viernes, 27 de abril de 2012

Todo bien con la corrupción

Es llamativo cómo en apenas una década la sociedad argentina pasó de una indignación generalizada por la corrupción y la impunidad a una alta tolerancia por ambas. La interpretación más plausible de esta transformación es que aquella indignación era más una canalización de frustraciones socioeconómicas que un principio sustancial. Personas que hace diez años condenaban a la corrupción del gobierno de Menem como la violación de valores morales innegociables, aceptan hoy la corrupción del gobierno de Cristina como algo casi natural. Los kirchneristas lo verán como un proceso de maduración política, puesto que para ellos la corrupción es un tema accesorio frente a las cuestiones centrales. Yo lo veo como una muestra de pasividad y conformismo en una sociedad civil incapaz de pensar más allá de su bienestar cotidiano. Lo veo también como una victoria de la dirigencia política en salvaguardar y afianzar sus privilegios.

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