) de las contradicciones concretas (los intercambios comerciales, los acuerdos económicos sustentables).

miércoles, 27 de junio de 2012

Moyano vs. Cristina, ¿tan complicado?

No sé si los muchachos de Artepolítica son o se hacen. ¿Es realmente tan difícil de entender lo que está pasando? La política (esto los peronistas lo saben mejor que nadie) no es solo buscar los medios para llegar a un fin, sino también acumular medios para alcanzar eventuales fines que vayan surgiendo. Este el significado de "poder": en la política, muchas veces, se lucha por acumular poder para que, llegado el día, uno dependa lo menos posible de cualquier otro actor para emprender la política que uno decida. ¿Por qué Cristina decidió romper con Moyano? Porque Moyano es un aliado autónomo, con poder e intereses propio y, por lo tanto, potencialmente capaz de imponer sus propias preferencias. Entonces Cristina, que concibe el poder como un juego de suma cera (o sea: el poder que no se tiene o se pierde, porque lo tiene otro), concluyó correctamente que para seguir acumulando poder hay que sacarse a Moyano de encima. La ruptura, entonces, es consecuencia de un juego cuyas reglas están dadas por la concentración de poder.

¿Es realmente tan complicado?

martes, 26 de junio de 2012

Dos sobre el discurso

-Cristina tiene razón en que la corporación sindical protege a una aristocracia obrera, que sostiene sus privilegios a base de poder de presión antes que a cualquier criterio racional. Tiene también razón en que, si la redistribución hacia abajo es la prioridad, corresponde que los obreros que más ganan paguen impuestos. Si se divide la sociedad en dos, los obreros de sindicatos fuertes quedan del lado de arriba.

-Endilgarle a Moyano los gendarmes muertos en un accidente de tránsito es bajo, más viniendo de quien apenas se refirió a los muertos en el accidente de Once para decir que no se utilice a la muerte para criticarla. El uso de tragedias personales para la chicanería política es algo que la sociedad debería reprobar éticamente.

domingo, 24 de junio de 2012

Agregado a Paraguay

Un agregado a mi comentario anterior, a partir de algo que leo en twitter. Hasta el día de hoy, la Argentina no ha afrontado su propio golpe institucional en diciembre 2001 (o sea: el golpe del PJ bonaerense contra el gobierno de De la Rua). Muchos aprobaron tácitamente ese golpe cargando contra De la Rua. Entonces, si a uno le interesa ser consistente, cuidado con fustigar "golpes" que no nos gustan y dejar pasar los que nos gustan. De ser así, hay golpes buenos y golpes malos, con lo cual el problema no es el golpe en sí mismo.

sábado, 23 de junio de 2012

Paraguay

Sin saber mucho, van unas líneas sobre Paraguay. Hasta donde entiendo, la situación es ésta: el presidente democráticamente electo es legalmente destituido por un congreso también democráticamente electo y mayoritariamente opositor. Desde mi punto de vista, la legitimidad democrática de un sistema político se deteriora cuando sus actores ponen en segundo plano el voto de la ciudadanía. Si bien ante escenarios extremos puede ser aceptable que un poder decida sobre otro, esto no debería ser una herramienta política normal. La obra de gobierno de un político debe ser, en principio, evaluada por los votantes, y no por otro poder. Si en este caso, como parece, una diferencia política fue la que condujo a la destitución, corresponde, en mi opinión, que los demás gobiernos de la región hagan sentir su preocupación por lo ocurrido. Forma parte de la estabilidad democrática de la región que las instituciones de cada país respeten el espíritu de la voluntad popular, y no solo las reglas institucionales. Ampararse en reglas institucionales para torcer la voluntad popular contribuye a desnaturalizar a aquéllas y a deslegitimar a ésta.

martes, 19 de junio de 2012

¿Dónde está lo bueno?

Parece que a algunos no les gusta este blog porque todo lo que se escribe sobre el gobierno es negativo. Esto me llevó a considerar incluir más comentarios positivos, como para demostrar amplitud de vista. Me parece, sin embargo, que lo fundamental no pasa por equilibrar opiniones. Este blog no pretende presentar una evaluación global del gobierno, sino, como se indica en el encabezado, discutir con ciertos lugares comunes del progresismo. En general, todos los blogs políticos asumen una posición de ese tipo y la sostienen a lo largo del tiempo. Ello no implica que sus autores ignoren otros elementos de la realidad, sino que consideran que esos elementos no afectan esencialmente al punto de vista que se busca presentar. Lo pertinente, entonces, es evaluar la consistencia del punto de vista que se presenta, y no enojarse con la excusa fácil "solo ve lo malo, nunca lo bueno". Salvo, por supuesto, en aquellos casos donde se presenta una opinión que ignora ciertos elementos que la contradicen; pero eso es una caso de debilidad argumental, no de falta de amplitud o ecuanimidad.

En definitiva, un blog no es más que un espacio limitado donde uno sostiene un punto de vista también limitado. Si ese punto de vista es generalmente crítico del gobierno, es porque en los temas que se me presentan como más fundamentales, tengo pocas cosas buenas para escribir sobre el gobierno. Ello no implica negar aspectos positivos, sino insistir con una perspectiva según la cual lo más importante es reconocer ciertas deficiencias.

(Sin que esto modifique sustancialmente lo anterior, cabe agregar que han habido en este blog comentarios positivos sobre el gobierno, así como críticas a sectores opositores).

lunes, 4 de junio de 2012

Desaparecidos para todos

En una sociedad hiper-política como la argentina, donde casi todo acontecimiento de cierta relevancia pasa a ser rápidamente interpretado en términos de las disputas políticas del momento, muy pocas cuestiones consiguen preservar su sentido por un plazo prolongado. Cuando Cristina se refirió al monopolio de la televisación del fútbol como la "desaparición" de los goles, y Estela de Carlotto adhirió a esta caracterización, la palabra "desaparecido" perdió gran parte del estatuto simbólico con el que contaba desde el terrorismo de Estado. Hoy Lanata le pegó al gobierno con su propia medicina: si desaparecidos no son solo las personas secuestradas y literalmente borradas del mundo por la dictadura, sino también los goles que la gente no puede ver hasta la medianoche, entonces también puede ser un desaparecido un periodista cuyo pasado en un determinado medio es dejado de lado. No sé si Lanata hace bien o mal en utilizar el término de este modo, pero lo cierto es que continúa una dinámica tristemente abierta por el gobierno.

