martes, 29 de marzo de 2011

El periodismo según la UNLP

La entrega de un premio de periodismo a Hugo Chávez por parte de la Universidad Nacional de La Plata revela una mentalidad peligrosamente cercana al fascismo, presente en los círculos intelectuales de la Argentina. No digo esto porque piense que Chávez sea fascista, ni porque piense que es un enemigo de la libertad de expresión. Lo digo porque la justificación de por qué se le otorga un premio de periodismo a alguien que no es periodista, y cuya contribución al desarrollo de un mejor periodismo es cuestionable, es propia de quien tiene una visión totalitaria de la sociedad.

La idea es simple: Chávez representa una idea de sociedad y de la comunicación social (se entiende, entonces, que ser periodista es idéntico a ser comunicador social) que responde a las banderas nacional y populares que la Universidad Nacional de La Plata defiende. En otras palabras, a Chávez se le otorga un premio porque sus ideas políticas en general, y sobre los medios de comunicación en particular, responden a las ideas de dicha universidad. Si prestamos atención al argumento, la idea es que la comunicación social debe estar al servicio de un cierto proyecto político, que es el que Chávez lleva adelante. El mérito de Chávez consiste entonces en poner a la comunicación social al servicio del proyecto político que él representa.

Esta concepción de la comunicación social puesta en su totalidad al servicio de un cierto proyecto político presupone dos cosas. Primero, que hay una idea política superior a todas las demás a la que el buen periodismo debería responder. Segundo, como consecuencia de lo primero, corresponde poner al periodismo en su conjunto al servicio de dicha idea. Si bien no se lo dice explícitamente, la UNLP considera que valores como pluralidad, libertad y veracidad, entre otros, deben estar subordinados y al servicio de un único proyecto político. El periodismo no es más que una parte de una sociedad que debe ajustarse a ciertos valores éticos como la justicia social, la independencia económica y la soberanía política.

Con el mismo argumento, podríamos justificar que el presidente correcto, es decir, el que defiende valores nacionales y populares, intervenga en cualquier área de la sociedad y la ponga al servicio de dicho valores. Así, podríamos tener una ciencia al servicio del pueblo, un deporte al servicio del pueblo, un derecho al servicio del pueblo, una arquitectura al servicio del pueblo, y todo lo demás. En otras palabras, una utopía totalitaria donde el lider se pone al servicio de la voluntad general y organiza a la sociedad en su conjunto de acuerdo a dicha voluntad.

Por supuesto que quienes han decidido otorgar este premio no irían tan lejos, al menos explícitamente, pero es una forma de pensar que, como todas, se va desarrollando según su propia lógica. Se trata de una mentalidad totalitaria que se ha instalado en muchos círculos intelectuales "nacionales y populares".

domingo, 27 de marzo de 2011

Coherencia con las ideas

Se habla mucho de ser coherente con las ideas. Pero para ser coherente con una idea hay que explorarla, cuestionarla, ponerla a prueba y demás. Ser coherente con una idea no es como ser hincha de un equipo de fútbol, lo cual escapa a cualquier cuestionamiento o reflexión. Defender coherentemente una idea implica poder justificar un punto de vista, teniendo en cuenta y argumentando frente a los cuestionamientos que puedan surgir. Defender una idea sin cuestionarla, sin ponerla a prueba, no implica que uno sea coherente; no hay nada más incoherente que un hincha de fútbol justificando su amor por un equipo en particular.

Ayer leía una columna del dramaturgo Tito Cossa, donde explicaba por qué le parecía que los gobiernos de los Kirchner han sido positivos para el país. Su argumento es el de la transformación cultural: elementos como la aceptación a la ley de "matrimonio igualitario", descolgar el retrato de Videla del Colegio Militar y colocar el retrato del Che Guevara en la Casa de Gobierno (los tres ejemplos son mencionados por Cossa), demuestran que se está instalando una ideología progresista.

