La columna de Paul Krugman de hoy es un festín para los kirchneristas (lo cual no es extraño, siendo que veo links a su blogs en algunos blogs kirchneristas). Krugman explica la derrota de Obama a partir de su falta de audacia: demasiado diálogo, demasiada búsqueda de acuerdo, y poca disposición a confrontar con los rivales y a echarle la culpa a los verdaderos responsables de la crisis. Pareciese confirmar la idea que es imposible emprender reformas progresistas profundas sin intensificar los antagonismos.
Lo que me parece interesante de la columna de Krugman es que muestra los límites de una política reformista que se base en el puro consenso y evite la confrontación. En ese sentido, le daría la razón al gobierno por sobre algunos intelectuales críticos. Pero, por otro lado, la política norteamericana es más descentralizada, más institucionalizada, menos facciosa y menos propensa a los cambios abruptos que la política argentina. Pedir confrontación en Estados Unidos es algo muy diferente a pedir confrontación en Argentina.
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