Escribo esto en parte porque vi en twitter a una twittera afín al gobierno comentar que desaparecido es Julio López, no Lanata. Solo puedo estar de acuerdo si los goles tampoco son desaparecidos. Pero si incluso Estela de Carlotto acepta que lo sean, creo que las cartas ya están echadas.

jueves, 31 de mayo de 2012

El Estado, un actor más entre tantos

Cuando era adolescente y escuchaba hablar del terrorismo de Estado, el argumento principal que escuchaba contra la llamada "teoría de los dos demonio" (o sea, la idea de que las acciones de militares y terroristas eran equiparables en términos morales y legales) era que la responsabilidad del Estado es siempre mayor a la responsabilidad de los demás actores. Ello significa que las acciones ilegales del Estado contra actores de la sociedad civil son más graves, legal y moralmente, que las acciones de un sector de la sociedad civil contra otro o contra el Estado mismo. Esto sería así, según lo entendía, por la tradicional definicion de Max Weber del Estado como el agente que detenta "el monopolio de la coherción física legítima sobre un territorio". A partir de este principio, entonces, puede argumentarse que cuando el Estado actúa ilegalmente contra un individuo o grupo dentro de un territorio, utiliza ilegítimamente un poder que solo él tiene y cuyo ejercicio conlleva una responsabilidad excepcional, precisamente por su condición "monopólica".

Parecería irónico que el gobierno que más a insistido en recordar y retomar las cuestiones pendientes del terrorismo de Estado, sea el mismo que, desde el retorno a la democracia, más se aleja del principio según el cual el Estado tiene un poder sobre el cual recaen más responsabilidades que sobre cualquier otro poder de la sociedad civil. En efecto, es una constante en el discurso kirchnerista la idea de que en la sociedad existen múltiples poderes, principalmente el poder económico pero también, por ejemplo, el poder periodístico, los cuales están a menudo en disputa con el poder del Estado. Esto es evidentemente cierto, y sería necio negar que el Estado, aunque posea efectivamente el "monopolio de la coherción física legítima", no tiene poder absoluto. El problema es que cuando el Estado es presentado como un poder más, a la par de los demás poderes y que, por lo tanto, no tiene más alternativa que disputar poder, se diluye el principio según el cual el poder del Estado tiene algo de distintivo, que lo diferencia de otros poderes.

Si el Estado es un poder más, sobre el cual no recae otra responsabilidad que la de acumular y utilizar el poder con los fines que se fije a sí mismo (en una sociedad democrática, este fin sería presumiblemente el beneficio de la mayoría), entonces no le caben más responsabilidades que a los demás actores. Ello explica por qué, para los kirchneristas, las cuestiones legales e institucionales tienden a tener tan poco peso: en un país generalmente poco apegado a las normas, un poder que se ajusta a ellas tiende a debilitarse. Si el fin del Estado es beneficiar a la mayoría en un escenario con múltiples actores, cada uno de los cuales busca su propio beneficio, entonces su objetivo no puede ser otro que el de disputar poder; disputa que solo puede ser exitosa si sigue las reglas fácticas presentes en este escenario.

Esta perspectiva pretende ser realista: la idea de que el Estado y las instituciones son agentes neutrales que están por sobre la sociedad civil, esconde la realidad de que ellos son espacios de disputa al interior de la sociedad civil. Esto es en parte cierto, pero pierde de vista que las "ficciones" (tal vez "acuerdos" sea un mejor término) según las cuales el Estado es un poder de diferente naturaleza al de los demás poderes y le corresponde por tanto una mayor responsabilidad por respetar ciertas normas, son esenciales para la existencia del llamado Estado de derecho. Si el poder del Estado es un poder más, se infieren dos consecuencias peligrosas: 1) que no le caben al Estado mayores restricciones en la disputa por el poder que a los demás actores de la sociedad civil (y entonces, por ejemplo, el terrorismo de Estado sería una respuesta legístima frente a un poder terrorista no estatal); 2) que no habiendo poder garante de las normas institucionales, las mismas pierden toda legitimidad, con lo cual su respeto o transgresión queda sujeta a las evaluaciones estratégicas de los actores.

El "realismo" de concebir a la sociedad como un conjunto de poderes en disputa pierde de vista la realidad de ciertos acuerdos; por ejemplo, el acuerdo de que el Estado debe respetar las normas institucionales. Sin estos acuerdos, se ganan algunas cosas, pero también se pierden otras.

sábado, 19 de mayo de 2012

Estética política

Muchachos, pónganse las pilas que en política la estética es importante. ¿Qué imagen le estamos dando al mundo así? ¿O estamos tan bien que ya no nos importa nada?


sábado, 5 de mayo de 2012

Carlotto sobre YPF

Considero que es un error por parte de Estela de Carlotto el de hablar públicamente en defensa de medidas del gobierno que nada tienen que con la causa de Abuelas de Plaza de Mayo. Al hacerlo, Carlotto (que es la titular de la entidad) pone el reconocimiento de Abuelas al servicio de un proyecto político cuyos objetivos, manejos y razón de ser van mucho más allá de los que caracterizan a la misma. Cuando la titular de Abuelas expresa públicamente su orgullo por la estatización de YPF, un área sobre la cual ni la entidad que encabeza ni ella personalmente tienen vinculación ni conocimiento específico, se diluye el significado particular que tiene la causa propia de Abuelas: la búsqueda de esclarecimiento y justicia por los crímenes del terrorismo de Estado. Esa causa merece ser preservada como un valor social independiente a otros temas de debate, para lo cual sería importante que quienes la representan institucionalmente eviten intervenir en temas que nada tienen que ver con ella.

Por otro lado, las palabras de Carlotto son tan banales y carentes de toda sustancia que dan una sensación de ridículo. Hablar desde la emotividad de los lugares comunes, poniéndose al servicio del humor social del momento, desmerece una figura de la que, por su historia, uno esperaría autonomía, reflexividad y espíritu crítico.

jueves, 3 de mayo de 2012

Recambio periodístico

Va otra corta. Creo que el debate público en la Argentina cambiaría sustancialmente reemplazando a cinco de las principales figuras del periodismo por personas capaces y bien formadas. Imaginemos que en vez de tener en horario central televisivo y en las columnas principales de los diarios más importantes a Nelson Castro, Joaquín Morales Solá, Magdalena Ruiz Guiñazú, Marcelo Bonelli y Luis Majul, dando clases de moral y de ética republicana, tenemos a tipos y tipas que entienden de política y de economía y buscan explicar y analizar los temas con una cierta neutralidad. Para empezar, creo que a muchos kirchneristas se les haría más difícil responder permanentemente con chicanas y burlas, y se verían obligados a desarrollar un discurso más elaborado.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Tres opiniones sobre YPF

1) La expropiación de empresas estratégicas es un recurso legítimo y políticamente aceptable. La idea de que una medida así atenta contra la seguridad jurídica es atendible, pero debe ser evaluada en términos de costo/beneficio y no en términos de principios. Hasta ahora, no hay indicios de que la expropiación vaya a traerle perjuicios al país.

2) Los recursos naturales no tienen por qué ser "en principio" estatales. Es perfectamente lógico que los mismos sean otorgados a un privado si se considera que el mismo está en mejores condiciones de explotarlos que el estado, generando así mayores beneficios para el país. La discusión en abstracto sobre si es mejor que YPF sea estatal o privada es estéril.

