lunes, 29 de noviembre de 2010

Pregunta

Pregunta: ¿no es de mal gusto, dudosa ética, o al menos poco profesionalismo, que alguien que es contratado por el gobierno se dedique a hablar bien del mismo en los medio de comunicación? No me refiero a funcionarios que forman parte del gobierno y que, lógicamente, se dedicarán a defender la gestión. Me refiero especialmente a los consultores que, sin formar parte del gobierno, son contratados por el mismo. Y no se trata de realizar análisis vinculados a su profesión, sino directamente de dar una valoración subjetiva sobre los méritos del gobierno. O sea: el gobierno los contrata para hacer estudios de opinión pública, y ellos escriben columnas de opinión aseverando que este es un buen gobierno. ¿No hay un conflicto de intereses?

sábado, 27 de noviembre de 2010

Militantes y periodistas, dos cosas distintas

Impresionantes las declaraciones de Martín García, director de Telam. A veces los más extremistas son los que suelen sacar a la luz con más claridad ciertas tendendencias. Y en este caso, no se trata de un tipo cualquiera, sino del encargado de dirigir la agencia pública de noticias.

No voy a entrar en el detalle de las declaraciones de García, que darían para un intenso y extenso debate. Me voy a quedar con la idea genérica de que el militante vale más que el periodistas, porque creo que es una idea muy popular hoy en día; principalmente entre los partidarios del gobierno, pero no solo entre ellos.

La idea, a grandes rasgos, sería la siguiente: el militante es un tipo consecuente con sus ideas, que se compromete y se apasiona, se muestra tal cual es y dice lo que piensa. El periodista profesional es un hipócrita, alguien que engaña pretendiendo ser neutral cuando, en el mejor de los casos, defiende sus ideas como cualquier militante, solo que sin decirlo, y en el peor, defiende sus intereses o los de quien le paga. En otras palabras, la actividad del periodista profesional es evaluada en términos políticos y, por supuesto, queda devaluada frente a la actividad propiamente política.

Esta mentalidad tiende a confundir la distinción entre géneros. La escritura y el habla transcurren en diferentes ámbitos, estructurados a través de diferentes reglas y en torno a diferentes propósitos. Nadie esperaría que un poeta, por ejemplo, siga las misma reglas al componer un poema, que un juez al momento de escribir una resolución. Nadie esperaría que un profesor universitario utilice la misma estructura discursiva que un relator de fútbol. Eso se llama género, y es en gran medida lo que distingue a las actividades humanas: la ciencia, el arte, la religión, la literatura, el derecho, la vida cotidiana, y demás.

La existencia del periodismo profesional se basa en la idea de que, en el mundo moderno, la recolección, procesamiento, difusión, y demás tareas vinculadas a la información, se ha vuelvo una tarea específica, con reglas propias que demandan cierta especialización. Estas reglas tienen que ver con la búsqueda de ciertos objetivos, como la veracidad y neutralidad de lo que se dice. Esto no tiene nada que ver con la posibilidad o no de la veracidad absoluta, o de la neutralidad absoluta. De lo que se trata es de criterios que regulen el grado de arbitrariedad que quien trabaja con la información ejerce sobre la misma. Hay, en este sentido, cierta similitud con la ciencia, que establece ciertos criterios que regulan el trabajo científico, de tal manera que la diferencia entre verdad y falsedad no dependa de cada científico.

La idea de que los militantes, es decir, aquéllos y aquéllas cuya actividad está dedicada a defender una idiología, son los mismos que deberían estar a cargo de procesar y difundir la información, implica que un determinado género no sirve y que, en realidad, está usurpando el lugar de otro. En un país tan politizado como la Argentina, es común evaluar a los demás géneros en términos del discurso político, y a menudo el artista, el periodista, e incluso el científico solo valen en la medida en la que sirven o no a una determinada causa política. De aquí a pensar que es el poder político el que debe hacerse cargo de estas tareas (algunos han dicho que ésta es una de las características del fascismo) hay un paso no muy pequeño, que muchas veces se ha tomado en la historia Argentina.

