En un comentario anterior mencioné un cambio en el discurso de la Presidenta que, en principio, me parece positivo: correrse de la descalificación permanente a quienes critican al gobierno para centrarse en los méritos concretos de la gestión. Ese cambio discursivo parece ser efectivo en términos electorales, ya que permite a la gente disfrutar del buen momento económico y restarle importancia a la confrontación política.
Esto no implica, sin embargo, que el gobierno haya modificado integralmente sus estrategias de descalificación, e incluso intimidación, a quienes lo critican. Existe, por un lado, una red de medios desarrollada y solventada por el gobierno con recursos estatales, dentro de la cual se expresan los sectores más virulentos e intolerantes del kirchnerismo. Si bien Cristina se ha alejado discursivamente de estos sectores, su gobierno sigue financiando sus canales de expresión. Por otro lado, continúan las estrategias para-legales destinadas a intimidar a consultoras y, ahora, a periodistas que contradigan la versión oficial sobre los índices de inflación.
Me pregunto, entonces, si el cambio discursivo de Cristina es efectivamente positivo para el país o si, en cambio, no es más que una estrategia electoralmente exitosa que sirve para esconder los aspectos más negativos de su gestión. Porque si el gobierno agrede e intimida a quienes lo critican, ¿no sería al menos más transparente que la Presidenta expresara esa estrategia en sus discursos? ¿No es esta nueva Cristina más distendida y alegre en alguna medida una forma de esconder parte de lo que su gobierno expresa? No son preguntas retóricas.
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