3) En el debate sobre la medida prevalecen las posiciones principistas: por un lado, los que defienden la seguridad jurídica a rajatablas; por el otro, los que defienden el intervensionismo estatal a rajatablas. Muy poca atención para la coyuntura específica.

viernes, 27 de abril de 2012

Todo bien con la corrupción

Es llamativo cómo en apenas una década la sociedad argentina pasó de una indignación generalizada por la corrupción y la impunidad a una alta tolerancia por ambas. La interpretación más plausible de esta transformación es que aquella indignación era más una canalización de frustraciones socioeconómicas que un principio sustancial. Personas que hace diez años condenaban a la corrupción del gobierno de Menem como la violación de valores morales innegociables, aceptan hoy la corrupción del gobierno de Cristina como algo casi natural. Los kirchneristas lo verán como un proceso de maduración política, puesto que para ellos la corrupción es un tema accesorio frente a las cuestiones centrales. Yo lo veo como una muestra de pasividad y conformismo en una sociedad civil incapaz de pensar más allá de su bienestar cotidiano. Lo veo también como una victoria de la dirigencia política en salvaguardar y afianzar sus privilegios.

lunes, 23 de abril de 2012

No explanation

Los anti-kirchneristas se dedican a enumerar los males de que el Estado expropie. Los kirchneristas responden que la expropiación no traerá consecuencias negativas. Yo me sigo preguntando por qué se expropió. ¿Qué no estaba funcionando en la racionalidad maximizadora de beneficios del sector privado que la lógica estatal va a solucionar? Claramente, casi ninguno de los que están tan contentos con la medida tiene idea de sus costos y beneficios. Se trata de una cuestión emotiva. Y para reforzar eso nada mejor que las reacciones del gobierno español.

jueves, 19 de abril de 2012

Andate a cazar elefantes

¿Alguien entiende por qué se expropió YPF? La hipótesis de los diarios alemanes es que se hizo por la necesidad inmediata de guita (algo parecido a la estatización de las AFJP). Yo no veo ninguna explicación por parte de los kirchneristas, más allá de los ideales respecto de lo bueno que es que el Estado le saque algo a una multinacional. Hoy los muchachos de Artepolítica ponen un comentario alegando que la Argentina es el nuevo espíritu de la época, que hace temblar a las decadentes democracias europeas y norteamericanas. A mí, la falta de argumentos me hace pensar que la hipótesis de los alemanes es correcta. De ser así, tenía algo de razón el diario español que tituló en la tapa "Kirchner nos quiere robar a los españoles". El error sería que Repsol no equivale a "los españoles" en general. Tal vez la respuesta honesta (no el berretín de que los recursos naturales nos pertenecen, lo cual es la excusa para tontos) sería "sí, le robamos a Repsol, ¿y qué? Andate a cazar elefantes con el rey Rajoy".

lunes, 16 de abril de 2012

Dos preguntas

Yo apoyo la estatización de YPF porque después de leer diarios españoles le tomé bronca a España. Fuera de eso, acá van dos preguntas: 1) Si la inversión en exploración y extracción de petróleo tiene perspectivas rentables, ¿por qué Repsol no invierte?; 2) Si no tiene perspectivas rentables, ¿qué diferencia hace que pase a manos del Estado?

Me voy a dejar comentarios irritantes en las notas de El País.

jueves, 29 de marzo de 2012

Más no es necesariamente mejor

La política argentina suele manejarse en base a una idea que debería ser revisada. La idea es que si se destina más dinero a un área, este área producirá mejores resultados. Esta idea parecería ser de sentido común, en gran medida porque nuestra vida cotidiana nos expone repetidamente a la situación de querer cosas que no podemos tener por el solo motivo de que nos falta dinero. Pero más allá de los motivos, es evidente que en general los gobiernos pretender demostrar la mejoría de un área en términos de cantidad de inversión: "se destinaron tantos millones de pesos a educación", "se otorgaron tantas miles de becas de investigación", "se construyeron tantos hospitales", etc. La premisa es siempre que más es mejor.

Esta forma de razonar es bastante engañosa. Muchas veces los resultados de un área tienen que ver con su funcionamiento y no con sus recursos. Por ejemplo: si los maestros están mal capacitados, no van a mejorar porque se les aumente el salario; si el presupuesto de salud está mal distribuido para favorecer a ciertas áreas geográficas, un aumento del presupuesto total incidirá marginalmente en las áreas menos favorecidas. El punto es que si no se determinan los objetivos y se diagnostican los problemas, el aumento presupuestario puede servir para poco. Por eso, sería mejor demandar a los gobiernos resultados antes que presupuesto.

Claro que demandar resultados muchas veces es peligroso para quienes demandan más presupuesto: si yo soy un maestro mal calificado, seguramente voy a tener más interés en que aumento el presupuesto sin importar más nada, que en que alguien se ponga a averiguar por qué mis alumnos no salen bien en los exámenes. Por ese lado, el problema no está solo en los políticos sino también en la sociedad civil.

jueves, 22 de marzo de 2012

Subsidios

El otro día hablaba con un amigo que investiga el tema de los subsidios. No quiero revelar identidades, pero créanme que sabe de lo que habla. Además, lo que me dijo no es demasiado sorprendente. Dos cosas principales:

1) Cada año, los subsidios son mayores. Lógica pura: los precios generales aumentan, pero los servicios y el transporte no. Ergo: el Estado pone más plata para mantener los precios bajos. Hay entonces una carrera entre la capacidad recaudadora del Estado y el incremento de los subsidios. Lo segundo va más rápido que lo primero, lo cual significa que en los próximos años pasa una de dos, o una combinación de ambas: a) se recortan los subsidios, como ha comenzado a hacerse tibiamente; b) se buscan nuevas fuentes de financiamiento.

2) El sistema de subsidios genera situaciones "perversas". Un claro ejemplo es el de los trenes: el Estado los financia pero no está a cargo de la gestión. Eso significa que quien los gestiona no tiene, más allá de su buena consciencia, ningún incentivo para mejorar el servicio. Desde el punto de vista económico, solo tiene incentivos para reducir costos. Lo "perverso" de esto es que el Estado es de hecho el responsable de mantener el servicio, pero formalmente el responsable es "la empresa". Las consecuencias están a la vista: cuando hay problemas, nadie asume la responsabilidad.

Es común en la historia argentina sostener el crecimiento acumulando distorsiones que, cuanto más se prolongan, más difícil se hace abandonarlas, tanto económica como políticamente. Lucas Llach llama a esto "populismo": crecer hoy a costa de problemas futuros. Los kirchneristas lo piensan de otro modo: los tiempos económicos deben ir de la mano de los tiempos políticos, y no subordinarse a los mismos. El problema es que "políticamente" siempre hay buenas razones para postergar los ajustes económicos, lo que hace que, a menudo, haya que hacer todo de golpe a último momento.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Más información y menos excusas

Voy con una sugerencia breve y concreta. Tiene que ver con una de esas áreas que al kirchnerismo, desde el más dogmático al más reflexivo, lo tiene sin cuidado: la comunicación y la transparencia de la gestión de gobierno.