El gobierno ha venido llevando la discusión sobre los medios en tres frentes diferentes. Primero, ha defendido la necesidad de mayor pluralidad de medios, y de garantizarla mediante legislación adecuada. Segundo, ha venido acusando a los principales medios de una serie de prácticas entre ilegales e inmorales. Tercero, ha desestimando genéricamente al periodismo como profesión. Las declaraciones de García demuestran que este último frente, sin duda el menos afín a cualquier concepción republicana o pluralista sobre cómo deben estar regulados los medios de comunicación en una sociedad, tiene un peso importante dentro del gobierno.

García dice algo que sumamente contradictorio, lo cual no lo hace menos significativo. Según él, el militante, es decir, aquél cuya actividad consiste en difundir una causa, dice la verdad más que el periodista, que inevitablemente defiende intereses. Cualquiera mínimamente interesado en la verdad como tal sabe que un militante no es un proveedor de verdades, y que a menudo miente. Como remarcó Hannah Arendt, decir la verdad no está entre las virtudes de la política, y el militante que diga la verdad tendrá cada vez más problemas para defender su causa. Para sostener que el militante es el que dice la verdad, hay que sostener que la verdad es lo que es funcional a una causa. La idea no es tan descabellada, y has sido defendida por diversas ideologías autoritarias en el pasado. Pero para los que creemos que hay una cosa que es la verdad, y otra cosa diferente que es la ideología política, y que la distinción entre ambas es condición necesaria para la existencia de la democracia misma, la confusión no puede resultar más preocupante.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Problemas para el olvido

Dice Beatriz Sarlo:

En un círculo característico, los intelectuales se dieron a sí mismos las razones de su apoyo a Kirchner. Una síntesis de estas razones puede leerse en los documentos de Carta Abierta y sus principales cabezas, que son textos sencillos en los que se desarrollan tres temas: el regreso de la política después de la crisis; el carácter popular de la gestión social de la pobreza; el restablecimiento de una noción de soberanía nacional. Esos tres puntos obviamente no incluyen ni la corrupción institucional, ni las presiones sobre la Justicia, ni los delitos económicos, ni el gerenciamiento clientelístico de la miseria, ni el acuerdo con los representantes más típicos del caudillismo provincial o municipal y el sindicalismo mafioso (los apellidos pueden variar).

La victoria cultural se apoya precisamente en esos olvidos. No es necesario explicar que son significativos porque le dan un orden a lo que se recuerda. Al pasar por alto los rasgos mencionados se establece una jerarquía de valores: lo que importa y lo que no importa. Precisamente, restituir un lugar significativo a la política es discutir esa jerarquía que el kirchnerismo intelectual acepta como límite.


Estoy totalmente de acuerdo con la idea de que el kirchnerismo, especialmente entre sus apoyos intelectuales, ha generado y sigue generando "olvidos". Muchos temas que, anteriormente, se consideraban problemas de primer orden, incluso desde un punto de vista progresista y de izquierda, hoy en día son descalificados o bien como cuestiones secundarias, o bien como preocupaciones consevadoras. Todo esto amparado en un crecimiento económico que, salvo ante episodios alarmantes (como el asesinato de Mariano Ferreyra), torna creíble la idea de que, más allá de algunos problemas menores, "lo importante está bien".

Lo cierto es que, como señala Sarlo, la Argentina tiene una serie de problemas estructurales que este gobierno no está solucionando, y que en algunos casos está afianzando. Que estos problemas sean efectivamente secundarios, que lo fundamental pase por ahí o por otro lado, es algo que solo puede surgir del debate político. Pero ese debate, para ser productivo y no quedarse en una guerra de consignas, no puede basarse en olvidos y omisiones. Hacer de cuenta que ciertos problemas no existen o no importan, en vez de justificar el lugar que se les está dando en el actual contexto político, es una forma de desestimar el debate, y un indicio de debilidad intelectual y cortedad de mira.

La Argentina vive un buen momento económico, principalmente debido a la coyuntura internacional favorable debido a los altos precios de la soja. Cuando la economía marcha bien, es más fácil pasar por alto o tapar ciertos problemas. Pero un modelo socioeconómico se pone a prueba en los momentos difíciles, cuando los recursos para resolver las tensiones son escasos, y se pone en evidencia el mal funcionamiento de ciertos mecanismos. Aún está por verse cuáles son las capacidades del actual armado político para atravesar una coyuntura económica desfavorable. Y aún queda pendiente debatir si los problemas que este gobierno ha desestimado pueden ser prolongadamente borrados de las preocupaciones de la ciudadanía.

sábado, 20 de noviembre de 2010

El estilo y la sustancia

Hay algo que en ciencia política se denomina "cultura política". La misma tiene que ver, entre otras cosas, con aquellas creencias y comportamientos que constituyen el día a día de la vida política. La política, claro, no es solo eso: también hay grandes eventos, revolucines, estrategias, liderazgos, leyes, coyunturas económicas, relaciones internacionales, y demás. Pero nadie pondría en duda, creo, que parte importante de todo sistema político son las creencias y comportamientos de los ciudadanos.

