domingo, 13 de febrero de 2011

Paenza y el optimismo respecto de la ciencia

Me pasaron esta entrevista a Adrián Paenza. Hace unos días había leído este artículo de Sarlo. Lo interesante es que los diagnósticos contrastan: Sarlo dice que en la Argentina hay un exceso de estudiantes de humanidades frente a una escasez de estudiantes de ciencias duras, mientras que Paenza dice que hoy en día hay un interés inédito por las ciencias duras. En este caso no voy a referirme a Sarlo sino a Paenza ya que, a mi juicio, las razones para el optimismo que él plantea son más endebles de lo que supone.

Paenza dice que (es el título de la entrevista) "hay un cambio social en torno de la ciencia". En la primera parte de la entrevista, Paenza hace hincapié en un creciente interés social por la divulgación científica, es decir, por la divulgación del conocimiento científico entre quienes no son científicos. Su diagnóstico se basa principalmente en experiencias personales: la difusión de sus libros, de sus programas de televisión y del tamaño de la audiencia en ciertos eventos de los que participa. Paenza concluye a partir de esto que hay más interés por la ciencia que en otros momentos.

Habría que decir antes que nada que el fenómeno de la divulgación (además de Paenza están Felipe Pigna en historia y José Pablo Feinman en filosofía) excede a la ciencia. Hay, en todo caso, un crecimiento de la divulgación en sí, en diferentes áreas del saber, y no específicamente en la ciencia. Por lo tanto, habría que preguntarse en qué consiste el fenómeno de la divulgación, y por qué es tan importante en este momento, para luego meterse con las especificidades de la divulgación científica.

Habría que tener en cuenta, por otro lado, que el crecimiento de la divulgación científica de la que habla Paenza es bastante incierto. Digamos que entre la nada absoluta y algunos miles de ejemplares más un programa de televisión hay una diferencia. Pero algunas miles de personas interesadas por la divulgación científica no es suficiente evidencia de que haya un cambio cultural en ese sentido. En todas las épocas ha habido miles de niños y grandes interesados por la ciencia, y el hecho de que hoy haya un producto que satisface esta demanda no necesariamente dice algo de la demanda en sí. ¿Hay más gente interesada por la divulgación científica? ¿Hay poca gente más interesada? ¿Hay más gente más interesada? ¿O hay la misma cantidad de gente, con igual interés, a la que por alguna razón coyuntural hoy se les ofrece un producto acorde a su demanda?

Démosle a Paenza el beneficio de la duda y supongamos que, efectivamente, hay más gente más interesada en la divulgación científica. ¿Qué nos dice esto sobre las perspectivas para la ciencia en la Argentina? ¿Hay un cambio cultural porque antes había mil interesados en saber algo de física, y ahora cuatro mil o cinco mil? ¿Se traduce necesariamente un interés en la divulgación científica en un interés por la producción científica? ¿Aumentó el número de inscriptos en las carreras científicas? ¿O es que solo hay un mayor número de gente curiosa por saber algo de ese misterioso mundo de la ciencia, como la hay de saber algo de historia y por saber algo de filosofía? Los historiadores y los filósofos suelen temerle a la difusión, entre otras cosas porque cualquiera que trabaje en una disciplina académica sabe que cuando el saber se difunde necesariamente se simplifica al punto de que muchas veces se distorsiona. La difusión científica no es la ciencia, y está lejos de ser seguro que el interés por tener un conocimiento superficial de teorías científicas extremadamente complejas implique un interés por que los científicos sigan desarrollando investigaciones cada vez complejas y difíciles de explicar, o por formar parte de ese mundo, con todo el esfuerzo mental que él, a diferencia de la mayor parte de la divulgación, requiere.

En la segunda parte de la entrevista, Paenza habla sobre el interés del gobierno en la ciencia. De nuevo, su diagnóstico parte de anécdotas personales, pero se extiende a hechos verificables como el aumento del presupuesto al CONICET y la creación del Ministerio de Ciencia y Técnica.

Las anécdotas de Paenza son llamativas. El cuenta que en una reunión Néstor Kirchner le dijo: "los becarios del Conicet ganan 800 mangos... es una barbaridad, cómo van a ganar 800 mangos, vamos a ver qué podemos hacer". Paenza interpreta de esta anécdota que Kirchner estaba más al tanto y más interesado de lo que pasaba en el CONICET que ningún otro presidente anterior. Pero lo que se desprende de las palabras de Kirchner es que es injusto que los becarios ganen poco y que el Estado debe corregir esa injusticia. Habría que preguntarse por qué eso es una "barbaridad" que hay que corregir, y la de tantos otros argentinos que ganan sueldos miserables puede esperar. Las palabras revelan un curioso sentido de justicia antes que una convicción sobre el futuro de la ciencia en la Argentina.