Yo no estoy en desacuerdo con Tito Cossa. Sí me parece que su análisis es estrecho, porque toma aquellos elementos que indican una transformación cultural afín a un ideario progresista, y no dice nada de aquéllos elementos que van en un sentido claramente contrario: la corrupción, la burocracia sindical, las estructuras clientelares provinciales (si hablamos de gestos, ¿qué decir de la revalorización de los Saadi en Catamarca y del olvido del caso María Soledad?), entre otras cosas. Sin duda que han habido gestos progresistas, pero tomarlos como un indicador de transformación cultural sin dar cuenta de los elementos reaccionarios, muestra cierta incoherencia en la idea, cierta deficiencia argumentativa. En términos prácticos, esto se traduce en un argumento poco convincente, al menos para aquellos que no están convencidos de antemano.

viernes, 25 de marzo de 2011

Vergüenza

Como escribió hace poco Horacio González, hay cosas que a uno lo hacen sentir vergüenza de ser argentino:

En la ESMA se cometieron más horrores que en Auschwitz. En Auschwitz la tortura no era esencial. Nadie era enviado a Auschwitz para extraerle información. No, iban ahí a trabajar de modo infame hasta morir. De ahí ese cartel siniestro: “El trabajo os hará libres”. Pero la ESMA era un campo de tareas de “inteligencia”, que, según la enseñanza francesa de los paras de Argelia, se realiza por medio de la tortura. Los números de muertos serán distintos. Pero, ¿desde cuándo importan las estadísticas cuando hablamos de seres humanos?

-José Pablo Feinman, Página/12, 24/3/2011

martes, 22 de marzo de 2011

Aclaración sobre el comentario anterior

Yo no objeto que una persona opine sobre cualquier cosa, algo que todos hacemos de alguna manera. Sí objeto que quienes son convocados a intervenir en los debates públicos, y cuya palabra es difundida por los medios de comunicación , sean personas que no cuentan con credenciales que den a entender que tienen algo destacable para aportar a dichos debates. Esto no lo inventó Página/12 ni los medios oficialistas, pero es una tendencia que vienen profundizando. Cada vez más pareciese que para hablar por televisión o escribir regularmente en un diario, lo que hace falta es ajustarse a una determinada línea política. La gente que sabe mucho de algo, en cambio, tiende a ser ignorada. El efecto es un empobrecimiento del debate público.

domingo, 20 de marzo de 2011

Opinar sobre todo sin saber de nada

¿Hay algo sobre lo que Forster no opine? Leo en Página/12 sobre el ataque de Francia, Estados Unidos y Gran Bretaña a las fuerzas de Khadafi, y veo un link a una nota titulada "Impudicia e hipocresía". En la nota se citan comentarios de Ricardo Forster criticando la hipocresía de occidente, por haber apoyado anteriormente a Khadafi y ahora criticarlo. Creo que las palabras de Forster no aportan nada interesante para discutir, más que convicciones morales genéricas. Lo llamativo es cómo los medios kirchneristas (aunque el problema ya existía en los medios privados) han elevado a la categoría de intelectuales capacitados para intervenir en casi cualquier tema a individuos con credenciales académicas absolutamente mediocres. Se desperdicia así el talento y el trabajo de tantos especialistas de excelencia en diversas áreas, como, en este caso, las relaciones internacionales. Tengo la impresión de que cada vez se venera más a la figura del chanta que opina sobre cualquier cosa, disfrazado de intelectual crítico y políticamente comprometido, y menos a la del profesional estudioso que opina sobre lo que conoce.

sábado, 19 de marzo de 2011

Ahora sí: censura y autoritarismo

Creo que, como dice Lucas Llach, el gobierno ha cruzado un umbral al multar a consultoras que realizan índices de inflación. Un cosa son los métodos que el gobierno venía utilizando para contrarrestar las informaciones y opiniones que pudiesen perjudicarlo: intervención y manipulación del INDEC, financiamiento de medios que responden al gobierno, arbitrariedad en el manejo de la publicidad oficial, presiones extra-legales por parte de Moreno, y demás. Estos métodos, si bien cuestionables, se basaban en la capacidad del Estado de actuar activamente dentro de sus potestades. Es decir que, dentro de sus atribuciones (por ejemplo, distribuir pauta oficial), el Estado hacía un uso arbitrario y a veces, como ha determinado hace poco la Corte Suprema, ilegal. Pero estos manejos se mantenían dentro de la órbita específica del Estado, con lo cual no se afectaba directamente (aunque sí indirectamente) la libertad de los actores de la sociedad civil.

Multar a una consultora por dar a conocer un índice de inflación ya no implica un manejo, sea correcto o incorrecto, de atribuciones propias del Estado, sino una intervención tendiente a controlar a la sociedad civil. En otras palabras, el Estado no se maneja solo como un agente activo más, sino que hace uso de su poder de policía y, por tanto, de su capacidad de controlar el accionar de los actores sociales. La diferencia no es menor porque, en el primer caso, si bien los actores de la sociedad civil se ven afectados por la actividad estatal, no se ven directamente afectados en su libertad de acción. En el segundo, el Estado directamente constriñe la libertad de los actores.