Ultimamente se habla mucho del "estilo" y la "sustancia" de la política. Hay quienes insisten (Natanson, en particular) en que ciertas cosas son la esencia de los procesos políticos, mientras que otras cosas son meras apariencias. Por lo general, la idea suele ser que las declaraciones son el estilo, mientras que las medidas concretas de gobierno son la sustancia. Criticar a un gobierno por lo que dice es entonces confundir la esencia con la sustancia.

Este planteo parece perder de vista que cuando un líder político habla, interviene en las ideas y valores políticos de una sociedad. Poca duda cabe de que los grandes movimientos políticos de nuestra historia, aquéllos que dejaron las huellas más profundas en la sociedad, valen al menos tanto por lo que dijeron como por las medidas que implementaron. Estos movimientos transformaron la cultura política del país, lo cual, claro está, conlleva importantes cambios en casi todas las áreas de la sociedad. ¿Alguien diría, acaso, que ideas como "civilización y barbarie", o "pueblo y oligarquía", tenían que ver con el estilo de Sarmiento y de Perón, y no con la sustancia?

Quienes apoyan fervientemente a este gobierno nunca caerían en esta confusión. Ellos están satisfechos tanto con lo que se dice como con lo que se hace, y saben bien que una cosa es tan importante como la otra para este proyecto político. Son los que buscan apoyar al gobierno desde una posición más crítica y reflexiva quienes se ven, paradójicamente, obligados a sostener esta dicotomía insostenible. Porque ellos saben bien que, más allá del aumento a los jubilados, los juicios a los criminales del terrorismo de Estado, la política de salarios, y demás, este gobierno y muchos de sus aliados poco se toman en serio el pluralismo, la tolerancia, y demás valores indispensables para la consolidación de una forma republicana de gobierno (algo que a los kirchneristas más coherentes tiene sin cuidado). Y si esa forma de pensar se instala en la cultura política, las consecuencias a mediano y largo plazo serán mucho más sustanciales de lo que algunos están dispuestos a reconocer.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Reacciones

La reacción coherente de un kirchnerista ante la trompada en el congreso sería: "Estuvo mal, pero no exageren. Fue un exabrupto". La reacción coherente de un opositor sería: "las actitudes violentas no provienen solo del gobierno".

domingo, 14 de noviembre de 2010

José Pablo Feinman

Hoy leí un poco, por curiosidad, la columna de José Pablo Feinman en Página/12. Como siempre, me pregunto por qué alguien respeta a Feinman, por qué algunos le prestan atención. Casi todo lo que Feinman dice no tiene sustento, es arbitrario, inconsistentes y moralista, no está argumentado y es muy fácilmente refutable. Además, los méritos intelectuales de Feinman en el campo de la filosofía son casi nulos. Feinman no es un tipo respetado por la gente que sabe de filosofía, aunque logró hacerse conocido como un "filósofo para el pueblo" (algo que, desde mi punto de vista, es una fórmula para el fascismo).

Creo que a Feinman se le presta atención porque repite, con una escritura relativamente creativa y cierto tono de sofisticación, verdades de sentido común muy populares en nuestro país. Esa es la fórmula del éxito: agarrar algo en lo que mucha gente está de acuerdo, y pretender que esa verdad se fundamenta en algún concepto filosófico supuestamente sofisticado. Entonces, los que están de acuerdo con dicha verdad se sienten bien porque la misma está fundamentada es una autoridad sólida, que la hace más creíble. No hace falta angustiarnos porque nuestra opinión sea eso, solo una opinión, porque Feinman nos dice que Marx, Heidegger y Castoriadis están de nuestro lado, y a Feinman hay que creerle porque, según él dice, es un filósofo.

