Leo lo siguiente, escrito por un bloggero relativamente reconocido dentro del progresismo kirchnerista:
¿Por qué aquellos dos presidentes, que se mantuvieron poco menos de seis y algo más de diez años en el poder, respectivamente, tuvieron la posibilidad de plasmar su visión en un texto constitucional y no podría impulsar un debate similar el actual oficialismo, en caso de que la ciudadanía lo habilite a quedarse en el poder durante tres períodos consecutivos?
Si Cristina Kirchner es reelecta y decide poner en debate un texto constitucional, no haría más que avanzar en una línea que, durante estos últimos años, han puesto en práctica otros países latinoamericanos.
La justificación de siempre: si otros lo hicieron, ¿por qué nosotros no? Que esconde, por supuesto, la discusión de fondo: ¿no es preferible cambiar la práctica de que cada nuevo gobierno instala una nueva constitución y, por supuesto, la reelección? La consecuencia: en los hechos la Argentina no es plenamente una república ni tiene plenamente una constitución. Digamos que una constitución a la cual cada gobierno busca reformar, no es estrictamente una constitución.
Otra cosa: el kirchnerismo es extremadamente anti-republicano. Sencillamente, los kirchneristas no creen que las instituciones sirvan. Cuando hablan de instituciones o de "institucionalización", se refieren a la capacidad de sostener una política coyuntural por un tiempo prolongado. Eso no es una institución, es más bien el reemplazo que cubre su ausencia. En lo que respecta a reglas de juego que todos los actores aceptan y respetan voluntariamente, el kirchnerismo no tiene interés. Conclusión: la Argentina es un país donde, más allá de las relaciones de poder coyunturales, no hay reglas fundamentales claras y estables que permitan imaginar cómo serán las cosas en el futuro.
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