Cabe aclarar que no es que el Estado no deba nunca constreñir la libertad de los actores, pues en ese caso no habría Estado. Pero si estamos de acuerdo en que la Argentina es una democracia republicana, donde en principio todo el mundo es libre salvo que viole alguna ley, es difícil que esta penalización de los índices de inflación se enmarque dentro de las atribuciones legítimas del Estado. Concretamente, como se analiza acá y acá, la justificación legal de la intervención del Estado es muy pobre, al punto de que es casi inconcebible que resista una demanda judicial. Como dice Lucas Llach, lo más probable es que el gobierno actúe sabiendo que su acción será revertida por la justicia. Lo cual no implica, claro está, que el efecto intimidatorio de su accionar sobre la sociedad civil deje de tener efecto.

Creo que, en este caso, puede hablarse sin ambigüedades de un gobierno que censura e interviene de manera autoritaria. El kirchnerismo ha decidido de ese modo violar los principio fundamentales del Estado de derecho.

viernes, 18 de marzo de 2011

Contradicción para todos

Me pareció interesante este comentario de Nicolás Tereschuk. La idea parece ser que el kirchnerismo no pretende ser un progresismo "a secas", porque en su vocación de construir un proyecto político concreto, el kirchnerismo prioriza su amplitud de convocatoria por sobre la pureza ideológica. Creo que el argumento va en una dirección correcta: la política no puede basarse en ideas coherentes que eliminen la contradicción, sino en la articulación de ciertas contradicciones sin la cual todo proyecto político es inviable.

Creo, sin embargo, que esta línea de razonamiento debería llevar a replantear muchas de las ideas de base del kirchnerismo. Si la política es, efectivamente, contradicción y no pureza, ¿qué sentido tiene polarizar el debate política en oposiciones del tipo "gobierno popular / neoliberalismo", "Estado / mercado", "distribución del ingreso / concentración del ingreso", y demás? ¿Qué sentido tiene demonizar a los opositores políticos y presentarlos como representantes de una idea homogénea, de la cual el gobierno sería la contracara? ¿No sería mejor aceptar que los actores políticos están todos atravesados por las mismas contradicciones que atraviesan al gobierno?

Quienes apoyan al gobierno suelen ser muy tolerantes de contradicciones y ambivalencias cuando se trata del gobierno, pero puristas y reduccionistas cuando se trata de los otros. Así se termina no haciendo otra cosa que reproducir lo que se dice superar. Al final, todos son invitados a unirse a este movimiento contradictorio, indefinible, pero a condición de oponerse a los auténticos malvados, frente a los cuales este gobierno es "mejor". Al final, todas las maldades son aceptadas para quienes están del lado correcto, para no excluir a nadie. Porque la contradicción, se alega, atraviesa al gobierno, pero no a la confrontación misma entre el gobierno y sus adversarios. Allí, pareciese, las posiciones son puras, no contradictorias, transparentes.

Si la contradicción es una realidad de la política y no la propiedad de un actor en particular, entonces ella debería ser reconocida en todos los actores. No es una propiedad del gobierno y su coalición de apoyo. Es una característica de todos los actores no ser del todo ninguna única cosa. Y si está bien darle la bienvenida a un sindicalista corrupto o a un caudillo provincial, ¿por qué endilgarle los males del país a un medio de comunicación, a un grupo económico o a un gobierno pasado?

lunes, 14 de marzo de 2011

Qué nivel

Lo que me sorprende del intercambio entre Vargas Llosa y Horacio González es la diferencia de estilo. Más allá de los argumentos, de quién tiene razón, Vargas Llosa sabe ser claro cuando escribe, y es consciente de que una nota en un diario no es una pieza literaria. González, en cambio, usa un lenguaje tan adornado, tan lleno de ironías y metáforas, que parece dedicado a evitar la claridad. González acusa a Vargas Llosa de no argumentar, de hacer trampa, pero no se molesta en aclarar cómo, ni en desarrollar su visión del episodio. En lugar de eso, aprovecha para criticar genéricamente a Vargas Llosa y a las ideas políticas que él representa.