Si luego de un accidente en el que mueren 51 personas Cristina explica lo difícil que es llevar a cabo reformas en el Estado (para mejorar los trenes, en este caso), ¿no sería preferible para la ciudadanía que, además de enumerar en cada discurso pública una seguidilla de logros, explicase los desafíos y problemas de cara al futuro? La postura actual me parece la del irresponsable: te repito una y mil veces que todo va bien, y cuando estalla algo que está mal te explico por qué no lo mejoré. Es como un mal empleado que, en vez de plantear los problemas de entrada, trata de ocultarlos y luego, cuando ya no puede, pone excusas.

No es un misterio que la gestión estatal es compleja y suele demandar tiempos más extensos que los deseables. Tampoco es un pecado imperdonable aceptar que hay problemas que todavía no se pudieron resolver. Sería saludable para la relación entre la ciudadanía y la política que haya más transparencia en estas cuestiones. Sería mejor que la política triunfalista que repite lo bueno, ignora lo malo y da explicaciones solo cuando las cosas estallan.

domingo, 4 de marzo de 2012

¿Viento de cola o mérito del gobierno? ¡Sí, por favor!

Leo acá en Artepolítica que "a esta altura hablar de viento de cola es ingenuidad o mala fe". Como suele pasar, reducir ciertas cuestiones a la dicotomía kirchnerismo/anti-kirchnerismo esconde su sustancia, sus complejidades y sus matices. Tanto la afirmación "la Argentina crece debido a circunstancias económicas favorables que no tienen nada que ver con la política del gobierno", como "la Argentina crece debido a las políticas del gobierno más allá de las circunstancias favorables", son inconducentes. Por un lado, es obvio que la Argentina viene atravesando una coyuntura económica estructuralmente favorable hace varios años; coyuntura que no fue creada por los Kirchner. Una clara evidencia de ello es la situación de América Latina en su conjunto, de la situación económica de cada país más allá de sus políticas concretas. Por otro lado, es igualmente obvio que una situación económica favorable puede ser acompañada o perjudicada por decisiones políticas. En un país particularmente imprevisible e inestable como la Argentina, no es evidente que tal situación favorable conduzca automáticamente a un período de crecimiento prolongado.

La metáfora "viento de cola" me parece entonces bastante acertada. Digamos que si uno vuela en avión y hay viento de cola, se avanza más rápido, lo cual no implica que el piloto no tenga que hacer bien su trabajo, que no haya turbulencias, y demás. Desde mi punto de vista, el debate tiene que partir de la base de que este viento de cola existe y centrarse en qué se está haciendo con él, cuánto se lo está aprovechando para generar un crecimiento sustentable, en qué medidas las políticas del gobierno lo potencian o lo socavan, qué transformaciones sociales se están generando, y demás. Los debates son productivos cuando se sustentan en datos de la realidad, y estos datos demuestran tanto que hay viento de cola como que el viento de cola no alcanza para crecer estable y prolongadamente.

miércoles, 29 de febrero de 2012

Sabiduría popular (anti-kirchnerista)

¿Qué respondería un kirchnerista a esta pieza de sabiduría popular tomada de Facebook?
Cristina Fernandez de Kirchner... sos lo peor que me pasó en la vida! Cerras las importaciones y acá no haces nada... no creas industria!

Sin embargo vos te vestís con ropa importada y yo no puedo tener mi iphone!

CARETA! VESTITE CON ROPA GENERICA HECHA EN ALGUN TALLER DE ARGENTINA!

SE CONSECUENTE CON LO QUE DECIS!

sábado, 25 de febrero de 2012

¿Y ahora?

Como siempre, reacciones diversas por parte del kirchnerismo. Por un lado, los que son capaces de pensamiento independiente (acá y acá), reconocen lo evidente: el gobierno tiene responsabilidad en lo ocurrido, y corresponde que se haga cargo. Por el otro, los que ven en todo una confirmación de que el kirchnerismo es perfecto. Guillermo Levy, por ejemplo, culpa a Menem y a los medios de comunicación y empresarios que apoyaron las privatizaciones por lo que pasó, y afirma sin mayores aclaraciones que solo luego de esta tragedia es el momento de que el gobierno actúe en el tema de los trenes. Mi duda es si la visión de la propia Cristina se acerca más a la primera perspectiva o a la segunda, aunque sospecho que este último es el caso. Pedirle a Cristina que asuma la responsabilidad desde un kirchnerismo crítico es sin duda razonable, pero ignora que dicho reconocimiento implicaría un quiebre con la matriz ideológica del gobierno. Pues asumir que algo no se hizo bien y que el gobierno no estuvo a la altura de las circunstancias implicaría menoscabar la confianza absoluta que el gobierno reclama por parte de la ciudadanía, como condición para desarrollar políticas sin controles ni rendimiento de cuentas. En otras palabras, el problema con asumir falencias es la posible conclusión de que no es bueno que el gobierno tenga poder absoluto para obrar a discreción en cada área del Estado. Por eso, pienso que el gobierno seguirá un curso de acción más afín al kirchnerismo ortodoxo, buscando desligar su responsabilidad y señalando culpables. De ese modo, se intentará instalar la idea de que el accidente no se produjo porque el gobierno no controlase lo suficiente las condiciones del servicio de trenes, sino, por el contrario, porque no tenía poder de control suficiente para evitar que empresarios inescrupulosos lucraran poniendo en riesgo la vida de la gente. La conclusión inevitable será que el gobierno necesita más poder de control, porque solo el control absoluto permite una gestión eficaz. Si esta es, efectivamente, la línea que se adopta desde el gobierno (de lo que ya hubo un indicio al presentarse el Estado como querellante), la pregunta será hasta qué punto la sociedad aceptará un relato que tiende a neutralizar y revertir toda crítica en favor de mayor tolerancia, confianza y crédito para con él.

miércoles, 15 de febrero de 2012

La causa Malvinas

Hace varios días que vengo siguiendo el tema Malvinas, buscando tomar una posición favorable o contraria a la nueva estrategia del gobierno sobre el tema.

Me pongo en el lugar de quienes acuerdan con la estrategia del gobierno. Digamos que el objetivo de obtener la soberanía de Malvinas es una política de Estado que es bueno sostener. Sobre esa base, podemos pensar que la estrategia del gobierno es la mejor posible. Puesto que los británicos se niegan a negociar, la Argentina puede presionar haciendo su relación con las islas lo más difícil y costosa posible. A su vez, la Argentina busca aliados entre los países latinoamericanos, en un contexto de relativa fortaleza, para perjudicar la posición internacional del Reino Unido. A la larga, esto podría llevar a que el Reino Unido revalúe su política de no negociación. Pero aunque no lo haga, la Argentina afirma su posición y sale bien parada. Un elemento importante en este sentido es la afirmación permanente de la voluntad de encarar el tema pacíficamente, para que todo elemento bélico quede del lado británico.

