Me pareció muy interesante el artículo que salió ayer en Página/12 del empresario sojero Gustavo Grobocopatel. Confiezo que sé poco de este empresario, y por lo tanto poco puedo decir sobre sus actividades. Tampoco estoy informado a fondo sobre las características específicas de la industria sojera y sus consecuencias ambientales. Por lo tanto, voy a limitarme a señalar algunos elementos de su artículo que me parecen muy interesantes, ya que, en términos generales, confrontan algunos de los más fuertes presupuestos del sentido común progresista sobre la actividad empresaria y, también, sobre su relación con el Estado. No es común que un empresario hable abiertamente sobre estos temas, por lo cual me parece positivo que este artículo haya salido.
-La agricultura sin campesinos es parte de un nuevo paradigma vinculado con transformaciones en la sociedad. Es un proceso que observamos desde la década del '40, no está asociado a una ideología y no afecta sólo al campo; también hay muchas industrias con pocos obreros. Grobocopatel discute con la visión según la cual la industrialización agrícola es producto de una ideología que genera en sí misma desocupación. Desde su punto de vista, se trata de una consecuencia inherente al desarrollo industrial que, si es regulada y acompañada por el Estado, puede ayudar a reconvertir el trabajo agrícola más que a disminuirlo. Además, cuestiona las miradas idílicas sobre la agricultura familiar, afirmando que la misma daba lugar a formas de vida sumamente difíciles y en muchos casos inaceptables para los parámetros de calidad de vida actuales.
-Para que haya inversión tiene que haber una percepción de que el esfuerzo vale la pena. En nuestro país el éxito está mal visto, los empresarios son permanentemente degradados, los emprendedores no tienen ganancias suficientes porque la presión impositiva es grande, no hay posibilidades de invertir. Otro lugar común, especialmente entre la izquierda, es que los empresarios, por su propia naturaleza, son gente que tiende a arrazar con todo con tal de maximizar su ganancia, y que por su riqueza tiene un poder social desmedido. Más allá de las simplificaciones, creo que hay bastante de cierto en este planteo, pero de la misma manera creo que hay que tener en cuenta la función social que, en una sociedad capitalista, cumplen los empresarios. Si, por un lado, es necesario un Estado que controle la voracidad empresaria, también es necesario un Estado que estimule la inversión en el sector privado. Grobocopatel afirma que esto no se produce cuando se estigmatiza negativamente a quienes ganan dinero, y se considera deseable que el Estado se apropie de un porcentaje altísimo de sus ganancias. Esto tiende a generar, creo yo, no solo menor inversión, sino también mala inversión.
-La Argentina este año crecerá el 7 u 8 por ciento, de eso el 3 por ciento se debe a la soja. Y hay otros sectores vinculados: la industria automotriz, petroquímica, química, electrónica, metalmecánica, etcétera. No hubiesen sido posibles las Asignaciones por Hijo, los aumentos a jubilados, sin el aporte del campo. No es lo único, por favor; pero debemos reconocer y agradecer el aporte. Aunque sea sólo para que haya entusiasmo y seguir aportando. Una sugerencia de estrategia política: en vez de buscar doblegar y subordinar a los sectores rurales a través de discursos humillantes y la polarización política, el gobierno podría haber intentado la cooptación. En vez de acompañar las retenciones con un discurso anti-campo y una estigmatización de los productores rurales como gente racista, poco democrática y explotadora, el gobierno podría haberlas acompañado con un discurso que reconozca la importancia de los aportes rurales para la política social por él desarrollada. De nuevo, se trataría de una forma de hacer política más afín al capitalismo y a la inversión, y probablemente hubiera contribuido a aminorar la conflictividad social generada por las retenciones.
-Yo creo que debemos pagar muchos impuestos y fortalecer al Estado. El problema es cómo se paga. Las retenciones son anti-Chaco, anti-desarrollo rural, anti-equidad. De esto tengo certeza. Hay que cambiar el modelo impositivo, en forma transicional, pero urgente. Mirando un poco más allá del debate retenciones sí / retenciones no, Grobocopatel llama la atención sobre el mecanismo que permitiría una distribución más equitativa de las cargas fiscales a mediano y largo plazo. El mismo no estaría basado en decisiones poco previsibles del Estado sino en un esquema relativamente estable y consolidado; características que, sin perjudicar la recaudación y la redistribución del ingreso, serían más afines a la inversión privada. A menudo, estas cuestiones se pierden de vista en las discusiones más totales sobre si el Estado debe implementar retenciones o no.
-La desigualdad no se puede combatir si no hay creación de riqueza, salvo que quisiéramos igualar para abajo. Creo que la sociedad se debe un debate claro y objetivo sobre estos temas. En una sociedad tradicionalmente dividade entre los que reclaman distribución y los que reclaman producción de riqueza, es necesario encontrar el balance entre ambos términos. Hoy en día, la Argentina no es ni un país rico pero desigual, ni un país pobre pero relativamente igualitario. Es necesario buscar un modelo de crecimiento a largo plazo, acompañado por mecanismos redistributivos que no sean contradictorios sino complementarios con él. Además, es necesario discutir las cuestiones técnicas que intervienen en este debate, y salir de la guerra permanente de consignas.
-Creo que los empresarios debemos tener una responsabilidad enorme en este proceso, también los intelectuales, los académicos y todos los sectores de la comunidad. La acusación de negrear o comprar medios es, por lo menos, injusta para la mayoría que cumplimos con nuestras obligaciones. No digo que no haya casos, pero no puedo aceptar este prejuicio como parte de un debate equilibrado entre lo emocional y lo racional. Los prejuicios no ayudan a las emociones y a las razones. Concluye Grobocopatel que la discusión sobre el dearrollo rural y su contribución a la igualdad social y al desarrollo del país, no deben quedar libradas a prejuicios y consignas emocionales, que sirven para movilizar grupos políticos pero no para dar debates, ni para mejorar la calidad del Estado y del sector privado. Lamentablemente, estoy de acuerdo en lo que da a entender Grobocopatel, respecto de que a menudo intelectuales y académicos se ponen al servicio de lo primero antes que de lo segundo (lo cual, a mi juicio, tiene más que ver con su función específica en la sociedad).
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