Paenza también menciona una reunión de Cristina con varios científicos, donde ella se mostró interesada e informada (convengamos que de una forma muy superficial) por las investigaciones de cada uno. Tampoco esa anécdota revela mucho sobre el proyecto de los Kirchner sobre la ciencia, sobre su concepción de la importancia de la misma para el desarrollo del país. Paenza solo nos cuenta que Néstor y Cristina demostraron estar al tanto, al menos superficialmente, de algunas cuestiones vinculadas a la ciencia.

Paenza interpreta con demasiado optimismo los episodios que relata, como queriendo inferir de ellos más de lo que ellos en sí mismos permiten, al menos si nos atenemos a su relato. Uno podría fácilmente suponer que Néstor y Cristina, como buenos políticos, saben que si se van a reunir con un periodista o con alguna persona mínimamente influyente, es conveniente saber lo que esta persona quiere escuchar, qué temas le preocupan. Esto no es un pecado de los políticos; es parte de su actividad generar adhesiones en la opinión pública. Pero por eso mismo las personas públicas deben ser precavidas y saber que, cuando un político quiere reunirse con ellas, es en alguna medida para decirles lo que quieren escuchar. Que Cristina se haya informado sobre lo que hacía cada científico antes de una reunión no demuestra más que su interés por mostrarse informada ante ellos, por mostrarse de una cierta manera. Que un presidente y una presidenta estén interesados en cómo se muestran ante los científicos no es insignificante, pero no demuestra conocimiento de la situación, los desafíos y las perspectivas del desarrollo científico.

Yendo al núcleo del asunto, y que menciono al final solo porque, en la entrevista a Paenza, este elemento es el último en ser mencionado: el aumento del presupuesto a la ciencia. Esta es la única variable tangible, que va más allá de las apreciaciones subjetivas mencionadas hasta aquí.

Si bien es evidente que un área tiene más posibilidades de desarrollarse si tiene plata que si no la tiene, la relación entre financiamiento y desarrollo no es automática. Si los recursos no se utilizan de manera eficiente, con objetivos claros y sustentables, es posible que dicha relación sea mínima. Tomando un dato que menciona Sarlo en su artículo y que Paenza ignora: en la Argentina hay un exceso (en términos de la demanda del mercado laboral) de estudiantes de humanidades, y una escasés de estudiantes de carreras científicas y técnicas. Esta, pensaría yo, es una cuestión vital para pensar las potencialidades del desarrollo científico en el país. Sin embargo el gobierno se ha desentendido abiertamente de la política universitaria, ignorando de ese modo un aspecto vital para el desarrollo científico y técnico del país.

El CONICET tiene más plata, y eso ha permitido aumentar salarios y estipendios, dar más becas y desarrollar algunos importantes emprendimientos científicos. Pero no hay una idea clara de qué es lo que el gobierno, y el país que el representa, espera de esa inversión. Una idea genérica de que la ciencia vale la pena y merece ser financiada, por más buena que sea en comparación con las ideas anteriores, no implica una política sustentable ni un cambio social. Una verdadera transformación del lugar de la ciencia en la sociedad implicaría un debate público sobre qué tipo de ciencia quiere tener la Argentina y cuáles son sus objetivos. Ello es algo que ni la divulgación ni el aumento presupuestario pueden suplantar.

2 comentarios:

  1. Otro debate vacío... y van... A mí me interesa qué pensás vos de la ciencia... ¿tenés alguna opinión propia o sólo criticás a los demás? ¿Vos qué harías? Yo creo que la ciencia en Argentina quedó hecha mierda y vamos a necesitar 30 años de inversión fuerte para levantarla. En principio necesitamos crear más universidades, jerarquizar la carrera de investigador y orientar las investigaciones hacia las prioridades del país. Me parece que estas 3 cosas se están haciendo, aunque no de la mejor forma.

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  2. Creo que la cuestión universitaria que señalás es fundamental: hay que jerarquizar las universidades (empezando por UBA) dedicadas a la investigación científica y orientar las carreras científicas según áreas prioritarias.

    Antes que nada, de todos modos, creo que es necesario realizar una evaluación de cuál es la situación de la ciencia en la Argentina y de cuáles son sus posibilidades. Para ello sería bueno convocar a los especialistas más destacados de cada disciplina, que conozcan las principales líneas y estándares internacionales de investigación, y puedan establecer en qué áreas la Argentina tiene posibilidades de producir conocimiento según esos estándares. Es necesario que desde el Ministerio de Ciencia y Técnica se establezcan lineamientos claros sobre cuáles son sus objetivos: si algunas áreas en particular o todas por igual, si investigación de base o investigación aplicada. Esto debería traducirse en un reordenamiento del otorgamiento de becas y de ingresos a carrera científica en el CONICET.

    En definitiva, creo que hace falta que gente que conoce bien del tema pueda evaluar la situación y las posibilidades de la ciencia, para que a partir de ello el gobierno establezca lineamientos definidos que se traduzcan en políticas concretas.

    Entiendo que no tengo una propuesta demasiado concreta. No tengo por qué tenerla, siendo que no soy especialista. Lo que querría ver es que se está escuchando a la gente que sabe y administrando los recursos a partir de sus propuestas.

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