Ahora bien, pensemos un poco más afondo esta cuestión de la "causa Malvinas". Efectivamente se trata de una "causa" antes que de una "política" porque lo que está en juego no es eminentemente un interés, sino una cuestión simbólica. A la Argentina las Malvinas le son casi indiferentes desde un punto de vista material, pero tienen un peso simbólico muy importante. Es decir que lo que está en juego en la causa es más que nada una cuestión de identidad e ideología nacional. Los argentinos consideramos que la islas nos fueron arrebatadas injustamente, y vemos en la reparación de esa injusticia una afirmación de nuestra identidad.

Esto tiene consecuencias muy importantes. Si las Malvinas son una causa antes que una política, entonces los gobiernos tienen menos incentivos para implementar políticas que efectivamente tiendan a obtener la soberanía de las islas, que para demostrar y poner en escena esta afirmación del orgullo nacional. Algunos dicen, por ejemplo, que la política más efectiva respecto de Malvinas sería tratar de integrarlas, construyendo vínculos con sus habitantes. Sea esto cierto o no, la cuestión es que en términos ideológicos esa política no sería consecuente con la causa, que, de nuevo, no busca un objetivo material sino una afirmación simbólica. O sea: lo importante no es obtener la soberanía por el medio que sea, sino denunciar la injusticia cometida y reclamar su reparación.

Si la política argentina respecto de Malvinas es, entonces, una puesta en escena ideológica antes que una gestión, lo que está en juego es menos una cuestión de política exterior que de movilización interior. Las gestiones externas se desarrollan con el fin de afirmar una identidad interna. Por eso fue tan bien recibido el bloqueo a los barcos con bandera británica por parte de otros países latinoamericanos; contribuya eso o no al objetivo final, lo principal es que constituye una victoria simbólica sobre el Reino Unido. Para el gobierno, lo importante es afirmar una posición, y por eso evalúa sus éxitos en términos de batallas simbólicas, cuya conexión con objetivos concretos son difíciles de ver.

La siguiente pregunta sería: ¿es positiva esta política de afirmación nacional? Creo que no, por varios motivos. El primero es pragmático: en el caso de Malvinas, donde toda solución por la fuerza es imposible para la Argentina, la "causa" muchas veces contradice el objetivo concreto de obtener la soberanía de las islas. No siempre lo más efectivo en términos de afirmación identitaria es lo más efectivos en términos de política exterior, y en este caso creo que cuanto más confrontativa se muestra la Argentina, más contribuye a endurecer la posición de Gran Bretaña y de los isleños. Por este motivo, cuanto más se agita la cuestión Malvinas interiormente, menos efectiva tiende a ser la política exterior al respecto.

Ahora bien, supongamos que todos aceptamos que recuperar las islas no nos interesa y que lo único que importa es la cuestión identitaria. ¿Es entonces positiva la estrategia del gobierno? Sigo pensando que no. Primero que nada, porque la afirmación identitaria construida sobre pasados míticos (y, sea cual sea la realidad, para casi la totalidad de los argentinos la idea que se tiene un derecho sobre las islas se basa en mitos) es negativa y peligrosa. Negativa porque tiende a afirmar estereotipos ("los argentinos somos pacíficos", "los ingleses son militaristas") y a apuntalar prejuicios ("la Argentina tiene derechos geográficos e históricos sobre las islas"). Peligrosa porque, siendo que lo que para el gobierno es un estrategia de movilización es para la población una verdad, se cultiva una idea cuyas consecuencias son impredecibles. Para el gobierno puede ser obvio que las Malvinas no importan más que para afirmar la identidad nacional, pero para mucha gente esta distinción no es tan clara y, a la larga, puede dar lugar a la idea de que "hay que recuperar las islas por cualquier medio". Este camino es en parte el que abrió la puerta a la aventura de 1982.

La estrategia del gobierno sobre Malvinas recae en todos los lugares comunes de una auto-celebración identitaria. Las palabras de Cristina exculpando a los argentinos por su abierto y decidido apoyo a la ocupación de 1982 son ilustrativas en ese sentido. Se combinan con la exaltación de los medios pacíficos, como si ello fuese una cuestión de superioridad moral y no de diferencias de poder militar. Lo que queda es la pureza identitaria: "los argentinos afirmamos nuestros derechos mediante la paz, mientras los británicos utilizan la fuerza". Estos lugares comunes auto-celebratorios fomentan una cierta estupidización, que consiste reproducir una noción reconfortante de nosotros mismos antes que desafiarnos a repensar y cuestionar nuestra posición. Me pregunto: ¿sería perjudicial abrir un debate histórico y jurídico sobre la legitimidad de nuestro reclamo sobre Malvinas? ¿Es la pureza de la causa más beneficiosa que una auto-reflexión sobre nuestra propia posición?

Vale la pena destacar la instrumentalidad política que la causa Malvinas presente cada nuevo gobierno, y que éste parece dispuesto a aprovechar como nunca desde 1982. El discurso de Cristina, convocando a todos los sectores sociales a escucharla, fue una puesta en escena de unidad nacional. Lo cual no sería en sí mismo negativo, si no fuese porque esta unidad se presenta en términos jerárquicos, con la líder representando a la nación y todos los actores mostrando silenciosamente su consenso. Se evita así la posibilidad de pensar la unidad nacional en términos de convergencias plurales, por ejemplo mediante una invocación a consensuar una política de Estado que vaya más allá de una estrategia coyuntural. Con la invocación al consenso silencioso, el gobierno plantea un escenario donde las alternativas son la adhesión a su estrategia o la traición a la causa. De nuevo: la pureza de la causa se traduce en la escenificación de la pureza identitaria.

En definitiva, pienso que todo este revivir de la cuestión Malvinas, con sus éxitos simbólicos, reproducen imaginarios retrógrados. Estos imaginarios son redituables políticamente y nos brindan una cierta satisfacción comunitaria. Pero poco nos sirven para avanzar en la gestión sobre Malvinas (si tal cosa existe) y, lo que es más grave, reafirman lugares comunes sobre nosotros mismos que difícilmente sean beneficiosos de cara al futuro.

lunes, 13 de febrero de 2012

Tres perspectivas sobre el caso Garzón

Leo lo que escriben sobre la condena a Baltazar Garzón Gustavo Arballo, Mario Wainfeld y Eugenio Zaffaroni. Arballo evalúa el caso desde una perspectiva jurídica, Wainfeld desde una perspectiva política, y Zaffaroni desde una perspectiva, digamos, de teoría del poder judicial. Arballo concluye que, guste o no ideológicamente, la condena es irreprochable en términos jurídicos. Wainfeld sugiere que los elementos jurídicos no importan porque "la dimensión de un protagonista a menudo se mide por quiénes son sus enemigos". Por lo tanto, concluye que la condena es un triunfo de la derecha reaccionaria, nada más. Zaffaroni tampoco brinda elementos jurídicos específicos y condena el fallo por restringir la libertad del juez y, de ese modo, sentar un precedente favorable a la verticalidad judicial. Es un argumento que me resulta incomprensible: ¿garantizar la pluralidad del poder judicial implica que las acciones de los jueces no pueden ser sancionadas? Suena absurdo, pero no veo en el artículo de Zaffaroni ninguna sugerencia respecto de dónde estaría el límite entre la autonomía de un juez y su potestad para hacer cualquier cosa.