Hay mucho de este autoritarismo filosófico dando vuelta. También hay mucho del autoritarismo estilístico: lo que digo es verdad no porque lo fundamente, sino porque lo escribo de forma elegante, y si sé escribir de forma elegante, tengo razón. Yo prefiero argumentos sólidos, los diga quien los diga.

jueves, 11 de noviembre de 2010

La culpa de los empresarios

Decir que los empresarios tienen la culpa de la inflación es como decir que los delincuentes tienen la culpa del aumento de la cantidad de robos. No porque los empresarios sean delincuentes, sino porque desde el punto de vista de una polítca económica, la afirmación no tiene sentido. En un sistema medianamente capitalista, el Estado debe asumir que los empresarios buscarán maximizar sus beneficios, sin importar los costos sociales. El Estado debe establecer las reglas para que esa búsqueda de beneficios no perjudique, sino que en lo posible favorezca, el interés general. Salvo que los empresarios violen esas reglas, o que sean ellos mismos quienes las establecen, es absurdo (siempre y cuando uno asuma que se trata de un sistema capitalista, y no de otra cosa) responsabilizarlos por la situación económica. Parece una forma de lavarse las manos.

martes, 9 de noviembre de 2010

Animales

El otro día me encontré de casualidad con Luis, un amigo de la secundaria, vegetariano, que no veía hace años. Nos pusimos a hablar y, en una de esas, terminamos discutiendo de política. El diálogo se dio más o menos así:

Yo:-¿Qué te parece el gobierno?
Luis:-Tengo una muy mala opinión.
-¿Por? ¿Te gusta Clarín?
-No, no me parece un buen diario.
-¿Macri?
-No me gusta.
-¿Entonces?
-Ni el gobierno, ni Clarín, ni Macri están haciendo nada para frenar la mayor atrocidad de la historia de este país.
-¿De qué hablás?
-Del sufrimiento del que son víctimas los animales debido a la industria de los alimentos.
-¿Qué?
-Eso. Hoy en día, en la Argentina, se crían animales en condiciones horrendas. Estos animales, como los pollos y los cerdos, son víctimas de un sufrimiento constante hasta que finalmente son matados de manera igualmente horrenda, aunque al menos eso termina con el dolor.
-¿Qué tiene que ver esto con el gobierno?
-El gobierno no hace nada para detener esto, directamente ni le preocupa.
-Pero eso no le preocupa a casi nadie. Puede estar mal, pero no es un tema políticamente relevante en la Argentina de hoy.
-Por eso ningún sector político me gusta, ni los medios de comunicación que no hablan del tema.
-Bueno, pero siendo que por ahora ese tema, lamentablemente, no tiene relevancia, alguna opinión debés tener de la discusión política actual.
-Sí, pero me parece irrelevante. Es como si durante la alemania nazi el gran debate fuese sobre si se le aumenta un diez o un treinta por ciento a los jubilados, y nadie dice nada sobre el exterminio de los judíos.
-No es lo mismo. En un caso se trata de seres humanos, y en el otro de animales.
-Hasta donde yo sé, los animales pueden sufrir tanto como los seres humanos. A un pollo no le duele menos la tortura que a una persona. Y si está mal producir sufrimiento en una persona, no veo por qué no es tan grave que sufra un pollo.
-Puede ser, pero es un poco la ley de la naturaleza. Los animales se matan unos a otros. Yo no creo que una cebra no sufra cuando un león le salta encima y la despedaza con los dientes. Hay cosas que son así .
-Si nos vamos a dejar guiar por cómo son las cosas en la naturaleza, tampoco hay razón para que busquemos la igualdad de los seres humanos. Para el caso, que el que tiene más poder se imponga por sobre los demás con cualquier medio disponible y ya. Pero si de verdad nos interesa la justicia y la igualdad, que no son ideas naturales, no podemos utilizar a la naturaleza como modelo.
-Bueno. Creo que nos estamos yendo de tema. Puede ser que tengas razón. Habría que buscar la forma de que los animales no sufran tanto. Ojalá que podamos llegar a eso. Pero mientras tanto hay otros problemas que son muy importantes, y en los que está en juego el futuro del país. Y no me vas a decir que el sufrimiento animal es motivo para que las demás cosas no nos importen.
-Yo no digo que no me importen, lo que digo es que son cosas secundarias. Podemos hablar de cómo hacer que más gente sea feliz, que más gente sufra menos, y cosas así. Pero me parece hipócrita estar hablando de eso como si fuese un tema de igualdad y justicia, cuando no nos importa que millones de animales sufran horriblemente todos los días para satisfacer nuestras costumbres alimenticias. Como te dije antes: es como si los nazis mostrasen su sensibilidad social con un seguro de desempleo, mientras utilizan a los judíos como esclavos.
-¿Entonces qué? ¿Nada importa ni tiene sentido mientras los animales sufran?
-Algo así. Mientras en este país se permita someter sistemáticamente a los animales a condiciones de crueldad, ninguna idea de justicia, igualdad o solidaridad puede ser otra cosa que un ejercicio de hipocresía.
-Pero entonces todo es lo mismo: el gobierno, Clarín, Macri, Cobos.
-Respecto de lo más importante, sí, son todos lo mismo. A nadie le importa terminar con la mayor crueldad que tiene lugar en nuestro país.
-¿Y entonces qué? ¿No hay nada que hacer? ¿La política no tiene sentido?
-Hay cosas que hacer. Yo no como carne de animales que hayan sufrido, como sabes. Además te digo esto a vos, y tal vez eso ayude a que tomes conciencia del tema. Si tenemos suerte, puede ser que algún día el tema pase a ser relevante.
-¿Y mientras tanto qué?
-Nada. Yo por mi parte no voy a meterme en la política para discutir cosas intrascendentes, mientras a nadie le importa lo esencial.
-¿Pero no pensás que ciertos proyectos políticos van más en la dirección de lo que vos proponés que otros?
-No. A los Kirchner les preocupa demasiado que todos tengan acceso a alimentos baratos, lo cual favorece la industrialización de los alimentos. Y dudo que Macri esté dispuesto a regular la producción de alimentos. A su manera, cada uno tiende a fortalecer esta atrocidad.
-Bueno. Es bastante triste que pienses así. Parece que no hay salida ni esperanza.
-Lo triste es que los animales sufran tanto. Y los que no tienen salida ni esperanza son ellos. Yo, al menos, haré lo que pueda para ayudarlos.

