Este artículo de Esteban Schmidt trata algunos temas que vengo pensando hace algún tiempo. Tienen que ver con la vida de Néstor y Cristina, pero ahora más con la Néstor porque se murió y, como escribió Arendt, lo uno deja cuando se muere es su historia, su "biografía". ¿Cuál es la historia de Néstor? Esteban Schmidt hace algo que me parece bien: le responde a aquellos que quieren recordar solo una parte de Néstor, aquella que pueden fácilmente reivindicar, que Néstor también fue un tipo que se pasó toda la vida juntando plata, y que por eso o por pragmatismo político despreció todo criterio de ética pública.
Uno podrá hacer una defensa pragmática de Néstor y Cristina, es decir, alegar que han defendido una causa que le hace bien al país y que, por lo tanto, es políticamente conveniente ignorar sus faltas. Me parece un argumento coherente. Menos coherente y más peligroso me parece la especie de encantamiento con el supuesto virtuosismo de Néstor y Cristina, con su supuesta vocación militante. Porque si algo, para mí, no son ni Néstor ni Cristina, es paradigmas de militancia política. Dos tipos que, durante la dictadura militar, se dedicaron a hacer negocios financieros en la Patagonia, y que luego propsperaron en la política mirando para otro lado durante el menemismo, y encima siguen multiplicando inexplicablemente su fortuna desde el gobierno, no tienen ni el coraje ni la convicción ética propias del militante. Sí tienen la astucia y la malicia del político profesional, que es muchas veces más productiva y menos peligrosa que la convicción militante. Pero no se puede tomar una cosa por otra.
Esta cuestión, para mí, no tiene tanto que ver con los debates centrales que están dando hoy en día: los medios, el papel del Estado, las retenciones, y demás. Para esos debates lo que importa es la acción de gobierno, no la historia personal de los gobernantes. Pero sí hay una cuestión que tiene que ver con la cultura política en cómo se recuerda, cómo se interpreta y cómo se procesa históricamente la vida de las personas públicas. Porque elevar a Néstor a la categoría de ejemplo de militancia política implica desvincular a la militancia de la coherencia ética, del compromiso con una causa, y de la honestidad pública.
Emilio de Ipola escribió que, entre las cosas que no se pueden decidir, está olvidar. Se puede ignorar, pero no olvidar. Y mientras que el olvido es, salvo alguna contingencia, definitivo, lo que es ignorado sigue presente aunque corramos la mirada. Y el Néstor que juntaba plata en la Patagonia mientras la dictadura mataba y torturaba, el Néstor que multiplica inexplicáblemente su fortuna durante su presidencia, el Néstor que durante la tragedia de Cromañón se va a Calafate y no dice nada, van a formar parte del ideal de militancia que fogoneamos e inculcamos.
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