El argumento de Wainfeld es discutible. Evaluar todo hecho social, judicial en este caso, mediante parámetros ideológico-políticos, implica en última instancia la negación del derecho. Digamos que en términos jurídicos, lo que importa es si una persona comete o no un delito, no su ideología. Evaluar la condena a Garzón en términos de confrontaciones ideológicas que no tienen propiamente que ver con los elementos jurídicos, implica sugerir que el poder judicial debe manejarse con criterios políticos. Los problemas que esto genera son bastante obvios.

sábado, 11 de febrero de 2012

Intelectuales patraña

Algo que me enoja mucho es leer artículos de "intelectuales" que no argumentan, como éste de Diego Tatian (a quien no conozco, ni creo que tenga muchos méritos académicos). El artículo fue generosamente discutido acá, así que voy a hacer un comentario más general. Me parece que la actividad específica del intelectual, y más aún de los que forman parte de ámbito universitario y de la investigación académica, es la argumentación. Esto presupone ciertas reglas discursivas, entre las que remarcaría respaldar lo que uno afirma con evidencias ya sea empíricas o lógicas, de forma tal que lo afirmado sea en principio pasible de refutación. Por supuesto que la idea no es afirmar cosas que uno sabe que son refutables, sino cosas que podrían en principio ser refutadas pero que, en base a ciertos elementos, uno piensa que no lo son. Este, por supuesto, no es el único tipo de discurso posible; la literatura y la poesía son ejemplos de discursos no argumentativos, donde pueden realizarse afirmaciones sin fundamentos lógicos o empíricos. Pero cuando uno escribe una nota en un diario a título de "docente universitario e investigador", se asume que no está escribiendo como poeta o escritor, sino como intelectual. Entonces, utilizar ese espacio para expresar apreciaciones subjetivas imposibles de verificar es convertir a la actividad intelectual en una patraña.

sábado, 28 de enero de 2012

Debatir la re-re

Se me ocurren dos posibilidades. O bien el gobierno quiere instalar el tema de la re-reelección para eventualmente cerrarlo, buscando dar una muestra de virtuosismo republicano, o bien quiere instalarlo para efectivamente buscar dicha re-reelección. En cualquier caso, es claro que el gobierno quiere mantener el tema abierto; en caso contrario, Cristina abría dado instrucciones bien claras de que no se hable.

Más allá de las virtudes y desventajas que una reforma constitucional pueda tener para el país, creo que sería bueno que ciertos sectores de la sociedad civil, más que nada los académicos y los periodistas, comiencen a plantear un debate. Es un debate necesario porque, termine el gobierno buscando la reforma constitucional o no, el tema aparece cada vez que un funcionario se acerca al final de su segundo mandato, no solo a nivel nacional. Creo que sería bueno que la sociedad civil deje de correr siempre atrás del poder político, dando discusiones cuyos términos responden a la estrategia coyuntural de un gobierno, y pueda encarar ciertos temas con más autonomía y amplitud.

Hoy en día el tema de la re-reelección está centrado en Cristina. Pero hay preguntas más amplias que merecen atención: ¿Para qué sirve una Constitución? ¿Cuán rígida o cuán flexible debe ser? ¿Cuáles son las ventajas y desventajas de limitar el tiempo que un mandatario puede permanecer en el poder? Sería interesante abrir foros, convocar a juristas, historiadores, politólogos y filósofos para dar esta discusión; antes de que la disputa más Cristina vs. menos Cristina termine suprimiendo la posibilidad de pensar el tema con cierta profundidad.

jueves, 26 de enero de 2012

Mejora Plataforma

Creo que esta es la mejor carta de Platarforma 2012. A diferencia de las cartas anteriores, que planteaban una crítica totalizante del gobierno y, por lo tanto, quedaban atrapadas en la lógica anti-k vs. pro-k, la nueva carta se enfoca en plantear temas de agenda. Es un intento interesante por evitar las dos posiciones que prevalecen en la actual coyuntura política argentina: una anti-k que enfatiza lo malo y lee lo bueno como ocultando y apuntalando un mal mayor, y una pro-k que enfatiza lo bueno y lee lo malo como costos de transición hacia un bien mayor (la idea de "deudas pendientes" que Plataforma critica). Salir de esa dicotomía implica suspender el juicio totalizante respecto de si el gobierno es en general bueno o malo, y pasar a discutir su desempeño en cuestiones concretas: desigualdad, derechos humanos y poderes empresarios. Con buen criterio, a mi juicio, Plataforma sostiene que lo que se piensa sobre estos temas está demasiado condicionado por el relato del gobierno que, como suele pasar con los relatos políticos, simplifica la realidad.

domingo, 22 de enero de 2012

Un poco más Malvinas

Agrego algo a mi comentario anterior. La política del gobierno sobre Malvinas, así como el comentario de Battaglino al respecto, parecen reproducir el enfoque previo a la guerra de 1982. Este modelo fue minuciosamente analizado por Vicente Palermo (en este libro), quien argumentó que las Malvinas siempre fueron vistas como una "causa" antes que como un objetivo concreto, el de la obtención de la soberanía de las islas. Es decir: hasta 1982, cuando esa soberanía era un objetivo plausible, la política argentina sobre Malvinas se orientó más a apuntalar una forma de identidad nacional, contrapuesta al imperialismo inglés, que a obtener efectivamente la soberanía.

Me cuesta imaginar que hoy en día, con la memoria de la guerra todavía presente, la política de aislamiento de las Malvinas pueda acercar el objetivo de la soberanía. ¿Es posible que, a menos de treinta años de haber ganado una guerra, Gran Bretaña acepte negociar la soberanía? La nota de Battaglino es sintomática en ese sentido: elogia los logros de la actual política argentina, pero describe dichos logros en términos de dejar en ridículo a Gran Bretaña y fortalecer la unidad latinoamericana. Nada se dice de la potencial obtención de la soberanía, que parecería quedar como un trasfondo inalcanzable.

viernes, 20 de enero de 2012

Battaglino sobre Malvinas

Empiezo a leer esta nota de Jorge Battaglino, profesor de la Universidad Di Tella e investigador del CONICET, especialista en política exterior. A pesar de mi desconfianza respecto de la neutralidad de artículos publicados en un medio que funciona como mecanismo de propaganda gubernamental, acepto las credenciales del autor como un indicio de su autoridad en la materia sobre la que escribe: la política argentina respecto de Malvinas.

