lunes, 26 de septiembre de 2011

Más allá del cambio de discurso

En un comentario anterior mencioné un cambio en el discurso de la Presidenta que, en principio, me parece positivo: correrse de la descalificación permanente a quienes critican al gobierno para centrarse en los méritos concretos de la gestión. Ese cambio discursivo parece ser efectivo en términos electorales, ya que permite a la gente disfrutar del buen momento económico y restarle importancia a la confrontación política.

Esto no implica, sin embargo, que el gobierno haya modificado integralmente sus estrategias de descalificación, e incluso intimidación, a quienes lo critican. Existe, por un lado, una red de medios desarrollada y solventada por el gobierno con recursos estatales, dentro de la cual se expresan los sectores más virulentos e intolerantes del kirchnerismo. Si bien Cristina se ha alejado discursivamente de estos sectores, su gobierno sigue financiando sus canales de expresión. Por otro lado, continúan las estrategias para-legales destinadas a intimidar a consultoras y, ahora, a periodistas que contradigan la versión oficial sobre los índices de inflación.

Me pregunto, entonces, si el cambio discursivo de Cristina es efectivamente positivo para el país o si, en cambio, no es más que una estrategia electoralmente exitosa que sirve para esconder los aspectos más negativos de su gestión. Porque si el gobierno agrede e intimida a quienes lo critican, ¿no sería al menos más transparente que la Presidenta expresara esa estrategia en sus discursos? ¿No es esta nueva Cristina más distendida y alegre en alguna medida una forma de esconder parte de lo que su gobierno expresa? No son preguntas retóricas.

martes, 20 de septiembre de 2011

¿Por qué crecemos?

¿Por qué la Argentina crece sostenidamente, sin sufrir los impactos de la crisis en las principales economía del mundo? Tiro una respuesta superficial y simplificada que, sin embargo, creo que es más realista que cualquier apelación a las virtudes de "el modelo".

Por sus características naturales, la Argentina es un país que puede producir mucha soja. La soja es un producto cuyo precio ha aumentado enormemente en los últimos años, principalmente (pero no únicamente) debido a la demanda china. Como la soja está cara, sus productores ganan mucho dinero. Y como la economía argentina es simple y poco diversificada, el Estado puede apropiarse de parte de esas ganancias para, mediante subsisdios y transferencias, controlar que las demás variables económicas se mantengan bajo control. Puesto que la capacidad de producir soja está determinada por características geográficas, no hay (por ahora) que competir con otros países en este rubro. Puesto que la producción de soja es un proceso simple, es decir, que no requiere muchos insumos, no hay demasiados riesgos en cuanto a los costos de producción. Esencialmente, mientras el precio de la soja se mantenga estable, el dinero seguirá entrando. Y mientras el dinero entre, el Estado podrá seguir financiándose con esos recursos.

¿Significa esto que el crecimiento económico no es un mérito del gobierno? Sí (no es mérito del gobierno): la Argentina crece por una coyuntura favorable que no responde a ninguna política del gobierno. ¿Entonces el gobierno no tiene nada que ver con el bienestar económico que vive el país? Sí (tiene que ver): el crecimiento económico puede y suele generar tensiones sociales y pujas distributivas que inciden en el reparto de lo que gana el país y potencialmente en el crecimiento mismo. O sea: el crecimiento económico no es mérito del gobierno, pero sí lo es: a) haber traducido ese crecimiento en una situación que la mayor parte de la ciudadanía encuentra satisfactoria; b) haber controlado los conflictos sociales y las variables económicas de forma tal que el crecimiento se mantenga por un período prolongado.

martes, 6 de septiembre de 2011

Fundamentalistas kirchneristas, hoy en día minoritarios (por suerte)

El kirchnerismo es muchas cosas. Una de las cosas que forman parte del kirchnerismo es el sector de la llamada "batalla cultural". Es el kirchnerismo de la clase media progre, de los intelectuales y universitarios. Es el kirchnerismo que me vuelve a mí más anti-kirchnerista. Creo, por suerte, que es una parte del kirchnerismo que se ha vuelto minoritaria; casi accesoria. Hoy el kirchnerismo como tal tiene mucho menos que ver con una batalla cultural que con una sensación generalizada de bienestar. Ese cambio hace que yo sea menos anti-kirchnerista. Porque cuando veo informes de 678 o escucho hablar a los intelectuales de Carta Abierta, pienso que el kirchnerismo es una nube de fantasías auto-complacientes. Este informe sobre Tato Bores, por ejemplo, es deprimente. No porque piense que Tato Bores, de quien sé poco, sea una figura intocable. Sino porque si vamos a hablar de complicidades civiles con la dictadura, deberíamos hacerlo con el cuidado y respeto que merece la dignidad de las personas. Auto-congratularse por el debate que uno inicia sobre otra persona en base a supuestos y apreciaciones genéricas, se parece más a una casa de brujas que a un intento de pensar el pasado. Felicitarse por sugerir al pasar que otra persona puede haber sido cómplice de hechos aberrantes es poco ético. Porque, entiendo, el principio de que uno es inocente hasta que se demuestre lo contrario no aplica solo legalmente, sino que es un bien social. Espero, entonces, que este sector fundamentalista del kirchnerismo siga en proceso de ser cada vez más minoritario y carente de influencia.