lunes, 8 de julio de 2013

¿Y la política?

Hace ya varios meses, probablemente años, que en la Argentina no hay discusiones políticas sustanciales. Como si en el país no hubiesen problemas y desafíos concretos (pobreza, marginalidad, inseguridad, transporte, educación, inflación, etc.), la discusión política pasa únicamente por estilos y consignas abstractas. El gobierno se vanagloria permanentemente de logros pasados mientras exalta su capacidad de confrontar intereses no democráticos. Pero ya no queda claro qué relevancia tienen esas confrontaciones para los problemas concretos del país. Si el gobierno consigue subordinar a la justicia al voto de la ciudadanía, ¿se hace posible solucionar algunos de los problemas estructurales del país?

Los líderes de la oposición, por su parte, insisten en cuestiones de estilo. Por alguna razón difícil de entender, entre las cuales no habría que descartar una accidental ausencia de talento político, nadie propone prioridades de gestión. En cambio, Binner se muestra como un administrador prolijo, De Narváez moviliza el odio contra Cristina, Massa no dice nada (apostando por ahora a la novedad de su figura) y Macri insiste con una ideología vecinalista poco relevante a nivel nacional. ¿Por qué nadie dice que tiene un plan para evitar que la gente se muera en accidentes de tren? ¿Por qué nadie dice que tiene una idea para integrar a la gente que vive en las villas?

Esta especie de supresión de la política no es nueva, sino que existe desde hace un par de décadas. La novedad es que hoy la misma no surge solo de la "pos-política" propia de candidatos que no confrontan como Scioli y Macri, sino también de la "hiper-política" que muestra el gobierno, la cual desplaza toda discusión de gestión hacia confrontaciones ideológicas abstractas. "Abstractas" en el sentido de que no queda claro cómo las mismas afectan aspectos sustanciales de la vida de la ciudadanía.

Así, mientras las élites políticas e intelectuales se dividen en torno a su identificación con uno u otro espacio, la ciudadanía sigue su vida sin otra expectativa que que las cosas sigan más o menos como están.

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