Falta más nivel en la intelectualidad argentina o, tal vez, falta que los intelectuales de buen nivel sean escuchados, y no solo los que defienden posturas políticas populares.

domingo, 13 de marzo de 2011

Respuesta de Vargas Llosa

Transcribo algunas secciones de la respuesta de Vargas Llosa a los representantes de Carta Abierta que pidieron que no expusiese en la Feria del Libro, publicada en La Nación:

Bastante más lúcida y democrática que sus intelectuales, la presidenta Cristina Fernández se apresuró a recordarles que semejante demostración de intolerancia y a favor de la censura no parecía una buena carta de presentación de su gobierno, ni oportuna, cuando parece iniciarse una movilización a favor de la reelección.

Me alegra coincidir en algo con la presidenta Cristina Fernández, cuyas políticas y declaraciones populistas en efecto he criticado, aunque sin llegar nunca al agravio, como alegó uno de los partidarios de mi defenestración.

... la única vez que he padecido un veto o censura en la Argentina, parecido al que pedían para mí los intelectuales kirchneristas, fue durante la dictadura del general Videla, cuyo ministro del Interior, el general Harguindeguy, expidió un decreto de abultados considerandos prohibiendo mi novela La tía Julia y el escribidor y demostrando que ésta era ofensiva al "ser argentino". Advierto con sorpresa que los intelectuales kirchneristas comparten con aquel general cierta noción de la cultura, de la política y del debate de ideas que se sustenta en un nacionalismo esencialista un tanto primitivo y de vuelo rasero.

Porque lo que parece ofender principalmente a Horacio González, José Pablo Feinmann, Aurelio Narvaja, Vicente Battista y demás partidarios del veto, por encima de mi liberalismo es que, siendo un extranjero, me inmiscuya en los asuntos argentinos. Por eso les parecía más justo que abriera la Feria del Libro de Buenos Aires un escritor argentino en consonancia con las "corrientes populares".

Los vetos y las censuras tienden a imposibilitar todo debate y a convertir la vida intelectual en un monólogo tautológico en el que las ideas se desintegran y convierten en consignas, lugares comunes y clisés.

sábado, 12 de marzo de 2011

Ranking de universidades. ¿Y la UBA?

Leo esta nota en La Nación sobre un ranking de universidades publicado por el diario británico The Times. La nota cuenta que ninguna universidad latinoamericana está entre las 200 primeras, aunque cita declaraciones de los realizadores del ranking respecto de las potencialidades de universidades brasileñas. ¿Y la UBA?

En esta otra nota se toman dos opiniones. La primera, de una profesora de San Andrés e investigadora del CONICET, explica:

Nosotros [creo que se refiere a las universidades argentinas en general] no tenemos profesores full time, entonces muchos se dedican a la enseñanza y pocos a la investigación. Se debe al vaciamiento sistemático de las universidades producido en la dictadura militar, que se solapó con la política de captación activa por parte de las academias del mundo desarrollado y se siente aún hoy. Además, la investigación no fue una prioridad en la vuelta a la democracia. Hoy hay muchas universidades que son sólo enseñaderos . Tener profesores full time es muy caro y la investigación no tiene repercusiones inmediatas. No requiere sólo políticas y financiamiento por parte del estado sino también una decisión por parte de las universidades, en su criterio de qué priorizar y en qué invertir sus recursos.

La segunda es de la Secretaria de Asuntos Académicos de la UBA, que dice:

Este tipo de ránkings no evalúan cosas como la actividad de transferencia y extensión hacia la sociedad, actividades que nuestros estudiantes y docentes realizan mucho. Lo que nosotros producimos de conocimiento y es relevante para nuestras sociedades, no es relevante para ellos... La UBA tiene muchos desafíos, relacionados con los casi 300 mil alumnos que estudian allí. Uno fundamental es la permanencia y egreso de los alumnos... Los problemas de una universidad de 4000 alumnos y donde ingresan estudiantes de elite, como la de San Pablo, son muy distintos a los que pueda tener la UBA, cuyo objetivo es que cada vez más gente pueda acceder a la universidad.


Las declaraciones no son contradictorias, sino que se enfocan en dos aspectos diferentes: la primera, en la calidad de la enseñanza y la producción académica de las universidades; la segunda, en su función social. En este sentido, es cierto que el ranking mide solo lo primero, es decir, la calidad de lo que se produce y se enseña.

