viernes, 20 de agosto de 2010

Progresistas admiradores de la inmigración ilegal

Así como en un post anterior me lamentaba por la pobreza argumentativa del conservadurismo local, hoy me lamento por la misma falencia de nuestro querido progresismo. No solo me lamento. Siento cierta irritación cuando el progresismo transmite ideales vacíos, repitiendo lugares comunes más que desplegando argumentos. Me irrita porque el progresismo se jacta de una cierta capacidad reflexiva superior a lo que tanto gusta en denominar "la derecha". Me parece, por lo tanto, una actitud hipócrita criticar al que piensa diferente por repetir ideas sin contenido, para luego hacer lo mismo, con el agravante de pretender estar haciendo algo diferente.

Víctor Hugo y 678, que hoy parecen ser los principales nodos de difusión del pensamiento oficialista, han decidido tratar el tema de la inmigración ilegal en Arizona. Hace algunas semanas, el gobierno de ese estado sancionó una ley según la cual un oficial de policía puede pedirle los documentos a cualquier persona que considere sospechosa de ser un inmigrante ilegal. Eso implica que, si a una persona se le requieren los documentos y no los tiene consigo en ese momento, será detenida hasta que se verifique su situación. Si es un ciudadano norteamericano o un inmigrante legal, podrá permanecer en los Estados Unidos. Si no lo es, quedará expuesto a ser deportado.

Yo no estoy, en principio, de acuerdo con esta ley. Pero me parece absurdo negar que la misma surge de un problema real para los Estados Unidos, que es la inmigración ilegal. Y más absurdo me parece convertir a los inmigrantes ilegales en víctimas del malvado capitalismo norteamericano, como si un país debiese abrir sus fronteras para que cualquiera entre. Gustavo Santaolalla llegó a decir en 678 que los Estados Unidos se encargaron sistemáticamente de destruir las economías de América Latina, que además atraen a todos con la riqueza que muestran en sus películas, y que luego le echan la culpa a los inmigrantes ilegales por sus propios errores. Otra persona dijo que una política que genera desigualdad es "terrorismo de Estado". Y no falta, por supesto, la idea tan popular como carente de evidencia de que los inmigrantes ilegales contribuyen al desarrollo económico, realizando tareas que los norteamericanos no quieren realizar.

Yo creo que es válido cuestionar cómo un país maneja su política migratoria, y cómo dichos manejos se articulan con otros problemas como el de la discriminación. Pero creo que es estúpido proponer, por un lado, que la inmigración ilegal le hace bien a los Estados Unidos y, por el otro, que los Estados Unidos son los culpables de su propia inmigración ilegal, siendo los inmigrantes ilegales sus víctimas. La inmigración ilegal es un problema serio, para Estados Unidos en general y para ciertos estados en particular. Un inmigrante ilegal es una persona de la cual el Estado no tiene ningún registro, y por lo tanto no tiene información sobre para qué llego y cuánto tiempo permanecerá allí. Se trata, por lo tanto, de un problema de seguridad. Hay, a su vez, un problema económico: el inmigrante ilegal no paga impuestos y, pot lo tanto, genera pérdidas fiscales.

Me parece, en cualquier caso, algo absurdo empezar a debatir sin ningún tipo de información sobre si los inmigrantes ilegales contribuyen o perjudican económicamente al resto de la población. Antes que todo eso, está el hecho de que un Estado soberano tiene derecho a decidir quién entra y quién no entra a su territorio. Y es una cuestión natural que una nación tan rica y tan grande como Estados Unidos, a la cual muchísima gente en todo el mundo desea emigrar, establezca controles estrictos sobre los movimientos migratorios. Ello está plenamente reconocido por el derecho internacional, lo cual implica que quien ingresa a un país evitando a las autoridades está cometiendo un acto ilegal. Se trata de un delito cuya víctima es el Estado norteamericano. Invertir esta relación alegando que, en realidad, el inmigrante ilegal es antes que nada un sujeto portador de derechos universales, los cuales son vulnerados cuando el Estado penaleza su acto ilegal, es de un idealismo absolutamente ingenuo e irrealista. Se trata, además, de una suerte de apología de la ilegalidad: quien comete el acto ilegal es puesto en el lugar de víctima, y quien hace cumplir la ley, en la de victimario.

Todo esto sin tener en cuenta, claro, que los Estados Unidos son uno de los países más receptivos a la inmigración, y por lo tanto más étnicamente pluralistas. En comparación, por ejemplo, con los países europeos, los Estados Unidos cuentan con leyes mucho más flexibles en cuanto a la posibilidad de establecer residencia y obetener la ciudadanía. Asimismo, a diferencia de aquéllos, tiene un principio de ciudadanía que no tiene en cuenta la pertenencia de sangre. Sin contar que, por la enorme cantidad de latinos que allí viven, el español se ha convertido informalmente en una segunda lengua: las grandes empresas y los organismos gubernamentales suelen ofrecer su información en español. Todo esto es, por supuesto, ignorado bajo la idea de que la sanción de una ley contra la inmigración ilegal expresa el racismo característico de la sociedad americana.

Si vamos a criticar, como creo que hay que hacerlo, la ley sancionada por el gobierno de Arizona, hagámoslo partiendo de la base de que es absurdo pedirle a un país que reciba bien a los inmigrantes ilegales, y reconozcamos los problemas que los mismos generan. Eso nos permitirá construir argumentos sólidos sobre cuál debería ser la mejor manera de resolver el problema. Y nos ayudará a librarnos de los prejuicios que nos hacen creer que, por negar el problema, somos más democráticos y pluralistas.

2 comentarios:

  1. Tus argumentos sobre la Ley de Inmigración no tienen mucho que envidiarle a la de Víctor Hugo, que lee La Nación mientras está sentado en el inodoro... ¿cuáles son tus prejuicios?

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  2. Santaolalla cree eso? Habiendo contribuido a "atraer a todos con la riqueza que muestran en sus peliculas"? Como hace para dormir por las noches? Yo en su lugar me sentiria un soberano pelotudo, muy bien pago y acreedor de dos premios Oscar, pero un pelotudo al fin...

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