Hay algo que en ciencia política se denomina "cultura política". La misma tiene que ver, entre otras cosas, con aquellas creencias y comportamientos que constituyen el día a día de la vida política. La política, claro, no es solo eso: también hay grandes eventos, revolucines, estrategias, liderazgos, leyes, coyunturas económicas, relaciones internacionales, y demás. Pero nadie pondría en duda, creo, que parte importante de todo sistema político son las creencias y comportamientos de los ciudadanos.
Ultimamente se habla mucho del "estilo" y la "sustancia" de la política. Hay quienes insisten (Natanson, en particular) en que ciertas cosas son la esencia de los procesos políticos, mientras que otras cosas son meras apariencias. Por lo general, la idea suele ser que las declaraciones son el estilo, mientras que las medidas concretas de gobierno son la sustancia. Criticar a un gobierno por lo que dice es entonces confundir la esencia con la sustancia.
Este planteo parece perder de vista que cuando un líder político habla, interviene en las ideas y valores políticos de una sociedad. Poca duda cabe de que los grandes movimientos políticos de nuestra historia, aquéllos que dejaron las huellas más profundas en la sociedad, valen al menos tanto por lo que dijeron como por las medidas que implementaron. Estos movimientos transformaron la cultura política del país, lo cual, claro está, conlleva importantes cambios en casi todas las áreas de la sociedad. ¿Alguien diría, acaso, que ideas como "civilización y barbarie", o "pueblo y oligarquía", tenían que ver con el estilo de Sarmiento y de Perón, y no con la sustancia?
Quienes apoyan fervientemente a este gobierno nunca caerían en esta confusión. Ellos están satisfechos tanto con lo que se dice como con lo que se hace, y saben bien que una cosa es tan importante como la otra para este proyecto político. Son los que buscan apoyar al gobierno desde una posición más crítica y reflexiva quienes se ven, paradójicamente, obligados a sostener esta dicotomía insostenible. Porque ellos saben bien que, más allá del aumento a los jubilados, los juicios a los criminales del terrorismo de Estado, la política de salarios, y demás, este gobierno y muchos de sus aliados poco se toman en serio el pluralismo, la tolerancia, y demás valores indispensables para la consolidación de una forma republicana de gobierno (algo que a los kirchneristas más coherentes tiene sin cuidado). Y si esa forma de pensar se instala en la cultura política, las consecuencias a mediano y largo plazo serán mucho más sustanciales de lo que algunos están dispuestos a reconocer.
La pregunta es si la "sustancia" del kirchnerismo es compatible con otras "formas" que no sean la intolerancia, el patoterismo y el autoritarismo. Porque en una sociedad plural, donde existen tantas concepciones de lo políticamente deseable como individuos, un proyecto de sociedad fuertemente intervenida por el control estatal como el que el kirchnerismo implica si se lo lleva hasta sus últimas consecuencias, creo que es incompatible con la idea de una república donde el poder político está limitado.
ResponderEliminarHace muchos años Alf Ross, que era un socialdemócrata, se preguntaba precisamente si en el fondo el socialismo en el que él creía era plenamente compatible con la democracia, porque en última instancia su realización depende de cierta homogeneización de la sociedad. La pregunta me parece válida frente a un fenónemo como el "progresismo" autóctono.
Es importante lo que señalás, si en realidad eso que se llama "estilo" no es una parte esencial del proyecto de país que el kirchnerismo tiene en mente. Coincido en cierta medida con tu idea de que, como están planteadas las cosas, la tolerancia y los límites al poder tienden a ser menoscabados. Esto es el resultado de una concepción según la cual hay un interés popular legítimo que debe ser custodiado por el Estado, y una serie de intereses particulares egoistas que deben ser disciplinados para que no perjudiquen a aquél.
ResponderEliminarY si... en la medida en que el kirchnerismo, como otros populismos, considera sus propios postulados como la expresión de la "voluntad del pueblo", todo aquel que los ponga en cuestión termina siendo un "enemigo del pueblo". Es difícil, sino imposible, sostener un sistema político pluralista y tolerante partiendo de esa base. De ahí el lenguaje combativo e intolerante no sólo de las "bases" kircheristas, sino también de sus supuestos "intelectuales" (como Feinman o, ahora, Pacho O' Donnell, por ejemplo). Los tipos ven "gorilas", "cipayos" y hasta "apátridas" por todos lados (encima la terminología atrasa unas cuantas décadas).
ResponderEliminarEl problema es que tampoco hay entre nosotros demasiados socialdemócratas que se vean a si mismos como la expresión de una visión del mundo entre otras posibles, y no como la voz del interés del pueblo.
Estoy de acuerdo. Hay concepción populista de la política que prevalece en casi todos los sectores, aunque el kirchnerismo sea su máxima expresión. Tal vez esa sea también su mayor ventaja: a los demás sectores les cuesta mostrarse claramente como representates de una forma de hacer política diferente, y entonces prevalece la idea de que en el "estilo" son todos iguales en definitiva. Habría que pensar, y este es el gran desafío, cómo lograr que el pluralismo y la tolerancia comiencen a ser tomados en serio por más sectores sociales. Y habrá que aceptar que gran parte de ello depende del azar, así como esta exaservación del populismo que vivimos también ocurrió medio de carambola.
ResponderEliminar