Luego, la conversación derivó a otros temas.

domingo, 7 de noviembre de 2010

El estilo de Nestor, un reflejo de sí mismo

En un elocuente artículo, José Natanson escribe:

Consciente de que la crisis del 2001 era una bisagra entre dos períodos históricos, Kirchner supo interpretar mejor que nadie los vientos de la época. Los opositores que ignoran este hecho suelen centrar su enojo en la personalidad del ex presidente, en su estilo: el conflicto social y político no sería el resultado de las tensiones estructurales de la sociedad ni de los intereses y las ideologías de los actores en disputa, sino un efecto del ánimo confrontativo de Kirchner.

Natanson, hasta donde yo sé, no es un marxista ortodoxo, y no piensa que la política sea un reflejo de estructuras independientes de aquélla. Eso, sin embargo, es lo que parecería indicar la idea de que el "estilo" de Nestor Kirchner es el resultado de "tensiones estructurales de la sociedad". Precavido, Natanson agrega "ni de los intereses y las ideologías de los actores en disputa". Es decir que, además de tensiones estructurales, hay intereses e ideologías. Pero entonces, la personalidad confrontativa de Nestor Kirchner, ¿no es una más de las "ideologías de los actores en disputa"? Quiero decir, la idea de que la política se hace confrontando, ¿no forma parte de una ideología? Que los opositores hablen de "personalidad" en vez de "ideología" no representa una diferencia sustancial; el punto es que el estilo de Nestor no era el mero resultado de otra cosa más fundamental, sino que por sí mismo generaba (y sigue generando) efectos que algunos encuentran deseables y otros no.

Entonces, o bien el estilo de Nestor Kirchner no forma parte de las ideologías de los actores en disputa, con lo cual quitamos a la política autonomía respecto de las estructuras sociales, o hay un argumento circular según el cual dicho estilo es un reflejo de las ideologías de los actores, siendo él mismo una de ellas. O sea, el estilo de Nestor Kirchner es en parte un reflejo de sí mismo.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Paul Krugman llama a confrontar

La columna de Paul Krugman de hoy es un festín para los kirchneristas (lo cual no es extraño, siendo que veo links a su blogs en algunos blogs kirchneristas). Krugman explica la derrota de Obama a partir de su falta de audacia: demasiado diálogo, demasiada búsqueda de acuerdo, y poca disposición a confrontar con los rivales y a echarle la culpa a los verdaderos responsables de la crisis. Pareciese confirmar la idea que es imposible emprender reformas progresistas profundas sin intensificar los antagonismos.