En mi opinión, esto último es lo que la Universidad de Buenos Aires, si aspira a ser una universidad de excelencia, debe priorizar. Primero, porque no queda muy claro que hoy en día la UBA esté siendo demasiado exitosa en graduar a un gran número de estudiantes que, de otro modo, no podrían acceder a educación universitaria. Es decir, no queda claro que la UBA tenga demasiados méritos "sociales". Segundo, porque es bueno para el país tener una universidad prestigiosa y reconocida internacionalmente. Eso es en sí mismo un bien público, y por lo tanto cumple una función social. Tercero, porque si los principales objetivos de la UBA pasan a ser "sociales" (por ejemplo, reclutar y graduar a la mayor cantidad posible de alumnos, independientemente de los recursos disponibles para ello), la calidad académica muy posiblemente se verá perjudicada, y con ella la calidad de la educación que los estudiantes reciben.

En definitiva, no me parece adecuado darle a la UBA prioridades que se apartan de los estándares internacionales. La educación y la investigación son actividades necesariamente globales, y su excelencia solo puede medirse en estos términos. Ello no implica que no pueda haber universidades con fines sociales, como los "community colleges" en Estados Unidos. Pero las instituciones de excelencia, como la UBA en cierta medida todavía los es, no deberían tener otra prioridad que esa misma excelencia. Ello es de por sí un bien social muy importante para el país.

jueves, 10 de marzo de 2011

El "modelo"

Ya que nadie lo explica en detalle, voy a deducir de mis observaciones en qué consiste el "modelo" kirchnerista:
1) El Estado se financia con retenciones a la exportación de productos primarios.
2) El Estado es un agente económico activo.
3) El Estado distribuye ingresos mediante planes sociales.
4) La distribución del ingreso se determina a través de negociaciones entre sindicatos, Estado y empresarios.
5) Se fomenta un elevado nivel de consumo a través de la emisión monetaria.
6) El Estado interviene lo menos posible ante protestas y movilizaciones sociales.
7) El Estado sostiene una red de medios que responden al gobierno.
8) El estado busca "disciplinar" a los actores económicos a través de presiones y arreglos formales e informales.

Algunas cuestionamientos:
1) El Estado depende para su financiamiento de un bien cuyo precio depende de variables internacionales susceptibles al cambio.
2) Los planes sociales no necesariamente contribuyen a que quienes los reciben se integren a la economía productiva.
3) Las negociaciones sindicales fortalecen la desigualdad al interior de la clase obrera, entre los trabajadores formales e informales primero, y entre los que forman parte de sindicatos poderosos y los que no, después.
4) La no intervensión del Estado en situaciones de movilización social genera zonas donde el cumplimiento de la ley queda en suspenso.
5) La red de medios gubernamentales cuenta con un financiamiento no relacionado con su volúmen de audiencia, lo que representa una competencia desleal frente a los demás medios.
6) Las acciones "disciplinadoras" del Estado generan un escenario de imprevisibilidad que desestimula inversiones y proyectos a largo plazo.

martes, 8 de marzo de 2011

Intelectuales industria nacional

Esta mezcla de entrevista y nota en Página/12 me parece un reflejo del culto a la mediocridad y el desprecio por el mérito que sobresale en gran parte de la intelectualidad argentina. En la nota, una serie de ignotos intelectuales locales, medianamente conocidos al interior de la Argentina, explican por qué Vargas Llosa no vale tanto la pena, por qué su éxito es puramente superficial. Uno incluso explica que el premio Nobel implica "honor" pero no "prestigio", sea lo que sea que eso signifique. Hasta donde yo sé, ninguno de estos escritores es traducido a diferentes idiomas, ni leído afuera de la Argentina; ni siquiera son demasiado conocidos dentro de la Argentina. Aun así, se consideran lo suficientemente legitimados como para desautorizar, en un diario de circulación nacional, el reconocimiento internacional de Vargas Llosa.

Estos "intelectuales" son como los empresarios argentinos: siempre pidiendo proteccionismo y subsidios frente a la insidiosa penetración de la industria extranjera. En vez de buscar la excelencia internacional, en vez de buscar ofrecer un producto intelectual con calidad de exportación, pretenden convencer de que en su sencillez radica la autenticidad nacional.

domingo, 6 de marzo de 2011

Tercera entrega

Me pareció interesante el comentario de Gabriel Palumbo sobre el tema intelectuales de Carta Abierta contra Vargas Llosa. Palombo señala qué Horacio González, si tuviese realmente una posición propia en la cual basó su pedido de que Vargas Llosa no inaugurase la Feria del Libro, no tendría por qué haberla retirado por pedido de la Presidenta. ¿Desde cuándo los intelectuales se subordinan al poder político? ¿No es la función de los intelectuales exponer ideas? Siendo funcionario del gobierno, González emite a título personal un pedido que puede tener consecuencias políticas; algo que un funcionario no debería hacer. Pero luego, ante una orden de la Presidenta, retira el pedido; algo que un intelectual no debería hacer. Al final, González se queda a mitad de camino: incapaz de sostener su papel de intelectual o de funcionario. Pareciese que no se toma ninguna de las dos cosas con seriedad.

