Hace un tiempo escribí un comentario sobre el uso del término "corporaciones" para calificar a ciertos grupos o sectores sociales. Creo que el discurso de Cristina del otro día en parte confirmó lo que escribí y en parte lo corrigió. Confirmó que "las corporaciones" no son grupos sociales predefinidos, es decir, no hay grupos sociales que son en sí mismos "corporaciones" y otros que en sí mismos no lo son, como muchos suelen creer. Corrigió porque ello no implica que no haya actitudes "corporativas" y, por lo tanto, una cierta propensión de ciertos grupos a devenir "corporaciones". Cristina, que aprende más rápido que los supuestos intelectuales que la apoyan, ha explicado entonces que una corporación no es un atributo, sino una forma de actuar. La misma se define, según ella, por buscar el beneficio propio por sobre cualquier otra consideración respecto del bien común o de principios éticos. En otras palabras, una corporación es aquella que orienta sus acciones únicamente en torno de sus intereses (o incluso ideas) particulares.
Que los sindicatos en la Argentina son corporaciones no es una novedad. Tampoco es el caso, claro está, que los sindicatos hayan desarrollado recientemente actitudes corporativas. Los sindicatos han sido corporaciones desde los inicios del kirchnerismo, y su alianza con el gobierno hasta este momento se basó en la atención de los intereses corporativos de esos sindicatos. Esa satisfacción siempre ha implicado lo que Cristina remarcó el otro día: excluir a los trabajadores no sindicalizados y asentar las desigualdades al interior de los trabajadores; así como, y esto no fue mencionado por Cristina, respaldar una estructura y una dirigencia sindical abiertamente no democráticas.
Una de las lecciones prácticas del conflicto y potencial ruptura del gobierno con la CGT es la siguiente: no se debe asumir que los grupos sociales tienen atributos naturales e inmutables. Los actores sociales cambian según el contexto, o el contexto cambia de forma tal que la posición de los actores es transformada. Es un error atribuir a los actores sociales características inherentes, pensando que algunos están naturalmente ligados al bien común y otros naturalmente confrontados con el mismo. La política revela, antes que nada, que toda posición está determinada por un contexto permanentemente cambiante.
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