Lo que me parece interesante de la columna de Krugman es que muestra los límites de una política reformista que se base en el puro consenso y evite la confrontación. En ese sentido, le daría la razón al gobierno por sobre algunos intelectuales críticos. Pero, por otro lado, la política norteamericana es más descentralizada, más institucionalizada, menos facciosa y menos propensa a los cambios abruptos que la política argentina. Pedir confrontación en Estados Unidos es algo muy diferente a pedir confrontación en Argentina.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

¿Pensamos o hacemos política?

Sí, ya sé: la autonomía del Estado frente a los intereses particulares, la organización y movilización de los sectores populares, la capacidad transformadora de la acción política. Tiene razón Sebastián en que son condiciones necesarias para una política progresista. ¿Pero ahí se terminó el problema? Si es así, Mussolini y Hitler califican perfectamente como progresistas. También Stalin y Fidel Castro. Yo prefiero no frenarme ahí y seguir pensando. ¿Acaso la alrnativa es neoliberalismo o Estado? ¿No hay que pensar en una articulación entre mercado y Estado que estableza reglas sustentables en el largo plazo? ¿No hay que pensar una ley de medios que vaya más allá de confrontación coyuntural con un grupo mediático?

Pero no. La política no se hace pensando. Etchemendy y Laclau lo saben bien. La política se hace con pocas consignas y mucha confrontación. Así que voy a hacer un poco de política: ¡terminemos con el autoristarismo y la corrupción de los Kirchner! ¡Por una Argentina donde reine el pluralismo y la honestidad!

martes, 2 de noviembre de 2010

Agradecer a los jóvenes

Marcos sostiene que las palabras de Cristina sugieren una tendencia a reforzar el personalismo de su gestión y a acercarse a los sectores más radicalizados ("la juventud"). Roberto, por otro lado, piensa que el discurso fue una sentida expresión de sentimientos personales, y que Cristina eligió acertadamente enfatizar la celebración juvenil como parte de su ingreso a la política.

Yo no considero que ambas posturas sean necesariamente excluyentes, pero creo que Roberto es demasiado optimista respecto de la posibilidad de separar la expresión de sentimienos personales de los cálculos estratégicos que ellos (auténticos o no) conllevan, tratándose de una jefa de Estado. Si Cristina eligió agradecer a los jóvenes, y a nadie más en particular, es porque cree que ellos son la mejor expresión de las virtudes políticas que su gobierno debería honrar. No creo, entonces, que se trate sencillamente de una celebración del ingreso de los jóvenes a la política, tanto como una celebración del ingreso de los jóvenes al kirchnerismo y de su movilización en defensa de su proyecto político. Más aún, puesto que el gobierno se presenta a sí mismo como el único proyecto auténticamente político, en oposición a la tecnocracia y a la subordinación a intereses particulares, hay razones para pensar que ingreso a la política e ingreso al kirchnerismo serían considerados como equivalentes.

Ya es innecesario señalar que este gobierno no se piensa como representante de algo más que su proyecto político particular. La presidenta no agradeció las muestras de respeto de los opositores al gobierno, en línea con los intelectuales que sostienen que la muerte de Néstor es propiedad de quienes apoyan a este gobierno y no del país en su conjunto. Tal como ha ocurrido con la causa de los derechos humanos, se ha elegido hacer del episodio una oportunidad para acentuar diferencias y descalificar a periodistas y opositores, antes que para reconocer la mutua pertenencia por sobre las diferencias.

Como señala Marcos, y como se ha visto en los últimos días en los medios y blogs oficialistas, los apoyos más "ideológicos" al gobierno (es decir, aquellos que lo apoyan por estar de acuerdo con su causa más que por cualquier beneficio particular) son los más confrontativos y los menos dispuestos a otorgar legitimidad a los adversarios políticos. Si estos son los sectores que vendrán a "llenar el vacío" dejado por la muerte de Néstor, es de esperar que la estrategia de confrontación y descalificación no solo se acentúe, sino que se vuelva irreversible. Es probable que este sea uno de los principales objetivos del gobierno.