Es una imagen que no está a la altura de los aportes que González supo hacer, tengo entendido, a los debates intelectuales en la Argentina.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Bien Cristina

Excelente decisión de Cristina ordernarle a Horacio González, quien parece haber olvidado que es funcionario del gobierno, que retire su solicitud de que Vargas Llosa no exponga en la inauguración de la Feria del Libro. La Presidenta pudo ver lo que los ideólogos de Carta Abierta no pueden: que una sociedad y un gobierno que dicen apoyar el pluralismo de ideas, no deberían alamarse por que alguien exprese las suyas. Es lamentable que los "intelectuales", que como tales deberían representar el grupo más abierto y tolerante dentro del sector político al que pertenecen, deban recibir una lección de tolerancia desde la máxima autoridad del poder político.

martes, 1 de marzo de 2011

Vargas Llosa malo

Me parecen tristes las declaraciones de González y Forster, indignados por que Vargas Llosa haya sido convocado a exponer en la inauguración de la Feria del Libro. El argumento, que no es del todo fácil de entender, parece ser el siguiente. La Feria del Libro es un evento cultural importante. La Argentina está atravesando una disputa política entre un gobierno popular y una serie de grupos conservadores. Vargas Llosa es un escritor que se caracteriza por expresar (a menudo de mantera "agresiva", alegan González y Forster) una visión del mundo claramente ligada a este último sector. Por lo tanto, convocarlo para inaugurar la feria del libro implica en alguna medida que la Feria del Libro toma partido por uno de los bandos en la contienda.

Rechazar que Vargas Llosa inaugure la Feria porque sus ideas son inaceptables sería absurdo dentro de un país republicano como la Argentina. Nada de lo que dice Vargas Llosa contradice los principios fundamentales sobre los cuales el país está constituido. Vargas Llosa no es ni un racista ni un partidario de anular la democracia. Su concepción del mundo es absolutamente legítima dentro de los parámetros del Estado argentino, y por lo tanto pensar que sería conveniente limitar la capacidad de expresión de Vargas Llosa sería una pretensión autoritaria.

Si el argumento es que convocar a Vargas Llosa para inaugurar la feria del libro implica adoptar un cierto posicionamiento político, tampoco parece demasiado convincente. Los méritos literarios de Vargas Llosa son lo suficientemente relevantes como para que nadie pueda poner en duda los motivos de su convocatoria. Y la Feria del Libro, hasta donde yo sé, es un evento centrado antes que nada en la literatura. Por lo tanto, los méritos literarios deberían contar con más prioridad que las ideas políticas.

La idea podría ser, en cambio, que "en este momento" de confrontación política, es conveniente evitar figuras claramente identificadas con uno u otro bando. Pero eso no es así, porque lo que molesta a González es que Vargas Llosa "tiene un alto compromiso político con un conjunto de organizaciones mundiales que se dedican sistemáticamente a arrojar toda clase de invectivas y acusaciones contra los procesos populares". O sea que si en vez de Vargas Llosa fuese alguien identificado con los "procesos populares", no habría problema. O sea, no se trata de identificarse con uno u otro bando, si no con uno en particular. Tal identificación política debería primar, al parecer, por sobre los méritos literarios.

Esta manera de razonar demuestra que González y Forster, lejos de ser intelectuales, son militantes políticos con tentaciones intolerantes y autoritarias. Ellos no parecen pensar que los eventos culturales deberían potenciar la pluralidad y el debate de ideas. No parecen pensar la literatura tenga autonomía y valga la pena más que como herramienta al servicio de un determinado proyecto político. Pareciesen pensar que las ideas políticas con las que ellos se identifican deberían tener prioridad por sobre todo lo demás. Después de todo, como ellos aclaran, está bien que Vargas Llosa vaya a la Feria (menos mal), pero no que la inaugure. Eso le toca a alguien de "el palo".

No puedo dejar de pensar que la de ellos es la situación inversa: carentes de méritos intelectuales, González y Forster se han hecho conocidos en la Argentina por sus ideas políticas, y son admirados por quienes las comparten. Tal vez por eso se trate de personas para quienes la lucha de ideas políticas debe estar por encima del reconocimiento intelectual.