jueves, 30 de junio de 2011

"Nunca menos", fiesta y problemas sociales

Me parece bien que, después de los 90, el discurso político y las políticas públicas hayan recobrado valores como la política social, la asistencia a los que menos tienen y la defensa del interés general por parte del Estado. Creo también que, en ese aspecto, este gobierno muestra una ventaja frente a otros candidatos, quienes no muestran una preocupación igualmente activa en ese sentido. Lo que me preocupa es que, después de ocho años de kirchnerismo en un contexto de crecimiento económico importante e ininterrumpido, la cuestión social siga siendo encarada casi exclusivamente como un tema de asistencia estatal. Porque, hasta donde yo sé, la asistencia social contiene situaciones de emergencia o, como está ocurriendo cada vez más, le facilita a gente de bajos recursos adquirir bienes de lujo. Pero no integra a las personas que reciben la asistencia al proceso económico, ni les da elementos para estar mejor posicionados social y económicamente cuando la coyuntura cambie y el Estado no cuente con la misma capacidad asistencial.

En ese sentido, me parece que este gobierno no es ni tan progresista ni tan de izquierda como algunos sostienen. Las políticas progresistas, creo yo, tienen que ver con objetivos más estructurales y con transformaciones más a largo plazo. Hoy en día, no se sabe bien qué está pasando con la estructura social porque el gobierno ha deshecho los indicadores confiables sobre la pobreza, lo cual menoscaba cualquier discusión seria sobre el tema. Sabemos que hay políticas sociales y que el flagelo de la desocupación es menos grave que en el pasado. Pero no sabemos bien los efectos generales de ese panorama. Sí sabemos que gran parte del empleo generado es en negro, y muchas de las mejorías de los sectores más carenciados provienen de políticas asistenciales dependientes del buen momento económicos, que a su vez depende del precio internacional de las materias primas.

Durante la presidencia de Néstor Kirchner, el discurso era "estamos tratando de salir del infierno". Era un discurso acorde a un país con los problemas sociales de la Argentina, y con muy amplias políticas asistenciales para los sectores carenciados. Luego se pasó a una especie de fiesta y al actual "nunca menos", que convirtió a lo que era un paliativo frente a los problemas sociales en una especie de bienestar general que se debe preservar y profundizar. Gran parte del progresismo aceptó ese discurso, posiblemente tentado por la confrontación con sectores de derecha, con los medios de comunicación, y por la política de derechos humanos. Pero, objetivamente, hay pocos motivos para pensar que este gobierno esté haciendo otra cosa que paliar problemas sociales estructurales que, ante un cambio de coyuntura económica, difícilmente puedan ser sobrellevados como ocurre hoy.

3 comentarios:

  1. Inversión en infraestructura es la clave... electricidad, gas, hospitales, escuelas... no se invirtió? me parece que estás muy equivocado... no entiendo tu crítica, me parece vacía.

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  2. contestá si podés... con argumentos...

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  3. Tu comentario es tan escueto que no entiendo bien cuál es el argumento y cómo se relaciona con lo que yo planteo. Si tu idea es que la inversión en infraestructura implica automáticamente una transformación de la estructura social, te diría que no, que hay que analizar las características concretas de esa inversión y sus efectos.

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