lunes, 6 de diciembre de 2010

Más sobre "estilo" y "sustancia"

Quiero volver al tema del "estilo" y la "sustancia". Desde hace algún tiempo, el Poder Ejecutivo del Estado argentino se ha convertido en una maquinaria dedicada a descalificar a todo aquél que no está de acuerdo con el gobierno. Esa, por ejemplo, es la tarea que cumplen los funcionarios del gobierno cuando hablan en público, en lugar de dedicarse a explicar y justificar su gestión. Lo mismo hace el aparato mediático desarrollado por el gobierno, pequeño en términos cuantitativos pero sumamente intenso y cada vez más penetrante en ciertos sectores de la opinión pública.

Decir que es una cuestión de "estilo", o una manifestación de tensiones sociales más profundas, ambos argumentos defendidos por José Natanson, es insostenible. Como muy bien saben los ideólogos del gobierno, lo que aquí está en juego es una estrategia, e incluso una ideología, que consiste en magnificar los conflictos a tal punto que las diferencias pasan a ser irreconciliables. Esta semana, por ejemplo, el programa 678 presentó un informe bajo el título "Clarín y La Nación contra la Argentina"; presentando así a los adversarios políticos en enemigos de la comunidad. Ese tipo de discurso no debería ser adoptado con liviandad, pretendiendo que todos se hagan los tontos. Se trata de una ideología muy concreta, con antecedentes históricos muy precisos, de la cual los kirchneristas que se consideran al menos en alguna medida preocupados por la existencia del pluralismo y la tolerancia, deberían dar cuenta y asumir cierta responsabilidad.

Lo que me parece un síntoma de extrema irresponsabilidad e irreflexividad por parte de los kirchneristas moderados (asumo que los más extremistas saben bien lo que están haciendo), es no dar cuenta del tema. Me refiero a esconder bajo el rotulo de "estilo", preocupación de viejas de barrio norte, republicanismo al serivicio de los poderosos, y demás, cuestiones que en realidad son bastante serias. Porque cuando el Estado se convierte en una maquinaria para deslegitimar a quien piensa distinto, las propias reglas de juego del sistema democrático están en cuestión. Y esas son cuestiones serias, que hacen a la sustancia de la vida social.

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