Empiezo a leer. El autor contradice mis preconceptos (no tengo más que eso, puesto que no soy especialista y no estoy informado sobre la materia) respecto de las gestiones que el kirchnerismo viene realizando respecto de Malvinas. Mi percepción es que esas gestiones no están demasiado bien encaminadas, mientras que Battaglino afirma todo lo contrario. Pienso, entonces, que mis preconceptos deben de estar errados, y continúo leyendo la explicación de Battaglino.

Luego de la afirmación inicial de que "quizás como nunca antes en la historia reciente la estrategia argentina hacia Malvinas ha rendido sus frutos", y de que "la Argentina ha desarrollado una eficaz política de regionalización de la cuestión Malvinas", el artículo no explica cuáles son los resultados concretos de esa estrategia. Por el contrario, se dedica a criticar la política exterior británica, a señalar sus inconsistencias, su cuestionable base de apoyo y las tensiones internas a las que da lugar, nada de lo cual parece ser atribuible a las gestiones argentinas. Por otro lado, se señalan el crecimiento económico de América Latina (al que se lo califica falsamente de "inmune" a la crisis europea) como un factor que favorece las gestiones argentinas, lo cual no es un mérito de dichas gestiones sino una modificación del poder relativo de las partes. Finalmente, se mencionan los beneficios de la "construcción de un pensamiento regional", al cual se lo define en términos sumamente generales, y no se explican sus efectos concretos sobre la cuestión de la soberanía. Entre todas los reproches a Gran Bretaña, nada se dice sobre la guerra de 1982 y sobre cómo los efectos de esa guerra pesan hoy en la política británica sobre Malvinas.


En definitiva, el artículo consiste en una lista de elogios a la Argentina y a América Latina, y en otra lista de reproches al Reino Unido, sin evidencias ni argumentos convincentes. Muchas credenciales, poca sustancia.

domingo, 15 de enero de 2012

Ausencia de datos, ausencia de debate

Escriben Roberto Gargarella y Maristella Svampa, gestores de la denominada Plataforma 2012:

Respecto del impacto distributivo que ha tenido la asignación universal por hijo –a la que apoyamos, reclamando una cobertura universal–, las opiniones son muy diversas, pues están aquellos que sostienen que dicha transferencia de ingresos habría producido un descenso de la desigualdad, pero también otros que señalan que la inflación existente habría neutralizado tal efecto. Además, hay quienes afirman que no hay estudios de campo que hayan verificado los resultados que se reclaman, más allá de que ésta se considere una medida con potencialidad distributiva. Sin embargo, en el campo de los datos “duros”, el problema mayor reside en la pertinaz opacidad del Estado que, al no proporcionar datos, imposibilita un debate serio y transparente sobre una cuestión no menor de nuestra sociedad.

Aquí está lo que creo que podría ser la fuente de una crítica intelectual al kirchnerismo. En un comentario anterior me referí a la distinción entre imaginarios y realidades: hay ciertas ideas de que están ocurriendo ciertas cosas que nadie sabe en qué medida se condicen con la realidad. La Asignación Universal por Hijo es un claro ejemplo: si bien es una política que responde en sus principios a una idea de igualación social, es muy poco lo que se sabe sobre su implementación y sobre sus efectos concretos en la vida de los sectores con carencias sociales. Puesto que, como bien señalan Gargarella y Svampa, el kirchnerismo ha deteriorado los elementos objetivos que permiten evaluar los resultados de sus políticas, se ha deteriorado también la calidad del debate público. Sin datos tangibles, las discusiones se terminan reduciendo a valoraciones abstractas.

Esto es, además, un punto que amerita la intervención política de los intelectuales. Puesto que por la naturaleza de su propia actividad, el intelectual tiene un compromiso con la verdad y el conocimiento de la realidad.

viernes, 13 de enero de 2012

Víctor Hugo y Clarín

Che, eso de calificar a Clarín como el poder más grande de la Argentina quedó medio anticuado, ¿o no? ¿Más que el Estado argentino? ¿Más que el partido justicialista? Hoy en día, no lo veo.

Igual, el resto de la entrevista bien.

domingo, 8 de enero de 2012

Intelectuales

La cuestión es, desde mi punto de vista, la siguiente: un intelectual (o sea, alguien que se dedica a comprender, mediante ideas y conceptos, la realidad) no puede ser un activista político (o sea, alguien que busca transformar la realidad). Ello por el siguiente motivo: comprender algo no conlleva ninguna prescripción para la acción. Comprender es una cuestión cognitiva, y actuar es una cuestión práctica. Ambas actividades corresponden a dos facultades distintas. Que ambas están relacionadas y se necesitan mutuamente es obvio. Que puedan complementarse una a la otra y formar una unidad es una fantasía; la fantasía marxista, digamos.

Los intelectuales de Carta Abierta quieren ser intelectuales militantes, pero terminan siendo militantes y no intelectuales. Esencialmente porque son estratégicos, tienen un programa político que defienden y que determina lo que dicen y dejan de decir. Enmarcan su discurso en una contienda política antes que en un compromiso irrenunciable con decir las cosas como son. Ya sé: es imposible decir las cosas como son, sin preferencias políticas que se inmiscuyan. Pero el compromiso con la verdad no presupone la existencia de verdades absolutas, sino la no subordinación de la búsqueda de verdad a otras preferencias, por ejemplo políticas.

Los intelectuales de Plataforma quieren ser intelectuales militantes, y no son ni una cosa ni la otra. Están demasiado comprometidos con la verdad como para actuar estratégicamente, como requiere la política. Pero quieren transformar esa enunciación de la verdad en un acto político, lo cual solo es posible cuando la verdad no se conoce. En la Argentina de hoy no se desconoce que los gobiernos provinciales reprimen brutalmente; lo que ocurre es que esa represión no tiene mucho impacto político. Para que tenga impacto, hace falta hacer algo más que darla a conocer: hace falta actuar. Y de nuevo: no se actúa enunciando la verdad.

El problema, como yo lo veo, no es qué posición política toman los intelectuales; el problema es que confundan su actividad con dicha posición.

sábado, 7 de enero de 2012

Mal artículo

Este artículo amaga con hacer un análisis del discurso. Después se dedica a aclarar las palabras de Cristina, como si necesitasen aclaración, y critica la reacción de "la prensa" a su operación, tomando como evidencia de esa reacción dos fragmentos de dos periodistas que afirman que la Argentina es un país imprevisible. Una calidad argumentativa que no merecería aprobar ni un seminario de licenciatura ¿Para esto necesitamos financiar becarios de doctorado por cinco años?

jueves, 5 de enero de 2012

Pensamiento crítico vs. Kirchnerismo

Me encontré con esto. ¿Qué piensan los kirchneristas?

PLATAFORMA PARA LA RECUPERACIÓN DEL PENSAMIENTO CRÍTICO

Escapar al efecto impositivo de un discurso hegemónico no es una tarea fácil. Pero es necesario y posible generar una voz colectiva que enuncie este problema y lo transforme en acto de demanda. Si algo nos define como intelectuales es pensar sobre el mundo y la sociedad en la que vivimos, poner en cuestión los problemas que nos plantea, promover el debate de ideas, intentar leer más allá de la letra manifiesta y visibilizar lo oculto, tratar de salir de la mera apariencia de los efectos para bucear en las causas que los determinan. En síntesis, sostener nuestra capacidad y conciencia crítica y manifestarla, romper el silencio, como paso imprescindible hacia un accionar colectivo y transformador. No encontramos este ánimo en algunos trabajadores del campo de la cultura, a quienes hemos respetado y queremos seguir respetando, pero que al colocarse como voceros del gobierno han producido una metamorfosis en relación con su historia y su postura crítica. Nos encontramos ante verdaderos escándalos de diferente naturaleza y calidad, que tienen como denominador común la impunidad en relación con las responsabilidades de quienes nos gobiernan. Y de manera paralela, asistimos a la construcción de un relato oficial, que por vía de la negación, ocultamiento o manipulación de los hechos, pretende investir de gesta épica el actual estado de cosas.


Javier Chocobar, Diego Bonefoi, Nicolás Carrasco, Sergio Cárdenas, Mariano Ferreyra, Roberto López, Mario López, Mártires López, Bernardo Salgueiro, Rosemary Chura Puña, Emilio Canavari, Ariel Farfán, Felix Reyes, Juan Velázquez, Alejandro Farfán, Cristian Ferreira. Vemos crecer la lista de los asesinados. Muertes que en su repetición no dejan de asombrarnos. Muertes que van cubriendo toda nuestra geografía. Muertes que, lejos de ser inocentes, marcan un encarnizamiento represivo que no puede ser negado ni atribuido a lejanas decisiones para desresponsabilizar al gobierno central. Ahora descubrimos que desde 1994 somos un país federal, y que por lo tanto las muertes dependen de las policías provinciales, o de los caciques locales. Curiosa apelación al federalismo, cuando es el gobierno nacional el que ejerce el centralismo unitario y decide de hecho los presupuestos provinciales, el que resuelve candidaturas, impone ministros y se abraza con los gobernadores casi al mismo tiempo de ocurridos los hechos.

Muchas de las últimas muertes están vinculadas a la carencia de tierra, y detrás de cada nombre hay una historia de vida que se remonta a la histórica lucha de los pueblos originarios contra el despojo del que han sido objeto. El proceso de concentración de la propiedad de la tierra y la soja-dependencia de los últimos ocho años son un correlato en el presente de aquel despojo, que el discurso oficial oculta. El “relato” hegemónico pretende imponerse sobre la materialidad y el valor simbólico de estas muertes. Efectivamente, en torno a estos y muchos otros hechos se elabora un discurso oficial que construye consensos, porque aparenta dar cuenta de una serie de necesidades sociales y reivindicaciones nacionales mientras se afianza la persistencia de lo mismo que aparenta cuestionar. Este relato disciplinador y engañoso utiliza la potencia de los recursos comunicacionales de que dispone crecientemente el gobierno para ejercer control social mediante la inducción de mecanismos alienatorios sobre las formas colectivas de la subjetividad.

Quieren aparecer como actores de una gesta contra las “corporaciones”, mientras grandes corporaciones como la Barrick Gold, Cerro Vanguardia, General Motors, las cerealeras, los bancos o las petroleras – y el propio grupo Clarín, hoy señalado como la gran corporación enemiga – han recibido enormes privilegios de este gobierno. Quieren también aparecer como protagonistas de una histórica transformación social, mientras la brecha de la desigualdad se profundiza. Y cuando la realidad se impone sobre el “relato”, los voceros oficiales y oficiosos del gobierno sostienen que se trata de “lo que falta”. Según los intelectuales reunidos en Carta Abierta, “lo que falta” sería – más allá de las “asignaturas pendientes” que estarían dispuestos a admitir – una cuestión de “imaginación política”. Y lo que es evidencia y síntoma de lo que no sólo no se transforma sino que se profundiza sería – como en el fenómeno de las placas tectónicas - algo así como restos traumáticos del pasado en el interior de un proceso transformador, que reaparecen una y otra vez. El contenido de la producción ideológica oficial se inscribe en una metodología. La discusión de ideas es sustituida por la descalificación del interlocutor y toda disidencia es estigmatizada. Trivialización del debate, bravata “intelectual”, sacralización de sus referentes con independencia de las acciones que producen, son sólo algunas de las modalidades en las que se expresa el intento de imponer un discurso único. Cuando desde los medios públicos se utiliza la denigración de toda voz crítica por medio de recortes de frases, repeticiones, burlas y prontuarización como procedimiento intimidatorio y se invalida a esas mismas voces cuando se expresan en otros medios, se produce una encerrona que por una u otra vía sólo promueve el silencio. Hoy la homogeneidad discursiva empieza a estar atravesada por algunas filtraciones que la erosionan: el relato épico ha iniciado un proceso de cierto desenmascaramiento. La asociación entre derecho de huelga y extorsión o chantaje, o la justificación de la sanción de la ley antiterrorista, serían expresiones paradigmáticas de este fenómeno. A pesar del afán disciplinador del discurso hegemónico, es nuestra responsabilidad como intelectuales y trabajadores de la cultura romper el silencio que pretende amordazar el pensamiento crítico y promover un debate transformador de los grandes problemas que plantea el presente. Es necesario. Y es posible.

Pablo Albarello, Mirta Antonelli, Bibiana Apolonia de Brutto, Norma Barros, Héctor Bidonde, José Emilio Burucúa, Jorge Brega, Manuel Callau, Ana Candiotti, Andrés Carrasco, Nora Correas, Diana Dowek, Lucila Edelman, Sandra Franzen, Roberto Gargarella, Adriana Genta, Norma Giarracca, Liliana Helman, Eduardo Iglesias Brickles, Diana Kordon, Darío Lagos, Alba Lancillotto, Adriana Lestido, Matilde Marin, Lucrecia Martel, Gabriela Massuh, Francisco Menéndez, Luis Felipe Noe, José Miguel Onaindia, Jorge Pellegrini, Derly Prada, Mabel Ruggiero, Carlos Ruíz, Alfredo Saavedra, Guillermo Saccomano, Luis Sáez, Horacio Safons, Beatriz Sarlo, Alberto Sava, Herman Schiller, Aurora Juana Schreiber, Maristella Svampa, Nicolás Tauber Sanz, Miguel Teubal, Osvaldo Tcherkaski, Yaco Tieffenberg, Enrique Viale, Dennis Weisbrot, Patricia Zangaro, Daniel Zelaya. Adhesiones a plataforma.2012@yahoo.com.ar